jueves, 22 de septiembre de 2016

Decisiones dubitativas

Hace un par de semanas, buscando en internet una mochila para el ordenador que me quería comprar, me molestó el hecho de que todas las mochilas cómodas y prácticas para llevar un ordenador fueran "para hombres". "Casualmente" las mochilas  para ellos son negras, marrones, grises, azules y verdes oscuras o del Real Madrid o del F.C. Barcelona; las mochilas para ellas son multicolores, con estampados, con rayas, con lentejuelas, con accesorios; para los adolescentes son parecidas a las anteriores pero con dibujos y colores más extravagantes y para los niños de dibujos animados, preferentemente.

Estuve más de un día, y más de dos, buscando una mochila que me gustara, que fuera práctica y cómoda para llevar. Tampoco quería gastarme mucho dinero porque parece ser que los hombres se gastan más dinero que ninguno de los otros grupos a la hora de comprarse una mochila para el ordenador. Miré tantas páginas y tantas mochilas que no recuerdo la descripción de la mochila que finalmente me compré. Sólo sé que es negra con la cremallera azul claro, es cómoda y práctica para llevar. 

Me enfadé y frustré a partes iguales: me enfadé porque me da igual que mi mochila sea para hombres, para mujeres, para adolescentes o para niños (es mía y punto) y me frustré porque no entiendo esa obsesión por asignar ciertos colores, materiales, utensilios y demás a personas de una edad determinada o de un sexo determinado. 

Siempre he tenido esa discusión con mi madre por ponerme ropa de "chico" o collares de "invierno" (sí, sí, collares). La ropa de "chico" tiene un pase porque es cierto que las tallas en un hombre no son las mismas que en una mujer pese a que las unidades medida utilizadas en uno y otro sean las mismas. Entiendo que en función de los materiales con los que se haya hecho la ropa, esta cederá o no, pero la talla sigue siendo la misma. Mi madre siempre me ha dicho que no soy lo suficientemente femenina, algo de lo que me siento orgullosa, porque, según ella, no me "saco partido". A lo largo de mi vida he tenido cierta presión por parte de mi madre a la hora de vestirme porque siempre he preferido estar cómoda a estar "femenina". Pero creo que después de 24 años se ha dado cuenta de que no tiene nada que hacer conmigo.

En cierto sentido la llego a entender porque sus experiencias le han hecho ser como es y tener el concepto que tiene de lo que implica ser una mujer. Me siento muy orgullosa de ser una mujer aunque haya pasado por ciertas experiencias por el hecho de ser una mujer, pero he aprendido a que el hecho de vestir de una determinada manera, pensar de una manera un tanto distinta no me hace dejar de ser lo que soy. 

A una mujer no le hace falta enseñar su físico para demostrar que vale, ni a un hombre aparentar que nada le afecta. El hecho de que hayamos aprendido, por presión social, que algo es lo "correcto y deseable" no implica que siempre se cumpla. 

Recuerdo que en las prácticas de este año, durante un examen un niño se puso a llorar porque no le salía una división. Me encantó lo que pasó. Lógicamente no me gustó que el niño se pusiera a llorar, sino el hecho de ser capaz de expresar sus sentimientos sin miedo a lo que los demás sientan y más por ser un niño. Al menos yo, tengo la sensación de ver raro que un hombre llore en público porque en muchas ocasiones el hecho de llorar se relaciona con la debilidad. Pero eso no deja de ser una convicción social, es decir, algo que la sociedad tiene asumida que ocurra pero de la que no tiene experiencia sensorial para demostrar. Que no lo haya visto no quiere decir que no exista o pueda existir. 

Hace un año, mientras daba clases particulares con la niña, me di cuenta que cuando buscaba un juego online, al principio evitaba aquellos enlaces donde se ofrecían juegos de niños y juegos de niñas. Pero al cabo del tiempo buscaba y jugaba exclusivamente a aquellos juegos de niñas que antes pasaba desapercibido para ella. No entendí el cambio, aunque intuía que podía deberse al ámbito social que le rodeaba, pero tras varios meses volvió a cambiar jugando a todo tipo de juegos. 

Siempre dejamos tiempo para descansar y desconectar, sobre todo en las sesiones de dos horas, y durante ese tiempo tanto ella como yo nos olvidamos de lo que estábamos haciendo antes y lo que vamos a hacer después para hablar, lo que, en gran medida, a favorecido que tengamos la relación que tenemos más allá de lo estrictamente académico. En esos espacios, he podido observar lo que hacía, para qué lo hacía y por qué lo hacía, y lo cierto es que ha sido de lo más estimulante para mí. 

El hecho de ver en ella el proceso de cambio me sirvió para entender mi propio cambio en aquellas situaciones en las que me identificaba con lo que estaba sintiendo, experimentando y vivenciando. 

Ayer una amiga me dijo que para el año que viene había oposiciones en la Comunidad de Madrid y me preguntó si me iba a presentar. Sin pensarlo ni una vez contesté que no. Desde que empecé la carrera tengo muchas dudas acerca de mi futuro laboral. Tengo experiencia como profesora de Primaria y este año espero tenerla en el contexto de Secundaria, aunque no como profesora. Sé que no tengo la suficiente como descartar esas opciones y no realizar las oposiciones. Pero por el momento sé que  eso no lo quiero.

No sé lo que es dar clase en la universidad, algo que desde segundo de carrera tenía claro hasta hace unos meses, pero sé que es lo que me gusta. Soy consciente que el hecho de tener tan claro lo que quiero me limita a la hora de formarme y quizá cierre puertas sin tener tiempo de abrirlas de par en par. 

Tengo la creencia de que mi manera de dar clase con cuerda más con la docencia universitaria donde no es tan importante lo que haces o lo que vas a hacer, sino cómo lo haces. Dos asignaturas de la carrera me ayudaron a tomar esa decisión, precisamente aquellas que más se diferenciaban del resto porque no se centraban en lo que se hacía, sino en el cómo, el para qué y el por qué hacíamos lo que hacíamos, es decir, dar sentido a lo que se hacía sin asumir nada. Para mí esa es la base de la educación, que reconozco es más fácil de explicar que de llevar a la práctica.

Es mentira que no tenga experiencia como profesora de secundaria y de universidad, incluso de infantil, porque tal y como yo entiendo la docencia  tengo experiencia como alumna de los distintos niveles educativos por los que he pasado y eso en sí en una experiencia en la que basar mi aprendizaje como profesora.

No sé si estaré en lo cierto o no, si estaré tomando la decisión correcta, pero no hay otra manera de comprobarlo que ir con mi nueva mochila a clase. 


miércoles, 14 de septiembre de 2016

Nuevos comienzos

Cuando empecé la carrera, mi mayor miedo era dar clase por muchas razones: nunca lo había hecho (mentira, sí que lo había hecho pero no era consciente de lo que estaba haciendo, no me sentía "profesora"), no estaba preparada para hacerme cargo de una clase (y dudo que ahora mismo lo esté) y, sobre todo, no sabía si me iba a gustar o no, si me iba a encontrar bien conmigo misma, si me iba a servir para crecer personalmente o simplemente lo hacía porque los demás pensaban que sería "buena" en la profesión.

Había dado clases  a compañeros del instituto pero para mí eso era muy diferente a dar clases, al concepto que tenía de ser profesora. Daba clases particulares pero no era la profesora. No me sentía como tal porque entendía que la figura del profesor estaba por encima de la del alumno. Y en ese momento no era una profesora sino que era una alumna. 

Una de las cosas que tenía claras desde el principio era que sabía a quien quería parecerme y a quien no. Pero no sabía cómo hacerlo. En el colegio me encantaba ir a clase y en el instituto lo odiaba. ¿Qué elementos hacían diferentes mi percepción de los profesores? ¿Eran ellos o era yo?

En el instituto no sabía nada de pedagogía, ni de psicología que me permitiera saber si tenía buenos profesores o no, o eso pensaba. Mi criterio para saber si eran buenos o malos estaba condicionado principalmente por mis notas y después por la relación que ese profesor tuviese con los alumnos en general y conmigo en particular. 

A partir de 2º de la ESO, empecé a suspender asignaturas y eso condicionó mi relación con los profesores hasta tal punto que comencé a no ir a algunas de sus clases. Supongo que las hormonas estaban haciendo de las suyas en aquella época, algo de lo que no me arrepiento. Pero conforme iba creciendo me di cuenta que a la única que influía eso, al menos de manera directa, era a mí. No me gustaban ciertas clases y no iba, sacaba peores notas y me enfadaba, curiosamente, con el profesor de turno. 

Ahora que pienso no entiendo qué se me pasó por la cabeza cuando puse como única opción hacer Magisterio. Supongo que las hormonas también tuvieron algo que ver.

Cuatro años después no me imagino que hubiese sido de mí sin la docencia. Y gran parte de la culpa la tiene mi niña.

Desde que estoy en la carrera he dado muchas veces clase y algunas de esas personas son amigos míos pero nadie se puede comparar con ella. No sé si es por ella o es por mí, si es la conexión que tenemos o todo lo que aprendemos  la una de la otra pero sus clases son imprescindibles. 

Ayer, después de dos semanas, volvimos a vernos después de un descanso de vacaciones. Al principio me pasaba más pero hacía tiempo que no sentía ese nerviosismo por empezar la clase. En las prácticas que he hecho en los colegios siempre me he puesto muy nerviosa cuando iba a explicar algo, sobre todo en grupos grandes. Me gusta esa sensación porque significa que estoy perdiendo el miedo a hablar en  público.

No soy de mucho hablar, aunque cuando estoy enfadada no hay quien me pare, y por eso le doy tanta importancia al saber escuchar, a dejar tiempos para reflexionar y hacer preguntas, algo que sin duda es necesario. 

En cuanto a lo de "buena" o "mala" es solo una etiqueta y no le doy mayor importancia, aunque me han preguntado más de una vez los niños si soy buena. Nunca sé que responder porque hay cosas que hago "bien" y otras que las hago "mal" pero eso no me convierte en "buena" o "mala". Por ejemplo, tengo la manía de quitar cosas a los niños cuando  están jugando o molestando a otros. El año pasado, mientras la profesora explicaba, uno de los niños estaba jugando con la botella de agua y molestaba al resto. Así que le cogí la botella. En ese momento, para él, fui la peor profesora del mundo y con razón. Al cabo de un rato se la devolví y por miedo a que se la volviera a quitar la guardó. 

Después de la sesión de ayer, recibí varios correos suyos y con uno de ellos no pude contener la risa. El primer correo fue muy bonito porque me  agradecía todo lo que le había enseñado en la sesión de ayer y el segundo eran fotos de cosas que me gustaban, entre las que se encontraba esta:


Hace unos meses, en uno de nuestros descansos, estuvimos viendo un puzle de la saga donde aparecían muchos de los personajes. Entre su curiosidad y mi fanatismo, le conté la historia un poco por encima. El hecho de ver esta foto entre todas las demás me llamó la atención y me recordó a un profesor al que más de una vez le he regalado algo de la saga. 

De hecho, empecé a valorar más la labor docente desde que doy clases con la niña. Siempre que le enseño o le ayudo en algo me da las gracias y cada cierto tiempo me hace un dibujo, un collages o un correo. 

Muchas veces creo que ella es la profesora y yo su aprendiz. 

domingo, 11 de septiembre de 2016

A-CEN-TÚ-A

¡¡PARANOICA!!

Desde hace  2 meses no he vuelto a buscar un programa de plagio.

¿Como?

¿No te refieres a eso?

No se de que me hablas, pero no cambies de tema que eso se te da muy bien.

Sobre todo cuando no sé el tema principal.

Tu lo sabes muy bien.

Se escribe tú.

¡¡PARANOICA!!

Quizá lo sea y posiblemente tengas razón pero no te sigo.

La Doña Perfecta no me sigue...

¿Doña Perfecta?

Si, si. Tu. No te hagas la tonta. Tienes un problema y de los gordos. 

Si sólo fuera uno...

Este es mucho mas evidente.

¿Quieres dejar de escribir así?

¿Tanto te molesta?

Sí. 

Ves, ese es tu GRAN problema.

¿Todo esto es porque no soporto las faltas de ortografía?

¡¡¡¡¡ALELUYA!!!!!

¿Qué tiene de malo?

A ver... Dejame pensar... ¿Que paso el año pasado en los examenes del colegio?

¿Te refieres a cuando me rodearon en la mesa? ¿O cuando revisaba los exámenes para que no tuvieran faltas de ortografía?

¿Tu que crees?


Viendo como escribes no me parece tanta locura centrarme en la escritura. Aunque reconozco que lo primero me asustó mucho porque fue una avalancha.

¿Que haces cuando estas leyendo un texto y tiene alguna falta de ortografia?

Pierdo un poco de interés y me pongo un poco nerviosa. 

¿Y si el texto es tuyo?

No creo que sea necesario...

¿Que haces?

Pero eso es porque voy rápido escribiendo y no me gusta cometer errores.

¿Cuantas veces repasaste el TFG antes de entregarlo?

Muchas.

¿Cuantas? 

15-20 veces.

¿Y cuantas faltas tuviste?

Alguna que otra.

¿Que has hecho estas ultimas semanas con tú niña?

Repasar las reglas generales de acentuación y gramática.

¿Porque?

Porque tiene muchas faltas de ortografía y sabía que había algo que no entendía.

¿Que es ese algo?

Me lo estás poniendo muy difícil... 

Contesta.


En realidad era yo la que no lo entendía. No sólo en el caso de mi niña, sino de manera general porque tengo un problema con el inglés que no lo tengo con el español. Supongo que en cierta medida es debido a que es mi lengua materna, pero gran parte de la culpa la tienen los libros y los post, redacciones y trabajos que redacto. 

Para que luego digan que leer es bueno...


No sé cómo me enseñaron a leer ni cómo aprendí, pero supongo que habrá influido en mi manera de escribir y descodificar el lenguaje. 

No he entendido nada de lo que has dicho.

Tampoco es la primera vez. No es lo mismo escuchar que leer. ¿No?

No.


Para hablar podríamos decir que utilizamos los fonemas (sonidos de las letras) y para escribir utilizamos los grafemas (grafía/formas de las letras). 

Mas o menos te sigo, pero entonces cada letra tiene asociado un sonido y una forma definida.


No siempre. En el caso del español generalmente sí, pero en el caso del inglés no suele ser así.

¡Que raro!


Eso es porque una de las características del lenguaje es que es arbitrario, es decir, es...

Vale, pero ¿que tiene que ver eso con tú niña?


Mucho. Primero descartar que el hecho de cometer faltas ortográficas no estaba relacionado con el código oral. Quiero decir, cuando habla diferencia entre los diferentes fonemas y cumple las reglas de acentuación.

Pero, ¿eso lo hacemos todos?


No siempre. Soy la menos indicada para hablar pero creo, o al menos es una impresión mía, aprendemos a hablar imitando a los demás y realizamos los acentos de voz donde estamos acostumbrados a escucharlos. En parte, además del código escrito, es lo que diferencia el español de España al de Latinoamérica, por ejemplo. Generalmente, los cambios gramaticales son los que más se notan en la transmisión oral.

¿Segundo?

Los procesos de hablar y escribir son diferentes aunque influyentes. Puedes escribir algo que tú quieras escribir o puedes escribir algo que otra persona te dicta. De igual manera puedes hablar de lo que tú quieres hablar o puedes hablar de lo que otra persona te ha dicho. Personalmente creo en este sentido entra el plano relacional o social donde se tiende a interpretar lo que se dice.

No entiendo que tiene eso que ver con lo de tú niña.

Puedes tener claro las reglas gramaticales a nivel fonológico (saber cómo se pronuncia) pero no a nivel gráfico (saber cómo se escribe). Es es mi gran problema con el inglés: sé cómo se escribe pero no sé cómo se pronuncia (ni pronunciarlo yo ni cuando lo pronuncia otra persona). 

Entonces tiene más sentido que hablar se relacione con escuchar y escribir con leer. 

Pero escuchar también se relaciona con leer y hablar con escribir. 

¿Y a que conclusion llegas?

No te he escuchado hablar nunca pero con sólo leerte...

Me refería a tu niña.


Creo que un paso grande que hemos dado en estas semanas ha sido diferenciar los planos orales y escritos, por lo que en parte comienza a ser consciente de sus diferencias y similitudes y cómo descodificar el lenguaje. Algo que creo que no conseguiría con los cuadernillos de refuerzo de ortografía.

Que te lo digan a ti con los cuadernillos de caligrafía...

jueves, 1 de septiembre de 2016

Aprendizaje: estableciendo conexiones




Hace unas semanas se me terminaron las vacaciones y, aunque en teoría sigo de vacaciones, llevo unas semanas muy activa mentalmente en lo que va a pasar en este curso. De pensarlo tengo la misma pereza que ganas. 

El otro día me dijo la niña a la que doy clases que no quería ir al instituto. Me sorprendí porque aún le quedaban casi 5 semanas para empezar así que le dije que disfrutara las semanas que le quedaban y luego empezaríamos poco a poco. 

Pero lo cierto es que me sentí en parte como ella, aunque no por los mismos motivos, y por otra parte me dieron ganas de empezar porque creo que este año, o al menos lo espero, voy a poder entender la docencia desde un punto de vista diferente al que estoy acostumbrada por la carrera. 

Durante estos 4 años pasados, he escrito mucho, más de lo que creía, y eso me ha ayudado a empezar a ser consciente de cuál era mi postura a la hora de ser profesora, sin siquiera saber si eso tenia sentido o no. No es un contenido explícito en ninguna asignatura en concreto pero creo que debería serlo. 

Cuando estaba en las clases de la universidad, y empezaba a sensibilizarme en aspectos que no tiene que ver con contenidos propios de ninguna asignatura sino en aspectos centrados en la postura del profesor, supe que eso me gustaba más que los contenidos en sí, o al menos esos aspectos de los que no se hablan de manera específica.

Esa postura tuvo sus consecuencias positivas aunque no mi comportamiento no siempre lo apoyara. Como estudiante, no llegaba a entender ciertas actitudes tanto por parte de los profesores como por parte de los alumnos basadas en que unos tiraban piedras a los otros. Pero es cierto que sólo era una interpretación de lo que pasaba, una interpretación de la realidad en la que cada uno no era capaz de ver la postura del otro. 

No tiene sentido buscar culpables cuando la respuesta es "Y tú más". Así estamos como estamos. Creo que es importante que alumnos y profesores hablen, se comuniquen y dialoguen pero sé que eso no es una práctica muy extendida, más allá de los conflictos que haya en el aula. El problema es que sólo existe comunicación cuando hay un problema. Y tampoco es que se les enseñe a solucionar problemas...

Revisando los post del blog anterior me di cuenta de que no había sido honesta y coherente conmigo misma en ese momento, pero no fui consciente de ello. Aunque eso es lo que pienso ahora y supongo que unos años pensaré de manera diferente  sobre esos mismos problemas. En eso consiste aprender, ¿no?