miércoles, 9 de noviembre de 2016

La curiosidad mató al gato



Iba a titular al post "Yo maté al gato" porque según mi madre no hay nada que se me ponga por delante. Si quiero hacer algo lo hago. Quizá más cuando era pequeña no tenía miedo a nada y para ella hacía cosas que no eran normales, ese tipo de cosas que necesitas pensar antes de hacerlas pero que yo no hacía.

Soy la pequeña de tres hermanos: el mayor era muy tranquilo en comparación con los demás, el mediano era más activo que el mayor pero no tanto como yo y yo era mucho más activa que los otros dos juntos. Ante una misma norma no escrita el primero no hacía falta saberla para cumplirla, el mediano necesitaba saberla para poder cumplirla y a mí me daba igual saberla porque no la cumplía.

Al menos eso dice mi madre, considero que soy curiosa pero además soy muy pragmática y escéptica. El problema viene con cómo gestiono eso porque no siempre es fácil. Esa es una faceta de mi vida personal, no sé si de mi personalidad o de mi identidad porque no sé qué es cada cosa, que se encuentra muy viva en mi yo docente y eso me condiciona a priorizar un tipo de aprendizaje que varía en función de quién, de cómo, del proceso y de lo que estemos aprendiendo en cada caso.

Por ejemplo, uno de los motivos por los que no me gustaba el instituto y me consideraban y consideraba mala estudiante  era que obtenía malos resultados como consecuencia de que las asignaturas que suspendían eran muy teóricas y muy poco  prácticas. No sé hasta qué punto las clases eran así o yo consideraban que eran así. Recuerdo que Historia era una de las asignaturas que más me costaba precisamente porque era muy rígida, muy teórica y muy secuencial. En el momento en el que te saltaras un paso no valía para nada, o al menos eso pensaba. 

Pero no sólo soy curiosa, escéptica y pragmática sino que poder aprender algo necesito comprenderlo. Mi memoria no es mi fuerte, de hecho para los nombres soy malísima y para las caras peor. Este fin de semana he estado repasando con unos amigos conceptos y problemas de Matemáticas II (una asignatura de la carrera) y no era capaz de explicarles problemas que no sabía hacer, al menos no de manera autónoma. 

Esa incertidumbre se resuelve de maneras diferentes: o lo resolvemos entre los 3 o lo saltamos. Para mí, una de las ventajas que tienen las matemáticas que te permiten cierta flexibilidad a la hora de comprender un problema y obtener el mismo resultado aunque se haya realizado de diferente manera. 

Cuando tengo clase no soy demasiado directa a la hora de dar la solución a un problema: primero porque me da igual si el resultado es el que tiene que dar o no, segundo porque si tienes el resultado vas a hacer todo lo posible porque te dé ese resultado y tercero porque un pequeño error en el proceso hace que el resultado final esté mal.

Creo que no hay profesores buenos o malos, hay profesores más afines a lo que consideras que es aprender y otros que no son tan afines. Eso, en cierta manera, condiciona tu manera de concebirte a ti como alumna en respuesta a cómo te concibe el profesor y por lo tanto la relación entre ambos.

Es curioso porque puedes enseñar algo que has aprendido pero no puedes aprender algo que has enseñado. Al menos para mí el hecho de enseñar va más a allá de aprender algo pero que está condicionado con la manera que tenemos de aprender. Tendemos a enseñar como somos capaces de aprender pero aprender a cómo enseñar es mucho más complicado. No siempre somos conscientes de que estamos aprendiendo y tampoco lo somos cuando estamos enseñando. 

Como profesora siempre tengo muy presente que no sólo tengo que enseñar contenidos (antes de enseñarlos tengo que aprenderlos otra vez) sino que priorizo el aprender a aprender y el aprender a enseñar. Aprender lo relaciono con saber y enseñar con comprender. Por ejemplo, puedes saberte una fórmula pero no saberla aplicar o no comprenderla. Entonces, ¿para qué te sirve aprender si no lo puedes enseñar?

Si eres capaz de enseñar algo, puedes comprender que el aprendizaje es una consecución de cambios estructurales en la manera en la que damos sentido a lo que nos rodea. Es un proceso vivo que  carece de sentido sino te enseñan a aprender de él. El sentido que cada uno le da es único e igualmente válido. No hay unas reglas objetivas que se cumplan siempre, por mucho que pueda parecer que sí. 

Mencionaba antes la cuestión de la personalidad o la identidad como una construcción que cada uno elabora en función del contexto en el que se encuentre, cómo se gestione, cómo se considere a sí mismo, cómo le hayan influido los demás a la hora de comprender el mundo que le rodea, etc. Es decir, la identidad/personalidad y el aprendizaje/enseñanza son procesos paralelos que se necesitan mutuamente, o al menos eso considero.

En la sesión del lunes de  ADP, me llamó la atención que cada grupo tendíamos a homogeneizar el aprendizaje en función de con quién estuviéramos compartiendo lo que íbamos a enseñar. Es como si estableciera una serie de reglas no escritas en la que unos enseñaban a los otros en función de cómo se había expuesto el primer ejercicio, como si tuviéramos que seguir el mismo esquema  la hora de plantear la clase.

En ese momento no te cuestionas sobre cómo lo haces, sino que te limitas a repetir el patrón que se ha consensuado. 

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