domingo, 30 de octubre de 2016

La tela de Penélope

Cuando iba al colegio, había cursos de informática y recuerdo que fui a uno. A principios de los 2000, tener un ordenador en cada aula no era concebible, a no ser que fuera en el aula de informática, en la biblioteca o en los despachos del equipo directivo. Casi 20 años después, rara es la clase que no tiene un ordenador. 

En el curso, nos enseñaron a utilizar el teclado, el ratón, el Word, el Paint y muy muy muy por encima la Encarta. Pero luego en otras asignaturas no tenías un ordenador y en casa, si lo tenías, tampoco le veías utilidad más allá de buscar una palabra o un acontecimiento que bien lo podías buscar en una enciclopedia que tuvieras por casa.

El jueves, en clase con la niña, estuvimos buscando términos o expresiones de la mitología griega tanto su origen como su significado actual. Buscábamos las dos a la vez, al menos al principio, sobre todo porque quería saber las estrategias que utilizaba a la hora de buscar información en internet.

No me sorprendió que siempre escogiera la primera entrada que salía al buscar en google, pero sí que dio que pensar. Mientras ella sacaba la información de la primera, yo buscaba otras posibilidades que no fueran "yahoo" o "wikipedia". Siempre hacíamos lo mismo, lo leíamos, y luego lo explicábamos con nuestras palabras. 

Las primeras veces, le iba diciendo yo las cosas que había encontrado y para no perder tiempo seguimos haciéndolo así: mientras yo buscaba la información ella pensaba lo que tenía que escribir. Me llamó la atención que después de leer me preguntara "¿Qué pongo?" a lo que yo siempre le respondía "¿Qué pondrías?". 

Sé que la tecnología forma parte de nuestras vidas pero creo que aún no somos capaces de gestionar, asimilar, procesar y administrar tanta información de cuanto disponemos. Damos por sentado que aquello que buscamos es correcto que ni siquiera nos cuestionamos su veracidad. 

Ahora es raro encontrarse una clase sin un ordenador, un proyector, una pizarra digital... Durante mis prácticas, no había ninguna clase que no tuviera recursos tecnológicos. No me parecería mal si se utilizase o si se le diese una utilidad dentro del aula. 

La manera de dar clase, de distribuir a los alumnos, de utilizar unos recursos u otros... no ha cambiado demasiado en los últimos años. Han ido surgiendo ciertos movimientos innovadores a la hora de entender cómo debe ser la escuela en relación a los cambios sociales, culturales e históricos, no en todas las escuelas ha sido así.

Me da la sensación de que como la tecnología es algo propio de la sociedad actual, la escuela tiene la obligación de responder a esas demandas y adaptarse a ella. No me parece mala opción siempre y cuando todas las personas tengas acceso a esos materiales.

Hay un programa informático que informa a los padres de los exámenes, los trabajos, las notas, las faltas de asistencia, etc..., al menos en Castilla La Mancha. Cuando estaba en el instituto, ya existía pero no de la manera en la que funciona ahora. Sinceramente, creo que es excesivo.

Esa falta de confianza y seguridad de los padres y de los profesores en los alumnos creo que no puede traer nada bueno. ¿Cómo puede ser que un padre se entere antes de los exámenes que tiene su hijo que su propio hijo? 

De la misma manera tampoco creo que la escuela, el instituto o la universidad deban desarrollar a personas que se desenvuelven un contexto social influido principalmente por la tecnología alejado de ella. Que se disponga de esos recursos no quiere decir que se tengan que utilizar obligatoriamente. Más sabiendo que la situación económica de algunas familias no permite tener internet o móvil. O simplemente porque los padres no quieran que si hijo de 12 años tenga móvil. 

Creo que actualmente tenemos cierta dependencia de la tecnología. No sabemos qué hacer sin un teléfono móvil o sin un ordenador. Me aplico el cuento porque siempre estoy pendiente del móvil y, aunque no lo quiera, el ordenador se ha convertido en un instrumento de trabajo. 

Posiblemente sea porque los martes acabo con un dolor de cabeza insoportable por utilizar luz artificial a todas horas, algo que sin duda es muy perjudicial para la salud ocular, pero creo que aunque haya ordenadores y móviles por todos los lados, no se ha producido un cambio educativo acorde con ese cambio tecnológico. Al menos yo no lo he vivido. Antes tenías un recurso de un esqueleto o de un corazón físico o en un póster y ahora está dinamizado, en el mejor de los casos por un vídeo de youtube. 

Quiero decir, el contenido sigue siendo el mismo pero no dejan de ser contenido conceptuales. Mi niña, en una se sus asignaturas del instituto, tiene los apuntes en una plataforma online. A nivel personal no encuentro diferencia a lo que se puede hacer sin eso. No dejan de ser libros, apuntes, actividades. 

Aunque tenga muy claro que la tecnología es un recursos más del que disponemos que, lo queramos o no, vivimos en esa sociedad digital, hay ciertos avances en el ámbito educativo pero no el suficiente. 

Personalmente, creo que lo que se consigue por un lado se "desteje" por otro. 



domingo, 23 de octubre de 2016

Los miércoles siguen siendo especiales

Aunque solo llevo unas pocas semanas en el máster, han sido muy intensas en cuanto a trabajo. En la carrera tenía como mucho 4 asignaturas en un cuatrimestre pero ahora tengo 7 en el mismo espacio de tiempo. 

No me quejo demasiado porque puede decirse que voy al día pero eso me quita mucho tiempo libre que antes tenía para desconectar del ordenador, de las asignaturas y centrarme en las clases particulares. Además, como el horario del máster es de tarde tuve que reubicar las clases particulares en los huecos que quedaban libres. 

Los miércoles es mi día preferido de la semana porque las sesiones de dos horas las disfruto mucho más que la de una hora. Pero este miércoles fue diferente: llegué media hora más tarde a la clase porque tenía una cosa que hacer del máster que al final no se pudo hacer (perdí casi una hora para nada) y estaba enfadada.

Los primeros minutos de clase siempre los utilizamos para hablar de nosotras mismas, antes de empezar directamente con los ejercicios. Así que le conté mi día, normalmente no suelo entrar en detalle pero cuando estoy enfadada me da por hablar. 

La verdad es que solo buscaba desahogarme con alguien y mientras le contaba el motivo de mi enfado su cara era un poema. Y no me extraña. 

A finales de junio, cuando ya tenía terminada la carrera, le dije que por fin era profesora de Primaria y a veces me llama "profe" pero normalmente me llama por mi nombre. Es muy curioso porque cuando habla de los profesores a mí no me incluye dentro de ese grupo de personas y en parte se lo agradezco porque tal y como considera a los profesores prefiero no serlo. Incluso en las prácticas del colegio tampoco me llamaban así. 

Aunque soy profesora de Primaria creo que no he tenido tiempo suficiente como para asimilar que lo soy. He dado clases, he estado varios meses en el colegio pero no considero que sea profesora. No me siento una profesora porque en cierta medida no me gusta las concepciones implícitas que tradicionalmente, y por desgracia también en la actualidad, esta profesión conlleva.

Precisamente el miércoles, haciendo unos ejercicios de notación científica la niña me dijo que no creía que supiera hacerlos porque no había estado en clase. Me sorprendió esa respuesta porque no sé en qué se basaba para decir eso. Pero en 3 minutos ya estaba haciendo ella sola los ejercicios. 

Algo parecido me pasó hace unos meses viendo un artículo sobre burnout en profesores  en el contexto de EEUU. Había varios modelos explicativos sobre los factores que afectaban al desarrollo del burnout en cada nivel educativo. Después de mirarlos durante más media hora, me di cuenta que había diferencias entre los modelos. A partir de ahí fue más fácil continuar pero sin ese paso previo de activación no podía seguir, no tenía sentido el artículo que estaba viendo. Durante el tiempo que estuve sin comprender lo que leía y veía me sentí mal porque no sabía a lo que tenía que atender pero luego me fijé en los valores y en cómo variaban (ese era el truco).

Todo tiene su truco pero la mayoría de las veces es mucho más importante descubrirlo, o que te ayuden a descubrirlo, que el hecho de decírtelo directamente. Puede que aunque te lo digan seas incapaz de verlo (que me lo digan a mi con lo "estadísticamente significativo").

Cuando no entiendes algo sientes agobio, angustia y sobrecarga porque no eres capaz de comprender algo que los demás si entienden. El día del "estadísticamente significativo" fueron dos: primero me lo explicó una persona y otro día me lo explicaron esa persona y otras dos. Los dos días me volví peor de como fui. No solo seguía sin entenderlo sino que además me sentía inútil. 

El año pasado leí un libro que me encantó sobre la relación entre un profesor y un alumno en un contexto muy diferente al educativo y en un momento de debilidad del profesor. Un chico había estudiado en una universidad y había establecido relación con un profesor con el que realizó varias investigaciones pero con el que había perdido la relación. Hasta que un día viendo la televisión vio que le estaban haciendo una entrevista a su "viejo" profesor sobre una enfermedad que tenía. A partir de ese momento decidió retomar la relación. 

El resto del libro no tiene desperdicio, sobre todo porque la manera en la que está estructurado un secuenciado el libro te hace conectar con experiencias propias. La relación que tienen ambos cuando se conocen en el contexto universitario es muy diferente a cuando se vuelven a encontrar. Pero creo que el vínculo educativo o académico se puede combinar con el personal e interpersonal.

Los límites entre lo que se debe enseñar y lo que no antes estaban muy marcados, muy estereotipados por la diferencia de roles entre los hombres y las mujeres, pero actualmente los roles no están tan marcados y fijados, la educación no es tan académica y rígida como lo era antes, al menos no debería serlo. Parece, o al menos es deseable, que la educación emocional va haciéndose un hueco en la educación académica y para mí es un paso esencial y necesario en el sistema educativo.

¿Por qué un niño no va a poder llorar cuando se siente mal y esa conducta es esperable en una niña? ¿Por qué no hay una asignatura específica y común para todos los alumnos que traten temas emocionales, personales y actitudinales?

Nunca he estado en una clase de Infantil pero creo que la educación emocional es más importante que en Primaria, al menos está presente. Pero en Primaria la educación en valores es un tema que se supone que está pero que no se ve más allá de resolver conflictos que tengan lugar en clase o en el recreo. Luego nos llevamos las manos a la cabeza con lo que pasa en Secundaria y cuando somos más mayores. 

El año pasado estuve en un colegio "cooperativo", al menos de eso predicaban porque era más competitivo que cooperativo. Ese precisamente es uno de los grandes dilemas educativos actualmente: las personas necesitan estar con contacto, ayudarse, tener metas comunes y no pisarse los unos a los otros. Pero la educación no siempre ayudar, incluso a veces entorpece la educación social. 

Por eso, la docencia va más allá de un aula, de un centro educativo, de una localidad o de un país. Para mí ser profesora implica tener en cuenta mucho más aspectos que los alumnos que tengo, las diferencias entre ellos, las capacidades que poseen, saber qué puedo y qué no puedo hacer, cómo lo quiero hacer y por qué lo quiero hacer... es tener en cuenta un marco mucho más amplio en el que puedes influir como el interpersonal y el intrapersonal. Creo que hay dos tipos de profesores: los que te enseñan contenidos y los que te enseñan actitudes. Los primeros solo quieren que aprendas (memorices) algo y los segundos quieren que sepas utilizar lo que has aprendido a diferentes niveles que el educativo o académico. 


jueves, 20 de octubre de 2016

¿Azul verdoso o verde azulado?



¿Qué color es? Mi profesora de filosofía de Bachillerato tendría una respuesta mucho más objetiva de la que tenemos en mi familia, pero lo cierto es que el gran dilema a la que nadie sabe responder, al menos no nos ponemos de acuerdo para saber si ese color es verde o azul.

Para mi prima y para mí es azul pero para mi madre y mi tía ese color es verde. Las cuatro sabemos que el azul es azul y el verde es verde, pero como ese está entre los dos colores no hay consenso hasta que llega mi padre y dice que es azul aquamarina. Aparentemente parece que se decanta por el azul pero no, es azul aquamarina. 

Esto viene a que el otro día en ADP organizamos los dibujos que hicimos la sesión anterior (una representación de nosotros mismos como profesores). Entendí mal lo que había que hacer y en lugar de organizar los dibujos en clase lo hice antes de la clase de una manera muy diferente a la de ese día, no sólo porque me salieron más clasificaciones sino porque estaba atendiendo a otros aspectos que, para mí, tenían que ver con la docencia.

De las 3 clasificaciones que obtuve, dos se centraban en lo que habían o no habían dibujado y otra estaba condicionada por inferencias que hice de lo que para mí significaba el dibujo. 

Cuando lo estaba haciendo, me acordé del TFG y de lo que me inventé para poder hacer correlaciones entre las categorías, las especialidades y el género (ya que era información con la que contaba). Pero no saqué nada en claro, sobre todo porque cuando lo estaba haciendo me daba cuenta de que eso era irrelevante para el ejercicio, o al menos en las categorías del grupo no se tuvieron en cuenta. 

Personalmente me resultó más fácil hacer la clasificación individualmente que en grupo porque al hacerlo yo solo contaba con mi punto de vista sino que también los otros tenían su propio punto de vista. Ya es complicado hacer inferencias o interpretar lo que alguien interpreta que es ser profesor y tener más puntos de vista que interpretan un representación subjetiva no ayuda. 

Al principio teníamos que identificar las grandes categorías de la clasificación y eso fue relativamente fácil con los primeros dibujos pero conforme seguíamos con la clasificación encontrábamos matices y un mismo dibujo podía pertenecer a uno u otro. Podíamos haberlos incluido en los dos o en ninguno pero decidimos que sería mejor incluirlos solo en uno. 

Cuando íbamos por la mitad de las imágenes las categorías estaban más estabilizadas y definidas, por lo que tuvimos que repasar aquellas en las que dudábamos y redistribuir ciertos dibujos que no teníamos claro donde incluirlos. De hecho, dos de ellos pertenecían a una categoría que se llama "sin etiquetar".

Mientras hacia mi clasificación individualmente y vi mi dibujo pensé  qué pensaría otra persona si viese mi dibujo. Yo sé lo que quería expresar y el sentido que tenía para mí esa representación, pero no sabía si eso se iba a corresponder con lo que otro interpretara que era mi dibujo. Así que cuando estábamos haciendo la clasificación en grupo y llegó mi dibujo no dije nada porque creo que soy consciente de cómo soy como profesora pero no sé si actúo, siento y pienso en consecuencia.

Precisamente sobre eso, sobre las actitudes estuvimos hablando el otro día en PPS. A nivel personal creo que es un tema muy complejo porque puedes pensar de una manera actuar de otra y sentirse mal por haberlo hecho pero hacerlo de todas maneras. Puedes ser consciente de que no estás siendo coherente con lo que haces en función de como te sientes o piensas al respecto pero, aun así, seguir haciéndolo. 

Ser consciente de algo no siempre implica un inicio de cambio, puede que lo identifiques pero no quieras o puedas cambiar. 

Supongo que si el grupo me hubiera puesto en una categoría con la que no me sintiera identificada, mi actitud hubiera cambiado (diciendo que ese dibujo era mío y explicándolo, sintiéndome mal porque esa etiqueta no se relaciona con lo que quise representar en ese momento y pensando que no hice el dibujo como quería, aunque en realidad sí que hice como quería hacerlo). Pero yo también formaba parte de ese grupo por lo que tampoco podía hacer como que no sabía a qué categoría me iban a añadir. 

El dibujo que más problemas me trajo sin ninguna duda fue el mío, los demás eran relativamente más fáciles de etiquetar. Con los demás dibujos hacía inferencias de lo que podían significar, pero con el mío además de tener que incluirlo en una de las etiquetar, lo que para mí implicaba cierta pérdida de su significado global, contaba con el significado que le daba yo al dibujo en comparación al que los otros le podían hacer. 

Mi dibujo es simplemente eso, mi dibujo. Pero no se encuentra aislado, sino que todos los dibujos tienen sentido dentro de varios contextos: dentro de la asignatura, dentro del grupo-clase, dentro del día que hicimos el dibujo e influenciados todos ellos por nuestras experiencias, expectativas, conocimientos previos e inferencias de lo que es ser docente. 

Me costó mucho hacer el dibujo porque es una representación subjetiva de lo que soy, lo que quiero ser y lo que pienso en un momento determinado de lo que implica ser profesora.

martes, 11 de octubre de 2016

Edipo y Hércules

El domingo, después de comer, estaba haciendo zapping hasta que encontré la película de Disney de "Hércules". Aunque ya estaba empezada, la vi hasta que terminó. Siempre leo o veo algo relacionado con la mitología griega me acuerdo de mi profesora de Filosofía de Bachillerato. Era un recurso que utilizaba mucho para poder explicarnos la manera y los motivos por los cuales los autores de la Grecia clásica presentaban ese pensamiento. El caso es que viendo a Hércules me acordé de Edipo.

Pese a que los dos pertenecen a la mitología griega clásica, lo cierto es que los dos no pueden ser más diferentes. Son diferentes porque sus historias son diferentes, porque sus expectativas de vida son diferentes y porque sus experiencias son diferentes. 

Mientras que Edipo tiene un destino definido que se va a cumplir, aunque haga lo imposible para que no ocurra, Hércules aparentemente parece que se adueña de su vida porque aunque tenga un destino definido lo desconoce. ¿Qué hubiese sido de Hércules si supiese lo que iba a ocurrir? ¿Qué le hubiese pasado a Edipo si no lo hubiese sabido?

Intentado responder a esas preguntas, me di cuenta que muchas veces me encuentro en ese dilema: ¿qué hubiera sido de mí sin la universidad? y ¿qué sería de mi si supiera cuál va a ser mi destino?

Para responder a la primera pregunta, me valió con revisar lo que hicimos la semana pasada en Orientación académica y profesional (OAP) y para responder a la segunda me sirve lo que dimos el jueves en Principios de la Psicología Social (PPS). En la primera aprendes en base a tu experiencia y en la segunda aprendes en relación a tus influencias contextuales (sociedad y cultura).

Para mí, la gran diferencia entre las dos asignaturas residen precisamente en la experiencia. La cultura es un gran condicionante social, al igual que la sociedad, pero creo que no tiene sentido de hablar de cultura ni sociedad sin tener en cuenta la experiencia. 

Aunque la cultura y la sociedad no son procesos estáticos, sí que hay una tendencia a pensar que son heterogéneas e inmutables. Por ejemplo, no cabe duda que las culturas occidentales son muy diferentes a las culturas orientales pero justamente porque vivimos en sociedad y eso implica necesariamente movimiento cultural, no se pueden considerar culturas puras. 

Además, una de las ventajas que presenta la experiencia es que el concepto que cada uno tenemos de cultura cambia. He crecido dentro de la cultura occidental, más concretamente en la europea, en una zona donde el contacto entre la occidental y la oriental es más significativa por la escasa distancia entre España y Marruecos. Para ser exactos la distancia es muy pequeña, vista desde un avión.


Esa distancia, que tiene un valor de unos 20 km, varía de una persona a otra en función de la concepción que tengan sobre la cultura, la capacidad que tengan de diferenciarse de la propia cultura, la concepción que tengan de la otra cultura (vínculos emocionales y personales) y la manera en la que se relacionen con miembros de la propia cultura y de la ajena. Y eso solo te lo proporciona tu experiencia subjetiva. 

No sólo existe contacto social sino biológico: soy morena de ojos marrones y no puedo hacer como que no lo soy. Tengo muy claro que soy lo que soy porque mi cultura tiene implícitas una serie de valores, creencias y concepciones contextualizadas e influidas por otras culturas y por eso tenga la capacidad de diferenciarme de mi propia cultura y considerarla como un proceso complejo que ha necesitado tiempo para ser lo que es hoy en día y que no será la misma de aquí a unos años. La cultura va a cambiar lo quiera o no lo quiera yo, el hecho de notar el cambio, o querer notarlo, es otra cosa porque depende de cada uno.

Uno de los motivos por los que no me gustó la clase de PPS, era que cada cultura (hay tres grandes culturas: EEUU, Europa y Oriente) tiene implícitos una serie de estereotipos asignados de tal manera que los primeros dan más importancia al individuo y los terceros  lo dan al grupo. Los segundos estarían en un punto intermedio pero más influenciados por la cultura individualista. 

Para comprobarlo, hicimos un ejercicio que consistía en puntuar del 0 al 10 la importancia que tu sociedad le da a los anuncios a la hora de comprar y la que tiene para ti.En mi caso, la primera puntuación fue mucho más grande que la segunda. Este es el fenómeno que se conoce como efecto tercera persona, es decir, la percepción de que ciertas cosas le afectan más al resto de la población que a uno mismo.

Mi enfado vino porque no estaba de acuerdo con ese fenómeno porque eso implica que no existen diferencias individuales y que todos estamos "programados" para pensar lo mismo. Si fuese así, no tendría sentido hablar de culturaS. Considero que es igual de importante saber tomar distancia entre tu cultura y tu percepción subjetiva de la cultura a la que perteneces como respetar las concepciones que los miembros de tu cultura tienen sobre ella. 

No me siento menos española porque no me gusten los toros ni me siento más española porque me guste la paella. También me gusta pintar mandalas, hacer cerámica, hice kárate de pequeña, no me gusta el fútbol y tengo dos hermanos y ninguna de esas cosas implican que me sienta más o menos identificada con mi cultura de origen. 

viernes, 7 de octubre de 2016

Estornudos ¿heredados?



No sé el motivo pero normalmente suelo estornudar a diario. No siempre soy consciente de ello pero hay una persona que sí lo es porque siempre me lo recuerda. El hecho de estornudar no es algo que me moleste especialmente, aunque cuando lo hago repetidas veces en poco tiempo me pone nerviosa. En cambio, a mi hermano le molesta mucho y lo peor, para él, es que desde hace 10 días, muy a su pesar, no solo sigue teniendo una hermana que estornuda a diario sino que tiene una hija que también lo hace. Y a mí me encanta.

Me resulta gracioso porque no es algo "normal", aunque para mi sí que lo sea, y me gusta que, por fin, alguien de mi familia se "parezca" a mí.

Uno de los aspectos negativos que tiene ser la pequeña de la familia es que no paran de recordarte que eres igualito/a a... De hecho da igual que seas el pequeño o el mayor, pero en mi familia los parecidos son sagrados. Mi hermano mayor es igual que mi padre y mi hermano mediano es igual que mi madre. Y la gran pregunta es: ¿Y yo?

Depende de a quién preguntaba me parecía a la familia de mi padre o a la familia de mi madre. La familia de mi padre dicen que soy como la familia de mi madre y la familia de mi madre dicen que soy como la familia de mi padre. Al menos físicamente porque en la manera de pensar hay consenso en que soy igualita que mi padre. Aunque mi padre no lo comparta.

Sinceramente, creo que no soy como mi padre en la manera de pensar primero porque me considero más directa que él a la hora de decir lo que pienso en un tema y defenderlo pero a la vez más abierta a otros puntos de vista. Mi padre está tan seguro de que lo que piensa es lo correcto que ni siquiera se plantea otros pensamientos alternativos. Con lo cual siempre que hablamos el que termina teniendo la razón es él. Eso sí cuando le digo que no estoy de acuerdo me dice que soy igualita que mi madre.

Me parezca a quien me parezca, lo cierto es que no puedo negar que no pertenezco a la familia. 

Acorde con esto, una de las grandes ventajas de tener 7 asignaturas a la semana es que me permite establecer conexiones entre ellas. En la sesión de Orientación Académica y Profesional del martes me quedé extrañada porque teníamos que identificar nuestra propia carrera profesional (representada con una línea temporal) con una serie de palabras que se encuentran asociadas a tres paradigmas de la orientación. Aunque es un post que tengo pendiente escribir, no quería perder la oportunidad de mencionar en este que me sentí extrañada por sentirme identificada con ciertas palabras que aparecían en los tres.

Con dos de ellos tenía más en común que con la otra pero lo cierto es que había dos conceptos (éxito e intereses) con los que sí me sentía identificada. Cuando salí de clase seguí pensando en el asunto porque, por una parte, me extrañaba que no fuera capaz de identificarme con un solo grupo de palabras pero, a la vez, consideraba que sería muy complicado identificarse con un solo grupo de palabras.

Hasta que en la sesión de Psicología social hicimos una dinámica, de un autor que no recuerdo el nombre, que consistía en tener que atribuir una serie de características personales y sociales a partir de ciertos rasgos de la persona en cuestión. Las conclusiones de la dinámica fueron importantes, pero lo que más me llamó la atención a nivel personal fue comprender porqué me había sentido tan extraña el martes.

Para mi, uno de los aspectos más relevantes a nivel social es poder diferenciarte o al menos tomar cierta distancia a la hora de evaluar la cultura en la que vives. Soy consciente de la cultura en la que vivo pero soy capaz de diferenciarme de ella para observar con cierta perspectiva lo que en ella ocurre. Pero eso no lo hice el martes. Me sentí extraña porque era la única de clase que se había identificado con palabras de los tres paradigmas, o al menos la única que explicitó que lo estaba. 

Además, la cultura puede ser un factor condicionante a la hora de interpretar y valorar ciertos conceptos pero a nivel personal creo que la experiencia subjetiva es un factor que afecta más a la hora de dar sentido a esos conceptos. Al no saber el contexto en el que se encontraban las palabras atribuí mis concepciones de dichas palabras. 

Las clases de esta semana no tuvieron desperdicio, así que ya publicaré un post más extenso de las conexiones entre las asignaturas.

martes, 4 de octubre de 2016

Inferencias iniciales

La semana pasada fue un tanto extraña, sobre todo porque no hice nada de lo que tenía pensado hacer. Y eso que lo tenía todo pensado y organizado. Si hubiese sido otro motivo el que me hubiera hecho cambiar mis planes posiblemente me lo hubiese tomado de otra manera, pero lo cierto es que no me molestó tanto.

Este verano ha sido muy muy muy largo, algo que sin duda me ha venido muy bien a nivel personal y a nivel profesional a la hora de asimilar el tránsito desde que terminé la carrera hasta el martes pasado que empezaba el máster (en realidad empezó el lunes, pero no pude ir). Y el martes tampoco fui lo que me descuadró el resto de la semana. 

No me gusta este primer cuatrimestre porque tengo 7 asignaturas y las clases particulares por las tardes. Aunque eso de no tener que ir los viernes, no está mal. Pero aun así son muchos temas de los que estar pendiente y, aunque en parte es lo que deseaba, a nivel físico no me viene muy bien pasar tantas horas con el ordenador.

De los 7 días de la semana, el lunes pude dedicarle un tiempo a dar sentido a las asignaturas antes de empezar, algo que siempre me estimula a intentar descubrir lo que voy a aprender en cada asignatura pero que muy pocas veces se relaciona con la realidad porque siempre afectan otros factores que inicialmente no tuve en cuenta.

Con las asignaturas me pasa lo mismo que con los libros: dependiendo del título me hacen más o menos gracia y eso tiene consecuencias en mi manera de afrontar la asignatura y limitarme a la hora de aprender o sacar partido a esa asignatura. 

Pero ayer me encontré en una situación extraña: una asignatura se llamaba de diferente manera en función de la especialidad de los alumnos. No lo entiendo. Primero porque yo entiendo de manera diferente la asignatura con un nombre que con otro. Segundo porque creo que puede llevar a confusión a la hora de dar sentido a la asignatura. Pero claro, eso siempre ocurre independientemente del título que tenga la asignatura.

Gran parte de los planteamientos iniciales que tenemos a la hora de enfrentarnos a una situación similar está influenciado por nuestra experiencia previa, ya sea directa o indirectamente. Por ejemplo, cuando empecé la carrera tenía un compañero del instituto que me dijo quienes iban a ser mis profesores y su manera de evaluar (algo que en ese momento era lo principal) y eso me hizo anticiparme a lo que pudiera ocurrir, aunque esa experiencia no fuese mía. Y en el máster, como no sabía de nadie, no contaba con esa información específica de las asignaturas pero sí de la manera de trabajar de alguno de mis profesores (algo que ahora mismo es primordial), aunque también me ha condicionado elegir este máster los profesores que iba a tener (y los que no). 

Posiblemente, si ahora estuviese en una clase de PDD no le daría el mismo sentido que cuando la cursé por primera vez. Y lo cierto es que para mí, en ese momento, tenía sentido las inferencias que hice y las argumentaciones que utilizaba pero creo que lo entiendo de manera muy diferente a como lo hice en su momento, principalmente porque pensaba que aquello que aprendí solo tenía sentido para mí si lo podía aplicar en un aula de Primaria. 

La semana pasada, en las clases particulares con mi niña, me alegró mucho dar clase de matemáticas. No suelo darle clases de matemáticas porque es una asignatura que le gusta, pero cuando puedo hacerlo disfruto mucho de esas clases. Además, la semejanza de triángulos era uno de los contenidos básicos de una asignatura de la carrera que jamás había utilizado como docente y me gustó esa sensación de poder aplicar lo que aprendí en su momento (y esta vez sí que no lo había aplicado en otro contexto diferente al académico y/o profesional). 

Cuando estábamos haciendo los ejercicios, pese a tener la teoría escrita en el cuaderno, no era capaz de aplicarlo en los casos prácticos. Así que empezamos al revés: a partir de los ejercicios entendimos la teoría. Algo que fue mucho más fácil de comprender y dar sentido, al menos para ella sí que lo fue.

De hecho siempre tengo la manía de hacer preguntas que no están explícitamente en los ejercicios porque van más allá de de los objetivos específicos que se plantean, aunque creo que es la gran ventaja que tienen las matemáticas y te ayudan a profundizar. En el caso de la semana pasada, había varios apartados de un ejercicio que no le había mandado y cuando terminamos los que tenía que hacer le pregunté  por qué la profesora no le había mandado los otros, a lo que me contestó que era porque los otros no eran semejantes. 

Aunque este cuatrimestre no tenga tiempo, tendría mucho menos si me hubieran concedido la beca de investigación. Al principio me sentó mal por dos motivos: yo misma me había hecho ilusiones pero no caí en el número de beca que ofertaban y porque nunca he considerado importante el expediente académico, hasta ese momento. Quizá sea porque durante el instituto no me consideraron ni consideré (en consecuencia) buena estudiante y porque no pienso que tener más nota te haga mejor o peor que otro. Pero bueno, sea como sea, el resultado es el que es y tiempo tendré de seguir con la investigación.

Además, las primeras impresiones, inferencias e interpretaciones, por suerte o por desgracia, no duran demasiado. El hecho de que sean "buenas" o "malas" solo dependen de los ojos de quien las vea.