martes, 29 de noviembre de 2016

Conexiones inesperadas

Llevo unas semanas pensando en cómo me comporto en cada una de las asignaturas del máster y me he dado cuenta de que en ciertas ocasiones me aburro mucho. Hay asignaturas en las que me pasa eso desde el principio de curso y otras que no es habitual que me aburra. Creía que era por el hecho de quién impartía la clase pero ayer me di cuenta de que era el cómo la dan.

Siempre que doy clase le doy muchas vueltas a cómo dar los contenidos y para ello tengo que tener en cuenta los diferentes tipos de aprendizaje que hay, los aprendizajes que priorizan las personas con las que voy a trabajar y cómo puedo aplicarlo a ciertas cuestiones que quiero trabajar de manera específica. 

La sesión de ayer de ADP fue... aburrida en general. Reconozco que no me gustó primero porque para mí el aprendizaje es un concepto muy complejo y subjetivo y segundo porque era una clase magistral, o al menos la entendí como tal.

Aprender es un concepto tan tan abierto que no se puede contextualizar en el ámbito educativo o en un ámbito en concreto. Si no aprendes nada, estás perdido. Otra cosa es cómo lo aprendas y para ello hay diferentes tipos de aprendizajes que se encuentran influidos por el contexto en el que surgen. 

Ayer le puse nombre oficial a cómo aprendo yo, aprendo conectando, porque mi manera de aprender es estableciendo conexiones, entre lo que creo saber y la información nueva, entre lo que pienso saber y  lo que piensan otros. Es precisamente en ese concepto que tengo del aprendizaje en el que los tipos de aprendizaje se influyen unos a otros. 

Por ejemplo, en la carrera tenía un asignatura que era didáctica de las matemáticas. Había varias estrategias para resolver un problema y a la hora de explicar cómo resolvías el problema tenías que especificar que estrategia estabas utilizando. Sinceramente era lo que más me costaba porque conectaba unas estrategias con otras y no era capaz de decantarme por una o por otra. 

Sabiendo que mi manera de aprender está influido por las conexiones que establezco entiendo que ese aprendizaje es situado en la medida en la que está contextualizado en un momento concreto y también es un aprendizaje significativo porque yo soy quien le da sentido y quien aporta un nuevo valor a lo que estoy haciendo. 

El principio de la sesión no estuvo mal pero el resto fue muy limitante, al menos tal y como entiendo yo el aprendizaje, porque la manera de enseñar  más transmisiva por parte del profesor y más pasiva por parte del alumno choca mucho con lo que hicimos otros días. Incluso fuera de esa asignatura.

Algo que me dio que pensar sobre cómo estaba entiendo y sintiéndome a lo largo de la sesión en comparación con otros días y qué estaba influyendo en eso: la relación que tuviera con el profesor, la manera en la que estaba explicando, la diferencia entre mis conexiones de lo que implica aprender en comparación con lo que estaba explicando, el hecho de que no pudiera concentrarme porque algo me preocupaba fuera del máster, los cambios en mi manera de atender a la asignatura o no, los procesos de conexión, desconexión y reconexión por los que pasé a lo largo de la sesión...

Volviendo a los tipos de aprendizaje y a los paradigmas educativos, pienso que cualquier aprendizaje es situado porque no puedes entender el paradigma conductual sin saber los motivos por los que surgió. Creo que es necesario saber el significado que tenían los aprendizajes que surgieron en ese momento para comprenderlos totalmente. 

Mi manera de clasificar y dar sentido a lo que yo entiendo por aprendizajes es muy diferente a la planteada en la sesión de ayer en función de los paradigmas y de las actuales tendencias en el aprendizaje. La manera de estructurarlas era diferente pero en cuanto a contenido era igual. Y  eso me produjo un desajuste en mi concepto y mis conexiones entre los distintos tipos de aprendizaje.

Uno de los aspectos que mencionaba antes sobre el aprendizaje es que es subjetivo y para mí es una de las grandes ventajas del aprendizaje. Todos hemos aprendido algo y sabemos explicar, en mayor o menor medida cómo aprendemos, independientemente del nombre que le asignemos, pero somos capaces de hacerlo. El nombre es lo de menos, al menos para mí. 




domingo, 27 de noviembre de 2016

Hablar sin pensar

Hace un par de semanas, repasando un examen de Música con la niña, respondimos a las preguntas que previamente le habían dicho que entrarían en el examen. La primera pregunta era definir el canto gregoriano. Lo curioso es que dentro de la definición había varios conceptos implícitos que no estaban desarrollados.

Antes de repasar algo, antes de poner en palabras lo que estamos haciendo, siempre intento hacer pensar sobre lo que se va a poner. Primero para saber si se entiende lo que se pone y segundo porque considero que la única manera de aprender algo es explicándolo con tus propias palabras. 

Así que cuando estábamos definiendo le pregunté qué significaban los otros dos conceptos que estaban implícitos en la definición. A lo que ella me respondió "Pero eso no te lo pregunta". Lo cierto es que razón no la faltaba pero seguía sin poder dar sentido a lo que conlleva el concepto en sí. Algo que para mí era más importante que la pregunta en sí. 

Esto me dio que pensar porque normalmente estamos acostumbrados a responder de manera escueta cuando nos preguntan sobre un concepto que puede ser más o menos subjetivo pero que no deja de estar influido por otros conceptos y darle un sentido u otro depende de quién responda a la pregunta. 

Por ejemplo, en ese caso la respuesta de la niña eran 2 líneas y la que pusimos finalmente eran más. La suya se limitaba a copiar la definición que venía en el libro de texto (como si fuese el que marca la directrices y no puedes salir de ahí) y la que elaboramos entre las dos incluía cuestiones que iban más allá de la propia definición, es decir, tenía más información que la definición que proponía el libro. 

Para mí, eso es uno de los grandes problemas en educación, los libros de texto. No sólo el recurso en sí que me parece una manera absurda de perder dinero porque no me parece normal que se cambien tan a la ligera en tan poco tiempo, sin cambiar más que los colores... Sino que parece que los libro se han convertido en un recurso esencial en educación, sin el cuál el profesor se encuentra perdido, al igual que las familias y los alumnos.

Es como si no pudieras pensar, reflexionar o explicar los contenidos sin un libro de texto. Para mí, no tienen ningún tipo de validez educativo más allá de proponer actividades que se encuentran a un cierto nivel que se asume que tienen todos los niños a esa edad. Eso es mucho asumir. Pero bueno, esa es sólo mi opinión. 

En la sesión del lunes de ADP, estuvimos tratando en mayor o menor medida este tipo de cuestiones que van más allá de los contenidos, de las metodologías y de los recursos de los que dispone la escuela. Trabajamos sobre cuestiones relacionadas con las diferentes maneras de entender el aprendizaje en función de los paradigmas educativos que existen. El hecho de que exista diversidad de paradigmas no quiere decir que unos sean mejores que otros, simplemente son diferentes. 

Además, uno de los aspectos que creo que es muy importante a la hora de dar valor a la educación en general y a la profesión docente en particular, es que parece que todo el mundo tiene derecho a opinar sobre educación sin saber realmente lo que es. Para mí, la educación no es juguete que cuando no funciona se debe tirar y comprar otro y echar la culpa a quien ha construido el juguete o a quien ha jugado con él. 

No sé qué día de esta semana, leí un artículo que una profesora de secundaria había escrito sobre un anuncio que una famosa empresa de muebles que habla sobre los deberes, entre otros temas de educación. El artículo no tiene desperdicio, pero lo que más me llama la atención del anuncio es que una empresa que hace muebles, y que ni siquiera es de este país, opinando sobre la educación. Y me pareció el colmo de los colmos.

Me pareció gracioso la primera vez que lo vi pero cuando me planteé el sentido que tenía ese anuncio, lo que transmitía directa e indirectamente me di cuenta de que no era más que otra institución o empresa subiéndose al carro de lo que se entiende en este país por educación. "Los profesores son los mejores pagados", "A las 14:00 dejan de trabajar", "Se cogen todos los puentes", "Tienen 3 meses de vacaciones". A mí que me digan de dónde se sacan esa información porque no conozco a ningún profesor que haga eso. 

Me parece de risa que todo el mundo se haga como que sabe de educación. Todos hemos sido alumnos, pero eso no hace que sepamos sobre educación. Estoy de acuerdo en que tanto la educación como la sanidad son los pilares más importantes, pero no se trata igualmente a un médico que a un profesor. Y eso me molesta. 

Acorde con esto, hay profesores que se consideran "antipedagogos". Como si un profesor, o cualquier persona, pudiese enseñar algo sin pedagogía. Por cierto, la RAE denomina pedagogía como: 

1. f. Ciencia que se ocupa de la educación y la enseñanza
2. f. En general, lo que enseña y educa por doctrina o ejemplos.

Según lo que yo entiendo por pedagogía, un profesor no puede ser "antipedagogo", ni ninguna persona que enseñe porque aunque no tengamos un título acreditativo todos podemos y hemos enseñado algo de una manera o de otra. Cómo se enseñe o eduque es otra cosa, pero creo que todos en algún momento hemos enseñado algo aunque no tengamos conocimientos en pedagogía. Si tuviéramos esos conocimientos en pedagogía lo haríamos de otra manera o no, pero tendríamos más información al respecto.

A lo que iba es que es imposible que un profesor, o cualquier persona, sea "antipedagogo". Otra cosa es lo que se entienda por pedagogía. Y más entendiendo que los que se autodenominan "antipedagogos" defienden una enseñanza tradicional en el que  es el profesor quien ostenta el saber y los alumnos tienen que aprender de él. Eso no deja de ser una pedagogía. 

Ser "antipedagogo" no implica defender una visión más conductista de la educación, al menos no para mí. No hay pedagogías buenas ni pedagogías malas, son buenas o malas en función de quién las mire.  



domingo, 20 de noviembre de 2016

Roles asumidos



En estas primeras sesiones de ADP me ha dado que pensar respecto a los roles que asumo cuando soy la profesora y cuando soy la estudiante. Siempre he tenido muy marcado el rol de estudiante pero uno de los aspectos más positivos que tiene la docencia es que te permite plantear, secuenciar, estructurar y considerar tus clases como quieras. Y eso es un arma de doble filo.

Será porque no estoy acostumbrada a prepararme las clases pero siempre que doy clases me siento libre a la hora de enseñar algo. Hay conceptos que sé y puedo tener mayor o menor complejidad para explicarlos de maneras más o menos dinámicas pero luego hay otros conceptos que no conozco tanto pero que me permiten estar mucho más activa durante la clase. Lo sepa o no lo sepa el concepto no suelo ser demasiado directa a la hora de explicar algo. Doy pistas pero no doy recetas, a no ser que no se entiendan.

El jueves, repasando en las clases particulares un examen de tecnología "creativa", precisamente salió el tema de cómo repercute la manera de dar clase de un profesor en la manera de aprender y entender la asignatura de los alumnos. La niña se quejaba porque una de las preguntas del examen eran una serie de fases que se tenían que aprender pero que no habían utilizado o dado utilidad más allá del examen. 

No le quito razón porque además me parece una buena justificación, pero eso de que no lo había utilizado sabía que era mentira porque el curso pasado hizo un trabajo teórico-práctico sobre eso. Y parece que lo comprendió, al menos supo situar ese aprendizaje en un contexto real. 

Me encantó ese detalle primero porque es capaz de diferenciar entre varios tipos de aprendizaje, aunque no sé si es del todo consciente, segundo porque está empezando a dar sentido a aquello que aprende y no se limita a memorizar, sino que lleva a cabo procesos mentales más complejos y tercero porque parte de la culpa de todo eso la tengo yo. 

No suelo ser buena memorizando aquello que aprendo pero si le doy sentido y utilidad no lo suelo olvidar. Siempre que doy clases intento fomentar ese tipo de procesos que generalmente no son tan utilizados porque requieren de más tiempo pero cuyos resultados son más duraderos, al menos para mí.

El problema viene cuando asumo el rol de estudiante porque me cuesta más adaptarme a la manera en la que enseñan los profesores. Mis clases las tomo como desafíos y con un alto nivel de motivación pero no todos los profesores lo hacen de la misma manera. No todas las clases me generan desafío como una manera de estar motivada a aprender a algo, aunque crea que lo sepa o que me va a resultar relativamente fácil. 

Igual que como profesora tengo estrategias para motivar, gestionar el tiempo y empatizar con los alumnos, asumo que los profesores también lo hacen. No sé si lo que hago está bien o mal, porque eso depende de muchos factores que puedo controlar y otros que no.

Hace unos post comentaba que una profesora me dijo que enseñamos como nos han enseñado, es decir, repetimos patrones de enseñanza desde una perspectiva de alumnos a la de profesores pero creo que también es al revés. Por ejemplo, como profesora me gustaría que me enseñaran como enseño yo, en parte porque normalmente los profesores no tenemos feedback de lo que hacemos. 

En mi caso, pienso que todavía me queda mucho por aprender pero la manera de entender la docencia más allá de los roles tradicionales de profesor y alumno. Esta mañana leí un artículo que decía que los grados y máster de formación de profesorado son escasos. Personalmente no creo que sean escasos sino anticuados,  el constructivismo no es tan reciente y aun así muchos profesores no saben lo que es, o si lo saben a nivel teórico no lo saben a nivel práctico. El conductismo sigue vigente en la mayor parte del currículo.

Mi enfado de la semana pasada venía precisamente de un texto que comparaba la escuela con el resto de organizaciones formales. A parte de que los autores no se ponían de acuerdo en si eran iguales o no, las investigaciones más recientes eran del 1998. No entiendo mucho de educación pero algo, aunque sea poco, ha cambiado la educación. No es lo mismo la educación en Oriente que en Occidente y eso tampoco se tenía en cuenta.

Uno de los aspectos sobre los que hablaba el texto era que no se podía calificar la eficacia de la escuela. Menos mal que no se puede, sino estaríamos obsesionados por estar en los primeros puestos del Informe PISA, dar un libro de texto en un curso académico, sobrecargar a los niños de actividades curriculares todos los días y no tener en cuenta ni al profesor ni al alumno en los cambios educativos que hemos tenido en los últimos años. 

En la carrera cambié mi manera de entender la enseñanza desde la perspectiva del alumno hasta la del profesor, pero en el máster está siendo una visión compartida y cíclica.    

jueves, 17 de noviembre de 2016

Estrategias de afrontamiento

Hace casi 2 años empecé mi primera beca de investigación. No sabía mucho sobre el tema pero me resultó muy básico a simple vista, luego la cosa se complicó. Tampoco tuve mucho tiempo para leer las investigaciones que se habían realizado sobre el burnout en profesores, pero con 3 o 4 fui haciéndome a la idea de lo que más o menos podría implicar y significar. Con eso poco que sabía me iba defendiendo.

El problema vino después de leer más investigaciones porque me di cuenta de que era muchísimo más complejo de lo que me imagina inicialmente. Cada lectura nueva aportaba información novedosa respecto a la idea que tenía al principio y eso me descolocaba mucho. Leí mucho y relativamente todo parecía tener sentido individualmente pero cuando intenté juntarlo en mi TFG (una revisión teórica sobre el síndrome y sobre las investigaciones en diferentes niveles del contexto educativo), surgieron muchas muchas muchas muchas dudas sobre la posición en la que me encontraba respecto a lo que había leído. 

La mayoría de las investigaciones sobre burnout están basadas en cuestionarios como el de Farber o el de Maslach que se encargan de medir una serie de factores que se relacionan con el desarrollo del síndrome (desarrollo unidireccional, si es que eso existe). A partir de esos datos obtenidos se consigue una especie de imagen estática de cómo se encuentra la persona en cuestión en cuanto a su desempeño profesional. 

Para mí este tipo de entrevistas carecen de importancia si no se acompañan de una reflexión personal, es decir, de que me sirve saber que no me siento desarrollada profesionalmente en mi trabajo si no sé cómo cambiarlo. Con esto no quiero decir que otro tipo de entrevistas más cualitativas estén focalizadas en dirigir o enseñar a alguien a cómo gestionarse la manera que tiene de enfrentarse a sus problemas, sino que un clima de reflexión favorece la toma de decisiones y permite ser más consciente de lo que uno piensa en un momento concreto. Esa necesidad de procesar y de aprender de las experiencias que has vivido.

En total hice  4 entrevistas, cada una diferente a la otra en cuanto a contenido y en cuanto a la manera de contar su desarrollo profesional. Para mí, la pregunta más importante de la entrevista es cómo afrontan los incidentes críticos y los fracasos laborales porque creo que la clave para no "quemarse" laboralmente está precisamente en las estrategias de afrontamiento que tenemos. 

Al principio sí que somos más conscientes de estas situaciones, sobre todo de los incidentes críticos pero cuando se repiten a lo largo del tiempo empezamos a automatizar la manera de afrontarlos. Puede ser que la estrategia te ayude a evitar ese conflicto y puedas erradicarlo o puede ser que la estrategia no funcione y el conflicto se repita una y otra vez, provocando que tu interpretación de la situación  ya no sea de incidente crítico sino de un fracaso laboral. La situación sigue siendo la misma, o a ti te lo parece, pero tú no lo afrontas de la misma manera. 

Eso precisamente me pasó el lunes. Es curioso porque en la sesión de ADP estuvimos tratando el tema de una situación en la que el profesor enseña algo que no sabe y las estrategias de afrontamiento que puede utilizar: puede que finja saber del tema (porque se supone que es un experto) o dar una mayor responsabilidad a los alumnos en la clase y facilitar y desarrollar estrategias de investigación e indagación.  

Personalmente, como estudiante y como profesora me identifico con la segunda estrategia: primero porque soy muy escéptica respecto a que alguien sea experto en algo, segundo porque creo que el profesor no es el único que sabe y tercero porque creo que igual que el profesor finge saber algo, el alumno también puede fingir no saberlo. Quiero decir, un profesor se adapta a un alumno de la misma manera que un alumno se adapta a un profesor, en la manera que actúe uno va a actuar el otro, o al menos yo lo hago. Además, hay más personas alrededor como el resto de alumnos y el resto de profesores que también influye en la relación entre profesor y alumno. 

El caso es que en la sesión siguiente no me gustó una situación concreta y mi manera de afrontarlo fue enfadarme conmigo misma. No iba, ni voy, a conseguir nada contándolo y eso me molestaba. Independientemente de las causas por las que me molestó la situación (tampoco era la primera vez que me sentía así, y supongo que no será la última), tenía que afrontarlo de alguna manera.

Cuando estoy cabreada me da por hablar con la gente, no soy una persona que hable mucho, prefiero escribir, pero cuando estoy enfadada tengo que contárselo a alguien. Después de contarlo, antes me ayudaba hacer ejercicio físico intenso, pero como ya no puedo hacerlo he tenido que buscar otras estrategias como pintar, caminar sin un rumbo fijo, juegos, romper hojas (y si son de asignaturas que no me gustan mejor que mejor)... 

Por suerte o por desgracia no me duran mucho los enfados, así que el martes por la mañana como tenía que hacer recados cerca de la Universidad, me fui a dar una vuelta. Al ir fui por donde sabía ir. El primer recado lo hice rápido y el tercero también. Pero el segundo me costó más porque no sabía lo que tenía que hacer y no era complicado: quería imprimir unos apuntes. Por el camino, descubrí una biblioteca muy grande que han hecho en la universidad, no sabía siquiera donde estaba. Además para imprimir tenía que tener una tarjeta diferente a la que tengo de la universidad y hacer un par de cosas más. Pero como no me corría prisa, cuando conseguí imprimir me volví al despacho por otro camino diferente por el que nunca había ido. Y llegué.

Creo que eso es una asignatura pendiente  para todos; asumimos que siempre vamos a actuar de la misma manera ante las mismas situaciones, pero ni la situación es la misma, no la persona es la misma, o al menos sería peligroso que lo fuera. Pero para eso hay que pensar en ello, no dejar pasar el tiempo sino aprovechar esos momentos disruptivos para aprender de ellos. 



miércoles, 9 de noviembre de 2016

La curiosidad mató al gato



Iba a titular al post "Yo maté al gato" porque según mi madre no hay nada que se me ponga por delante. Si quiero hacer algo lo hago. Quizá más cuando era pequeña no tenía miedo a nada y para ella hacía cosas que no eran normales, ese tipo de cosas que necesitas pensar antes de hacerlas pero que yo no hacía.

Soy la pequeña de tres hermanos: el mayor era muy tranquilo en comparación con los demás, el mediano era más activo que el mayor pero no tanto como yo y yo era mucho más activa que los otros dos juntos. Ante una misma norma no escrita el primero no hacía falta saberla para cumplirla, el mediano necesitaba saberla para poder cumplirla y a mí me daba igual saberla porque no la cumplía.

Al menos eso dice mi madre, considero que soy curiosa pero además soy muy pragmática y escéptica. El problema viene con cómo gestiono eso porque no siempre es fácil. Esa es una faceta de mi vida personal, no sé si de mi personalidad o de mi identidad porque no sé qué es cada cosa, que se encuentra muy viva en mi yo docente y eso me condiciona a priorizar un tipo de aprendizaje que varía en función de quién, de cómo, del proceso y de lo que estemos aprendiendo en cada caso.

Por ejemplo, uno de los motivos por los que no me gustaba el instituto y me consideraban y consideraba mala estudiante  era que obtenía malos resultados como consecuencia de que las asignaturas que suspendían eran muy teóricas y muy poco  prácticas. No sé hasta qué punto las clases eran así o yo consideraban que eran así. Recuerdo que Historia era una de las asignaturas que más me costaba precisamente porque era muy rígida, muy teórica y muy secuencial. En el momento en el que te saltaras un paso no valía para nada, o al menos eso pensaba. 

Pero no sólo soy curiosa, escéptica y pragmática sino que poder aprender algo necesito comprenderlo. Mi memoria no es mi fuerte, de hecho para los nombres soy malísima y para las caras peor. Este fin de semana he estado repasando con unos amigos conceptos y problemas de Matemáticas II (una asignatura de la carrera) y no era capaz de explicarles problemas que no sabía hacer, al menos no de manera autónoma. 

Esa incertidumbre se resuelve de maneras diferentes: o lo resolvemos entre los 3 o lo saltamos. Para mí, una de las ventajas que tienen las matemáticas que te permiten cierta flexibilidad a la hora de comprender un problema y obtener el mismo resultado aunque se haya realizado de diferente manera. 

Cuando tengo clase no soy demasiado directa a la hora de dar la solución a un problema: primero porque me da igual si el resultado es el que tiene que dar o no, segundo porque si tienes el resultado vas a hacer todo lo posible porque te dé ese resultado y tercero porque un pequeño error en el proceso hace que el resultado final esté mal.

Creo que no hay profesores buenos o malos, hay profesores más afines a lo que consideras que es aprender y otros que no son tan afines. Eso, en cierta manera, condiciona tu manera de concebirte a ti como alumna en respuesta a cómo te concibe el profesor y por lo tanto la relación entre ambos.

Es curioso porque puedes enseñar algo que has aprendido pero no puedes aprender algo que has enseñado. Al menos para mí el hecho de enseñar va más a allá de aprender algo pero que está condicionado con la manera que tenemos de aprender. Tendemos a enseñar como somos capaces de aprender pero aprender a cómo enseñar es mucho más complicado. No siempre somos conscientes de que estamos aprendiendo y tampoco lo somos cuando estamos enseñando. 

Como profesora siempre tengo muy presente que no sólo tengo que enseñar contenidos (antes de enseñarlos tengo que aprenderlos otra vez) sino que priorizo el aprender a aprender y el aprender a enseñar. Aprender lo relaciono con saber y enseñar con comprender. Por ejemplo, puedes saberte una fórmula pero no saberla aplicar o no comprenderla. Entonces, ¿para qué te sirve aprender si no lo puedes enseñar?

Si eres capaz de enseñar algo, puedes comprender que el aprendizaje es una consecución de cambios estructurales en la manera en la que damos sentido a lo que nos rodea. Es un proceso vivo que  carece de sentido sino te enseñan a aprender de él. El sentido que cada uno le da es único e igualmente válido. No hay unas reglas objetivas que se cumplan siempre, por mucho que pueda parecer que sí. 

Mencionaba antes la cuestión de la personalidad o la identidad como una construcción que cada uno elabora en función del contexto en el que se encuentre, cómo se gestione, cómo se considere a sí mismo, cómo le hayan influido los demás a la hora de comprender el mundo que le rodea, etc. Es decir, la identidad/personalidad y el aprendizaje/enseñanza son procesos paralelos que se necesitan mutuamente, o al menos eso considero.

En la sesión del lunes de  ADP, me llamó la atención que cada grupo tendíamos a homogeneizar el aprendizaje en función de con quién estuviéramos compartiendo lo que íbamos a enseñar. Es como si estableciera una serie de reglas no escritas en la que unos enseñaban a los otros en función de cómo se había expuesto el primer ejercicio, como si tuviéramos que seguir el mismo esquema  la hora de plantear la clase.

En ese momento no te cuestionas sobre cómo lo haces, sino que te limitas a repetir el patrón que se ha consensuado. 

lunes, 7 de noviembre de 2016

Escuchar con la mirada




No sé cómo empezar el post, quiero escribir tantas cosas que no soy capaz de encontrar un hilo conductor para juntar todo en uno sólo. Últimamente tengo la sensación de que no paro de hacer cosas, ya sean de la investigación, del máster o de las clases particulares, pero como no tengo casi tiempo entre unas y otras voy acelerada y no le saco tanto partido a como lo hacía el año pasado.

También porque este año le estoy dando más importancia al máster y a la investigación. Con a investigación me cuesta más estar al día porque tengo muchísimas tareas por hacer, pero como me lo tomo como una recompensa del día anterior lo disfruto más, cuando tengo tiempo de dedicarle tiempo. 

En parte porque ahora estoy empezando a comprender lo que implica, su complejidad y posibles actuaciones, más allá de lo que se hace actualmente, o al menos lo que he leído que se hace. Pero gran parte es porque estoy empezando a tomarme en serio, o ser más consciente, de aquello en lo que quiero convertirme y, lo más importante, en lo que no. 

Los miércoles y los jueves, además de tener pocas clases del máster, son los días de la semana que más me gustan: primero porque tengo clases con mi niña y segundo porque empiezo a dar sentido, a construir y a elaborar mis propios apuntes, mentales, estableciendo relaciones entre las asignaturas que he dado o estoy dando y en la importancia que esas relaciones tienen para mi futuro profesional.

Hay veces, cuando me acuerdo o cuando tengo tiempo en clase, escribo con qué se relaciona o que implicaciones puede tener en mi futuro un concepto o un proceso concreto, es decir, aspectos que debería y querría tener en cuenta a la hora de dar clase y que en algunas ocasiones hago sin ser consciente de que las hago. 

Pero hay otras veces que no lo hago y se forma una especie de nube que se mantiene durante un tiempo y, en el mejor de los casos, termina despejándose esas dudas o esa falta de conexiones. O en el peor de los casos ni establezco conexiones directamente, por lo que de nada me sirve, al menos a largo plazo.

La causa principal de esa ausencia de conexiones es la motivación en mi caso, aunque también es la funcionalidad que veo a eso que aprendo. 

Esta mañana, transcribiendo unas entrevistas,  cuando me equivocaba y utilizaba el corrector, me ponía nerviosa por el hecho de ver cómo se movía e incluso escuchaba el ruido que hacía al moverse. Era imposible que lo escuchara porque estaba con los cascos puestos pero era capaz de escucharlo. Aún sabiendo que no lo podía escuchar, podía escucharlo como si no tuviera los cascos puestos. 

El sábado, leyendo un resumen del módulo I de ADP, me di cuenta de varias cosas. El texto estaba escrito de tal manera que te hacía reflexionar sobre aspectos que normalmente no se aprenden por medio de una definición, o al menos en mi caso es más fácil de aprenderlos en la práctica que por medio de una definición y siempre los he relacionado con una experiencia previa que tuviera o en su defecto en un caso práctico.

El caso es que mientras lo leía, me tomaba mis tiempos a la hora de entender ciertos conceptos o conexiones porque para mí no eran tan fáciles de conectar o no eran tan obvias dichas relaciones. Por el contrario establecía otras conexiones que no se concretaban en el texto y por tanto me resultaba un tanto inciertas por el hecho de no estar presentes en el texto, aunque eso no implicara necesariamente que esas relaciones no sean válidas.

No sé si por el hecho de ser un tema que tengo asumido o creo entender desde mi propia perspectiva, pero me llamó la atención el hecho de aquello que leía tenía sentido o no en función de mi experiencia como profesora, como alumna y de mi formación tanto del grado, como del máster y de mi formación trasversal.

Quiero decir, para mí, ese texto implica, conlleva y significa ciertas concepciones con las que puedo o no estar de acuerdo pero están ahí. Para mí no existe una manera de aprender correcta porque se encuentran contextualizadas en  un momento determinado y con un objetivo concreto. De la misma manera que no hay técnicas puras de aprender, unas se influyen, se conectan, se vinculan con otras en función de lo que entiendas que son. 

En la carrera una profesora me dijo que enseñamos como nos han enseñado a nosotros, es decir, repitiendo el mismo patrón, pero yo creo que no del todo. Tengo claro que el hecho de tener un profesor que te guste como da clase repercuta en el hecho de querer ser como él profesionalmente y como alguien que consideres que es un mal profesor, pero eso no implica que vayas a ser como ese profesor al que te quieres parecer. Facilita y condiciona un tipo de profesor, una manera de entender la educación y la relación entre profesor y alumno pero no implica necesariamente que te conviertas en ese profesor.

Si fuera tan fácil, no existiría la docencia. Lo que le funciona a uno ni implica que le funcione a otro. De igual forma que cada uno aprendemos de manera diferente, cada profesor enseña a su manera. De hecho, para mí no se pueden dar el uno sin el otro. 

martes, 1 de noviembre de 2016

Pensar, sentir y actuar


Una de las asignaturas que más me ha sorprendido este año ha sido Psicología Social, en parte porque ha sido una de las pocas que he podido elegir y por otra parte porque es un limitada. De las 11 asignaturas del máster sólo he podido elegir dos optativas. 

Suelo salir muy confusa de esas sesiones porque se dan por hecho muchos aspectos que para mí no lo son tanto. Creo que hay una tendencia a generalizar conductas, comportamientos, sentimientos y pensamientos en ciertas culturas. Por ejemplo, asumir que los estadounidenses son más individualistas que los musulmanes por el hecho de haber nacido en una cultura determinada personalmente considero que es demasiado asumir.

Hace un par de semanas que dimos esos aspectos de cómo influye la cultura en la mente y la conducta humana, y precisamente este jueves tengo la exposición sobre ese tema. Me llama a atención que en el capítulo que leí tiene más importancia lo socialmente estipulado y esperado que la parte individual. 

Está claro que una persona no puede desarrollarse de manera aislada y necesita un contexto social y cultural en el interactuar y relacionarse, pero sin perder su identidad. Creo que no llego  entender lo que la identidad de una persona pero para mí implica el conjunto de experiencias y situaciones que le han convertido en la persona que es y no es un proceso que termine sino que se va dando sentido a sí mismo conforme pasa el tiempo. 

Entiendo que una persona no depende de una cultura exclusivamente para ser lo que es. Eso supone que las culturas son estáticas, que todos los miembros que pertenecen a una cultura son iguales. No solo dentro de una cultura, sino dentro de un país, dentro de una cuidad, dentro de un barrio o dentro de una familia. 

Personalmente considero que la cultura es una influencia para el desarrollo personal pero no la única. Dos personas pueden pensar/sentir/actuar igual y pertenecer a culturas diferentes.

Incluso una persona puede experimentar cambios en su actitud a la hora de abordar un problema a lo largo de su vida estando en una misma cultura. Hay ciertos rasgos que pueden ser culturales, y eso es muy debatible,  pero la gran mayoría son debidos a las experiencias que tenga cada persona, el sentido que cada una les dé, cómo sea capaz de gestionarlo, procesarlo y asimilarlo.

Quiero pensar que tengo capacidad de dar sentido a mi propia vida, a mis experiencias,  a mis  pensamientos,  a mi conducta y a mis emociones, pero no sé si tiene sentido que me encuentre sometida  mi cultura porque hay ciertos aspectos con los que no me siento identificada, bien porque les doy un sentido propio, a veces diferente al socialmente acordado o bien porque ni siquiera me planteo ciertas cuestiones porque son costumbres y acciones muy arraigadas. 

Indudablemente, la cultura influye pero no determina el desarrollo personal, profesional, social, emocional y evolutivo de una persona. O quiero pensar que no es así.