En estas primeras sesiones de ADP me ha dado que pensar respecto a los roles que asumo cuando soy la profesora y cuando soy la estudiante. Siempre he tenido muy marcado el rol de estudiante pero uno de los aspectos más positivos que tiene la docencia es que te permite plantear, secuenciar, estructurar y considerar tus clases como quieras. Y eso es un arma de doble filo.
Será porque no estoy acostumbrada a prepararme las clases pero siempre que doy clases me siento libre a la hora de enseñar algo. Hay conceptos que sé y puedo tener mayor o menor complejidad para explicarlos de maneras más o menos dinámicas pero luego hay otros conceptos que no conozco tanto pero que me permiten estar mucho más activa durante la clase. Lo sepa o no lo sepa el concepto no suelo ser demasiado directa a la hora de explicar algo. Doy pistas pero no doy recetas, a no ser que no se entiendan.
El jueves, repasando en las clases particulares un examen de tecnología "creativa", precisamente salió el tema de cómo repercute la manera de dar clase de un profesor en la manera de aprender y entender la asignatura de los alumnos. La niña se quejaba porque una de las preguntas del examen eran una serie de fases que se tenían que aprender pero que no habían utilizado o dado utilidad más allá del examen.
No le quito razón porque además me parece una buena justificación, pero eso de que no lo había utilizado sabía que era mentira porque el curso pasado hizo un trabajo teórico-práctico sobre eso. Y parece que lo comprendió, al menos supo situar ese aprendizaje en un contexto real.
Me encantó ese detalle primero porque es capaz de diferenciar entre varios tipos de aprendizaje, aunque no sé si es del todo consciente, segundo porque está empezando a dar sentido a aquello que aprende y no se limita a memorizar, sino que lleva a cabo procesos mentales más complejos y tercero porque parte de la culpa de todo eso la tengo yo.
No suelo ser buena memorizando aquello que aprendo pero si le doy sentido y utilidad no lo suelo olvidar. Siempre que doy clases intento fomentar ese tipo de procesos que generalmente no son tan utilizados porque requieren de más tiempo pero cuyos resultados son más duraderos, al menos para mí.
El problema viene cuando asumo el rol de estudiante porque me cuesta más adaptarme a la manera en la que enseñan los profesores. Mis clases las tomo como desafíos y con un alto nivel de motivación pero no todos los profesores lo hacen de la misma manera. No todas las clases me generan desafío como una manera de estar motivada a aprender a algo, aunque crea que lo sepa o que me va a resultar relativamente fácil.
Igual que como profesora tengo estrategias para motivar, gestionar el tiempo y empatizar con los alumnos, asumo que los profesores también lo hacen. No sé si lo que hago está bien o mal, porque eso depende de muchos factores que puedo controlar y otros que no.
Hace unos post comentaba que una profesora me dijo que enseñamos como nos han enseñado, es decir, repetimos patrones de enseñanza desde una perspectiva de alumnos a la de profesores pero creo que también es al revés. Por ejemplo, como profesora me gustaría que me enseñaran como enseño yo, en parte porque normalmente los profesores no tenemos feedback de lo que hacemos.
En mi caso, pienso que todavía me queda mucho por aprender pero la manera de entender la docencia más allá de los roles tradicionales de profesor y alumno. Esta mañana leí un artículo que decía que los grados y máster de formación de profesorado son escasos. Personalmente no creo que sean escasos sino anticuados, el constructivismo no es tan reciente y aun así muchos profesores no saben lo que es, o si lo saben a nivel teórico no lo saben a nivel práctico. El conductismo sigue vigente en la mayor parte del currículo.
Mi enfado de la semana pasada venía precisamente de un texto que comparaba la escuela con el resto de organizaciones formales. A parte de que los autores no se ponían de acuerdo en si eran iguales o no, las investigaciones más recientes eran del 1998. No entiendo mucho de educación pero algo, aunque sea poco, ha cambiado la educación. No es lo mismo la educación en Oriente que en Occidente y eso tampoco se tenía en cuenta.
Uno de los aspectos sobre los que hablaba el texto era que no se podía calificar la eficacia de la escuela. Menos mal que no se puede, sino estaríamos obsesionados por estar en los primeros puestos del Informe PISA, dar un libro de texto en un curso académico, sobrecargar a los niños de actividades curriculares todos los días y no tener en cuenta ni al profesor ni al alumno en los cambios educativos que hemos tenido en los últimos años.
En la carrera cambié mi manera de entender la enseñanza desde la perspectiva del alumno hasta la del profesor, pero en el máster está siendo una visión compartida y cíclica.
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