sábado, 20 de agosto de 2016

A lo peor...

Posiblemente una de las asignaturas de la carrera que menos me gustó fue "Organización de las Instituciones Educativas". Es curioso porque es una de las que más sentido tiene a la hora de dar sentido a cómo se organiza, se gestiona y se distribuye el trabajo que implica la Educación Primaria, en mi caso, y sobre todo cómo se ponían de acuerdo todos los miembros de la comunidad educativa para mejorar el funcionamiento del centro. 

Una de las asignaturas que más me gustó, sin duda, fue "Innovación educativa", algo así como la historia de la educación en España. Me llamó la atención la gran diferencia entre lo que se hace en un centro y  lo que impone el Estado. 

No entramos demasiado en todas las leyes educativas que ha habido, y las que quedan, pero sí que nos centramos en ver la relación entre las diferentes corrientes epistemológicas que fueron surgiendo, cómo se influían unas en otras y la repercusión que producía en la sociedad del momento. 

Reconozco que no me acuerdo de los Documentos Oficiales del Centro (DOC), y aunque sé que es una gran carencia creo que no es la única. Hay muchas cosas que no llego a entender, pese a saber por qué ocurren.

Por ejemplo, no llego a entender porque cada cambio político implica un cambio educativo. Sé que cada partido político demanda un cierto "estilo" de ciudadanos y su manera de controlar a la ciudadanía sea por medio de la educación. 

Tampoco entiendo porque los niños que dan religión (cristiana católica) no dan valores éticos. Cuando era pequeña, después de hacer la comunión dejé de recibir clases de religión para dar clases de "Sociedad, Cultura y Religión". La respuesta de la profesora de religión fue tratarme como una hereje. Yo, con razón o sin razón, me enfadé con ella porque me dejó en evidencia con 9 años delante de mis compañeros de clase. No veo mal que se impartan clases de religión en la escuela, pero no creo que se sea mejor o peor persona por tener diferentes creencias.

Tanto el año pasado como este, en el periodo de prácticas tuve la oportunidad de ver lo que hacían las profesoras con los alumnos que no daban religión y, en mi opinión, creo que en educar en valores es necesario para todos, independientemente de la ideología religiosa que se tenga. 

Tampoco entiendo, y esto sí que prefería no saber el motivo, porque deciden sobre leyes educativas personas que son de un perfil político determinado y que no siempre tienen conocimientos sobre educación. Soy la menos indicada para hablar sobre el tema porque no soy la mejor preparada a nivel conceptual pero por lo poco que sé cambiar cada 4, 8 o 12 años de ley educativa no es tiempo suficiente como para saber si el método funciona o no. Los resultados no se ven en un corto periodo de tiempo.

Es precisamente al tema de los resultados al que quería llegar. Mi Trabajo de Fin de Grado estaba relacionado con cómo se interpretan los resultados en educación tanto de los profesores como de los alumnos. 

Mientras estaba haciendo el trabajo escrito, me di cuenta de dos cosas: se controla mucho la labor de los docentes  en cuestiones que están relacionadas directa o indirectamente con su desempeño profesional y se tiende a culparles de problemas en la educación. 

No creo que el sistema educativo finlandés sea tan bueno ni que el español sea tan malo. El problema de base es generalizar y pensar que los profesores somos máquinas y tenemos que limitamos a imitar lo que en otros países funciona. El hecho de que funcione en otro país, con un sistema educativo concreto,  no sólo tiene que ver con la valoración que se le da a la profesión docente, ni el salario que recibe, ni las vacaciones, ni el método, ni el lugar, ni el momento histórico en el que ocurre... sino que es algo mucho más complejo, al menos para mí.

No creo que tener mejores resultados esté reñido con ser competente con tu trabajo, al menos no siempre. El dinero no lo es todo, o eso dicen porque últimamente es difícil de creer. Es una lástima pero si no tienes dinero parece que no eres nadie.  Puede que sea un pensamiento infantil pero para mí el dinero no puede comprarlo todo, hay cosas que no tienen precio. 

Las pruebas internacionales también están condicionadas por quienes las hacen, suponen un nivel que es el que deberían tener a una edad determinada. Eso es suponer mucho. Esas pruebas son una fuente de estrés para los profesores y para los alumnos, aunque normalmente eso no es tan importante como subir X puntos en la escala internacional. Hay prioridades mucho más importantes que ascender en una escala internacional, al menos para mí. Aunque depende de lo que se mida.

El otro día hablé con una mujer que no le caía demasiado bien su cuñada porque decía que no paraba de quejarse y dijo "¡Cómo se va a cansar si es profesora y a las 2 está en casa!". Yo no contesté lo que pensaba, pero lo cierto es que no es la primera ni la última persona que piensa eso. Y creo que es por falta de información y porque se presuponen muchas premisas que no tienen por qué ser fieles a la realidad. 

Tener las tardes libre, tener dos meses de vacaciones, tener los fines de semana libres, tener un buen salario, pegar macarrones en un papel, hacer huellas de las manos, jugar con los niños, etc... Hay muchos argumentos de este tipo sobre la labor docente. Lo peor es que la gente lo da por sentado sin siquiera plantearse si es verdad. 

Las comparaciones son odiosas, sobre todo si piensas que uno es mejor que otro por el hecho de que uno tenga y otro no. Es inevitable compararse pero también es esencial saber las cosas buenas y malas que tiene cada uno. 

Cada uno tiene su manera de aprender, cada uno obtiene unos resultados diferentes, cada uno demuestra lo que sabe de manera diferente, cada uno tiene sus recursos, cada uno es cada uno. 

Sinceramente creo que actualmente estamos obsesionados con los números ordinales sobre todo, aunque también con los cardinales. Ser el primero es lo que importa y tener los mejores resultados. Como todo el mundo sabe quien llega primero es el que mejor lo hace y el que más puntos tiene es mejor que el que menos tiene. Ni el bueno es tan bueno ni el malo es tan malo.




miércoles, 10 de agosto de 2016

Planificaciones didácticas





A lo largo de toda la carrera he tenido un montón de asignaturas que veían la docencia desde una perspectiva un tanto estática, unas más que otras. No me refiero a cómo los profesores imparten las clases sino a cómo yo daba sentido a esas clases en el rol de futura profesora. Por afinidad, por interés o por el motivo que sea hay algunas asignaturas en las que participas más y eres más consciente de que estás adquiriendo cierta experiencia a la hora de impartir clase, a nivel conceptual, procedimental y actitudinal.

Pero es cierto que no siempre se le da la importancia que tiene a la planificación de las clases, a cómo yo como profesora me organizo a la hora de dar clase teniendo en cuenta aspectos relacionados directa o indirectamente conmigo y que puedo controlar hasta cierto punto. No siempre nos damos cuenta de aquello que podemos controlar. Esa competencia básica en la docencia creo que no se enseña explícitamente, o al menos si me lo han enseñado en la carrera no me ha quedado claro. 

Quizá sea porque tengo muy claro que en el proceso de enseñanza-aprendizaje no todo vale, es decir, no por ir más rápido se aprende más ni por ir más despacio se aprende mejor. Calificar el aprendizaje no sé hasta qué punto es bueno, sobre todo si no se tiene en cuenta desde dónde parte cada uno. Cada uno tiene su ritmo de aprendizaje, sus estructuras internas definidas, sea consciente de ello o no, y no es fácil cambiarlas. 

Es verdad que he hecho muchas unidades didácticas a lo largo de la carrera y tengo cierta soltura a hora de redactarlas, pero una carencia importante de la carrera es que se suponen muchas cosas.

Se supone que realizas una planificación de un par de sesiones para un conjunto de alumnos que se encuentran en el mismo momento evolutivo, intelectual, motriz y desarrollativo. Se supone que es una clase normal (no entiendo mucho que entienden por una clase normal porque no es algo natural en una clase) con alumnos sin "necesidades educativas especiales". Se supone que las clases son de 25 alumnos, ni uno más ni uno menos. Se supone que todos deben llegar, como mínimo a un mismo punto, independientemente de dónde se encuentren inicialmente. Y por supuesto, se supone que que los niños no tienen ni idea de lo que les vas a  explicar.

De entrada, tengo poca experiencia dando clase en Primaria pero no creo que haya dos alumnos que se encuentren en el mismo momento evolutivo, intelectual, motriz y desarrollativo. He tenido a mellizos en clase y no podían ser más diferentes. Y sinceramente creo que es el aspecto más valioso y potente que tiene un profesor, al menos si sabe cómo utilizarlo. Es algo que no se puede evitar en un aula y que trae consigo numerosas ventajas, si se sabe cómo hacerlo. 

Una clase normal, cuántas veces habré escuchado eso. Como mucho te decían que tenían un alumno con TEA o con TDAH o con dislexia... Personalmente creo que estamos demasiado obsesionados con etiquetar a la gente que necesitamos asignarle un nombre. Antes había niños inquietos y no pasaba nada pero ahora se les medica para que estén quietos. Parece que por tener un trastorno o una dificultad es un impedimento para el desarrollo "normal" de la clase. Tengo cierta experiencia con alumnos con TDAH y no encuentro diferencia con el resto de alumnos. Bueno sí, aprenden relativamente más rápido que el resto y requieren más movimiento que el resto, son mucho más participativos y curiosos. Pero para mí eso no es negativo. Es curioso como el hecho de tener una etiqueta puede condicionar la manera en la que un profesor se relaciona con dicho alumno y por consiguiente el resto de compañeros con él o ella. 

Lo del número de alumnos por clase... mejor no comentar nada porque en realidad sólo valían a la hora de realizar grupos. Y visto lo visto igual 25 son pocos, que ya lo son, porque se avecina una buena. Y yo que no sabía cómo aprendió mi padre y en unos meses se va implantar un sistema educativo que no dista demasiado del de la década de los 70...

Una de las cosas que me fascina de la evaluación  es pretender que todos los alumnos lleguen a un mismo punto porque: primero implicaría que todos llegan a la meta a la vez; segundo tendría sentido si todos parten de un mismo punto; tercero no se tiene en cuenta el proceso de aprendizaje que cada uno ha realizado; y cuarto la posición de este planteamiento deja al profesor en muy mal lugar, al menos desde mi punto de vista. 

Sinceramente creo que no es tan importante aprender algo sino ser consciente de que lo estás aprendiendo porque requiere cierta implicación tanto por parte del que aprende como del que enseña. 

El Día del Libro de este año me compré "Emociones: una guía interna" de Leslie Greenberg. El año pasado, en el curso de verano sobre educación emocional/inteligencia emocional,  uno de los autores más representativos y relevantes del tema era precisamente dicho autor y cuando vi el libro no pude evitarlo y me lo compré. Pero estos meses han sido muy intensos personal y profesionalmente y no había tenido tiempo de leerlo. Ayer comencé a leerlo y hubo una parte que me encantó:

"Nuestros sentimientos, al ser la parte más íntima y privada de nuestra experiencia, han sido considerados por la sociedad, posiblemente, demasiado privados como para interferir en ellos desde las instituciones públicas. (...) Si queremosenseñar las habilidades necesarias para la inteligencia emocional será necesario que creemos en nuestras escuelas y, también en nuestros hogares, el tipo de entorno emocional que ayude a las personas a desarrollarse emocionalmente" (Greenberg, 2000, pp 40-41)

Es inevitable enseñar sin emoción, de hecho es el motor del aprendizaje. No podemos hacer algo sin sentir nada, es como perder parte de nosotros. Tanto si haces algo que te gusta como si no, lo transmites y eso no lo puedes controlar. Un profesor no puede evitar tener un mal día o disfrutar dando su clase y eso lo nota el que enseña y el recibe la enseñanza. 

Pero sin duda lo que más me molestaba de hacer unidades didácticas era no saber si realmente funcionaba o no. Porque escrito quedaba muy bien pero a la hora de la verdad no sabía si funcionaría o no. 

Por lo tanto, en mis prácticas aprovechaba para dar clases y poner a prueba todo lo que había aprendido. Es cierto que por mi manera de ser enseñaba más a nivel individual, al menos al principio, pero conforme cogía confianza me iba soltando y en las últimas prácticas di varias sesiones a los grupos grandes. 

Una de las cosas que quería evitar a toda costa era utilizar el libro de texto por sus múltiples limitaciones y también porque que quería sesiones muy dinámicas y activas para los alumnos. Y lo conseguí porque uno de los argumentos que me dijeron cuando me fui era que conmigo no aprendían y sólo jugaban. Me encantó esa respuesta.

Aunque revisé y revisé y revisé y volví a revisar la propuesta, cuando la estaba haciendo me di cuenta de varios problemas que fueron surgiendo y para hacer frente a eso no me sirvió de nada las unidades que había hecho anteriormente. Era la primera vez que me enfrentaba a un problema real y no un mero simulacro. Reaccioné como buenamente pude y los objetivos se cumplieron parcialmente. 

Creo que la idea inicial no era mala pero sí creo que tenía muchos errores de procedimiento y un tiempo muy muy limitado para realizarlo. 

Con lo segundo contaba de entrada porque me estaba basando en una metodología que duraba un curso entero y yo lo resumí en 3 sesiones que al final fueron 4. Pero el primero sí que me sorprendió, sobre todo porque era al que más importancia le había dado. 

De esa experiencia aprendí muchas cosas:

1. A enseñar se aprende enseñando.
2. Mejor que sobre tiempo a que falte.
3. Hay tiempo para cambiar lo que sea.
4. Todo se puede mejorar.


Greenberg, L. (2000). Emociones: una guía interna. Bilbao: Desclée De Brouwer. pp 40-41.

lunes, 1 de agosto de 2016

Serendipia-dos

Ya estamos otra vez.

No entiendo por qué te molesta tanto.

Joder, pues guárdalo como borrador y hasta que no estés segura no lo publiques.

Esta vez no lo borré. Algo he aprendido.

Deberías aprender más.

Para eso estás tú.

En fin, ¿qué hiciste mal?

Tampoco es un error garrafal, pero sí que me gustaría aclarar unas cosillas.

Como por ejemplo...

No recuerdo en qué parte mencioné que para mí la evaluación que hice con mi niña sí que era una evaluación. 

Sí. ¿Y?

Que no estoy del todo segura de estar en lo cierto.

¿Cómo es eso?

Aunque no conté todo lo que ocurrió esa sesión, la parte que explicité incluía la coevaluación de las dos sin tener en cuenta los contenidos del curso. Me quise centrar más en cuestiones relacionadas con cómo daba las clases y cómo las recibía que en los contenidos conceptuales del curso. La segunda parte de la sesión sí que fue la evaluación de los contenidos, bueno más bien fue un repaso muy general de los grandes bloques de los temas para preparar los cuadernos de ejercicios de repaso para el verano y para que juntas fuésemos viendo los contenidos que habíamos aprendido durante el curso y realizar un pequeño tránsito en verano de 1º a 2º de la ESO.

Entonces, no fue una evaluación en sí. Sino que, por una parte, pudiste comprobar lo que intuías o podías intuir durante las sesiones con ella tanto a nivel conceptual como procedimental y actitudinal y, por otra parte, esa información os sirvió para guiar y secuenciar las futuras clases para paliar los problemas que tenéis actualmente.

Eso es un buen resumen sí. Pero tampoco estoy segura de si hice bien en hacer esa evaluación de los contenidos.

¿Por qué?

No sé, es una de las paradojas que tiene la educación. Siempre te dicen que tienes que evaluar de otra manera que no sea con un examen final porque tienes que tener en cuenta el proceso y no el resultado, pero lo cierto es que gran parte de la nota final de una asignatura proviene del examen o del trabajo. El proceso, en el mejor de los casos, se sobreentiende y, en el peor, no se incluye de ninguna manera. O al menos, la mayoría de los profesores que he tenido estaban requerían de un examen, un trabajo o una prueba escrita u oral para evaluar. 

¿Y qué propones?

No tengo ni idea, pero sinceramente creo que la evaluación cuantitativa solo sirve para etiquetar y designar cierto nivel educativo, madurativo e intelectual, que en muchas ocasiones no tiene por qué estar relacionado con la realidad.  Tiene validez para quien lo hace de asegurarse de que todos llegan a un mismo nivel, pero eso supondría que todos tienen que alcanzarlo independientemente del lugar del que partan. 

Bueno, es comprensible que todos los niños aprendan a leer y a escribir cuando terminen Primaria.

O no, ¿qué hay de malo en que no sepan leer ni escribir cuando terminan Primaria? Para mí es mucho peor que no sepan pensar o razonar o relacionarse o... Si todos aprendiésemos lo mismo a la vez, no se necesitarían profesores sino ordenadores. O peor, nosotros seríamos unos ordenadores.

Me he perdido, ¿cuál es tu solución?

No la tengo. Creo que evaluar es una de las más complicadas labores que tiene que hacer un profesor y cada uno lo hace como buenamente sabe, puede y quiere.