domingo, 25 de marzo de 2018

No creas todo lo que piensas

Desde hace unas semanas, ando dándole vueltas a una serie de procesos que ocurren de manera inconsciente a la hora de procesar la información y las consiguientes consecuencias a nivel afectivo, cognitivo y conductual. Justamente, resida ahí la dificultad de no encontrar una respuesta porque tienen que ver con modelos de representación internos, tanto de uno mismo como de los demás, de los que no somos conscientes que poseemos hasta que los explicitamos. 

Para mí, esa es la clave ¿cómo hacerlo consciente? ¿Cómo sabes que lo estás haciendo consciente?¿Estás participando activamente en hacerlo consciente? ¿Qué significa ser consciente de algo? ¿Que eres capaz de controlarlo, de manipularlo, de manejarlo, de hablarlo, de compartirlo...?

Por ejemplo, a la hora de interpretar los sueños tiene lugar un proceso similar. No estoy participando activamente mientras sueño, o al menos creo que no,  no hago por soñar, sin embargo, el sueño en sí y la interpretación del propio sueño para mí son evidencias de querer hacer consciente algo, aunque ese algo dependa de la interpretación que haga de dicho sueño y el significado que le dé partiendo de mis propios modelos de representación. 

Es extraño porque, partiendo de mi propia experiencia, hago inferencias sobre el sentido que tienen esos procesos pero que no soy capaz de explicitar aunque en parte sí percibir de alguna manera, porque entiendo que son procesos muy sutiles y que requieren de cierta formación para identificarlos y analizarlos. Sé que algo pasa pero no soy capaz de atender al proceso en su conjunto. 

En las últimas semanas, influenciada por las nuevas lecturas que he ido haciendo sobre los estilos de apego infantil y adulto, me planteé muchas dudas respecto a cómo se trata el tema y cómo se ha estado tratando a lo largo de los años. Me di cuenta que independientemente de si partían de una perspectiva evolutiva o social, el apego se entiende como un proceso de construcción del sí mismo y de los demás que permanece inmutable, aparentemente, a lo largo de la vida. Al menos no hay cambios significativos al respecto. 

Me llamó la atención, no tanto desde la perspectiva social como de la perspectiva evolutiva, sobre todo partiendo de lo que yo entiendo como perspectiva evolutiva. Y aunque algunos autores hacen referencia a que las transiciones vitales pueden ser los mejores momentos para que los cambios producidos en los estilos de apego se mantengan a lo largo del tiempo, no hay demasiadas investigaciones al respecto. Algo que me da que pensar en cómo se puede dar sentido a ese cambio, en términos de qué, qué cambios son más esperados. 

Si hay algo que me fascina de todo lo que estoy leyendo es la importancia que tiene a nivel intrapersonal e intrapersonal cada uno de los estilos de apego. Las repercusiones que tienen en la construcción de los modelos de representación internos que generalmente tienen lugar fuera de la consciencia. Cómo esos modelos de representación internos nos pueden condicionar a la hora de percibir y analizar la realidad de manera constructiva o deconstructiva. 

Este es un tema que me inquieta mucho y que hasta el jueves, creo, no conseguí comprender. Porque, para mí, deconstruir es una manera de construir de dar un sentido diferente al que tenías participando en dicha elaboración nueva. Pero los autores lo relacionaban no tanto como deconstruir sino como destruir. Algo que te destruye o te ayuda a destruir algo, a romper algo, a acabar con algo... El jueves leí un punto de vista distinto a los que había leído que tenía que ver con la manera en la que el sistema de apego se podía activar y desactivar (como si tuvieras un interrumpor), se mantenía continuamente apagado o se mantenía constantemente encendido. Es el modelo que más me llamó la atención porque integra los anteriores de un manera simple.

Justamente, los que "tienen el interruptor roto" tienen dificultades a la hora de representar los modelos internos de los demás ("interruptor apagado") y a la hora de representar los modelos internos de sí mismo y de los demás (interruptor encendido). En ambos casos, una desactivación del estilo de apego y una hiperactivación tendrían consecuencias negativas a la hora de interpretar la realidad como ausencia de necesidad de ayuda  o necesidad constante de ayuda. 

De modo que controlar lo que uno piensa dependería de los modelos de representación interna de uno mismo y de los demás que curiosamente operan fuera de la consciencia. Ahora no sé si creo lo que pienso o pienso lo que creo...





sábado, 24 de marzo de 2018

(Buenas) Preguntas durante un proceso de formación/construcción

... ¿Qué tipo de preguntas me he estado haciendo? ¿Por qué esas y no otras? ¿Cómo participo activamente en su elaboración? ¿Soy autónoma haciéndome preguntas? ¿Cómo puedo saber, o llegar a saber, si las preguntas que me planteo son buenas? ¿Qué quiere decir que sean buenas? ¿Que sepa contestarlas , en cuyo caso carecería de sentido plantearme la pregunta? ¿Que su respuesta me lleve hacia donde quiero llegar, sin saber ahora mismo dónde es eso? ¿El momento de la formación en las que me las plantee? ¿Que tengan sentido para mí, qué significa eso? ¿Que la pregunta permanezca a lo largo del proceso ? ¿que esa pregunta me lleve a cuestionarme otras? ¿Cómo diferenciarla de una pregunta mala?...

En las últimas semanas, hay muchas preguntan que me planteo de cara al proceso de formación y de construcción de la tesis que seguramente me tenía que haber planteado antes. Creo que el hecho de que me esté planteando tantas preguntas en este momento es esencial porque me está permitiendo atender a mucha más cantidad y calidad de información respecto a lo que implica la tesis en sí, al menos para mí. Sobre todo porque afecta a la manera en la que me implico en dicho proceso e identifico las carencias a nivel de formación  y elaboración de la propia tesis.

Las sesiones de doctorado de esta semana me han permitido analizar estas preguntas que me vengo planteando desde hace varias semanas de otra manera. El aspecto clave para mí es cómo me relaciono con la tesis en función de las preguntas que me planteo, ya sea partiendo de lo que leo o de las conversaciones que mantengo con mi director y con mi tutor de la tesis. También por un curso online que llevo realizando unas cuántas semanas que me están ayudando a concretar aspectos esenciales de la redacción y concreción del plan de investigación. 

El hecho de poder compartir reflexiones a partir de lecturas propuestas que tenían que ver con aspectos de metodología, análisis y recogida de datos me ayudó a clarificar mi propio tema. Por medio del cómo hacerlo respondí a mi pregunta del qué hacer. Llegar a esa conclusión me llegó a cuestionarme si realmente tenía sentido que la manera en la que realizar la investigación debía influir en el tema que deseaba investigar en sí o si era al revés. Incluso si había más opciones...

Me dio que pensar, y me sigue dando que pensar,...Sobre todo porque ahora veo la investigación como algo tan abstracto e indefinido que no puedo atender a esas distinciones porque apenas estoy comenzando a ver con cierta perspectiva el propio marco teórico y creo que eso me está limitando a la hora de plantear la investigación. ¿Cómo se ha hecho hasta ahora? ¿Cómo lo quiero plantear? ¿Es viable mi planteamiento? ¿Qué pasa si no lo es? ¿Qué significa que sea viable? ¿Que se pueda llevar a cabo? ¿Que sea aceptado y valorado por los demás? ¿Que sirva para ofrecer una perspectiva nueva ante lo que había? ¿Que tenga sentido para mí? ¿Que tenga sentido para mi tutor? ¿Que tenga sentido para mi director? ¿Que tenga sentido para el centro donde quiero realizar la investigación? ¿Que suponga un progreso? ¿Qué significa una limitación?...

martes, 20 de marzo de 2018

Disonancias estructurales

Hoy termino una de las sesiones que más disfruto durante las clases particulares, sobre todo porque no tiene tanta importancia los contenidos en sí  que hemos ido trabajando durante este trimestre en forma de ejercicios, problemas, trabajos, apuntes, esquemas, exámenes... Y ver el proceso en cada uno de mis alumnos, el poder explicitar en parte de una sesión aspectos que puedan estar influyendo en su aprendizaje, y el que compartimos, y que ellos mismos reflexionen sobre su propio proceso es un privilegio.

Recuerdo la primera vez que lo hice. Fue hace unos 3 años cuando noté en una de las clases que la alumna se sentía frustrada por no tener la calificación que deseaba tener en esa asignatura, veía injusto que le hubieran calificado así. A mí me pareció una buena oportunidad para explorar con ella por qué creía que se merecía esa nota y empezó a hacer conexiones con sus experiencias previas  que le había ayudado a generar la expectativa actual que tenía. 

Así que le propuse una actividad que consistía en elaborar una tabla en la que se incluyeran cuatro columnas: asignatura, nota que crees que vas a tener, nota que tienes y mejoras.  nos gustó tanto que, desde entonces,  cada trimestre lo repetimos y repito con mis otros alumnos. 

Después de hacer la tabla y reflexionar sobre el trimestre en general, dedicamos un tiempo a hablar explícitamente sobre nuestra relación. Uno de los miedos que tenía al empezar con las clases particulares es saber hasta qué punto estaba dando respuesta a las necesidades específicas de mi alumna, así que lo vi como una oportunidad de compartir nuestras impresiones positivas y negativas. Las negativas cuestan más al principio, sobre todo si es el o ella quien habla primero, pero si soy yo quien ofrece una valoración negativa es más fácil de obtener otra. No sé el motivo pero para mí es evidencia de que algo está ocurriendo.

Es curioso que tendamos a atender más a los aspectos negativos que los demás tienen sobre nosotros en comparación con las positivas. Para mí tiene sentido porque me permiten reflexionar sobre cuestiones que puede o no que incluya o tenga en cuenta a la hora de llevar a cabo las clases y sobre todo ver cómo ellos lo interpretan y se sienten. 

La semana pasada  y la anterior fueron especiales en ese sentido. Sobre todo porque en el transcurso de esas semanas las cuatro sesiones fueron  muy diferentes  en cuanto a contenido y en cuanto a actitud tanto mía como suya. La primera fue la que trabajamos explícitamente el tema de las calificaciones y le propuse que hiciera un calendario para saber cómo se organizaba a la hora de "hacer los deberes" y "estudiar" y trabajar a partir de ella la semana siguiente y ayudarle a organizarse de otra manera las tardes. En la segunda estaba muy concentrado, uno de los días que más concentrado le he visto e implicado. Durante la tercera estuvimos realizando un calendario semanal con los horarios orientativos para mejorar su gestión de espacios y tiempos dedicados a los deberes, apuntes y repasar. Y en la última su implicación volvió a ascender. 

Uno de los aspectos negativos que me dijo era que le "echaba broncas, pero es bueno porque eso lo haces por mi bien". Intuyo que la bronca del día anterior tuvo efectos en la sesión del día siguiente. Pero a la semana siguiente los efectos se habían pasado. De hecho le dije que le iba a poner un examen y me dijo que no le había dicho nada. Sabía que no era así, pero decidí decirle que durante la semana le iba a poner exámenes, los días que quisiera. Una de las ventajas o desventajas de tenerme como vecina. Al final no lo hice pero porque no me he dado cuenta de hacerlo.  

La cuarta sesión le dije que cuando le "echaba la bronca" se implicaba y concentraba más, así que le dije que igual tenía que hacerlo más veces para conseguir que se concentrara.

¿Qué está pasando aquí? ¿qué diferencia hay entre sus estrategias para relacionarse o no con la tarea y conmigo? ¿es una llamada de atención para que le haga caso? ¿estoy imponiéndole una manera de actuar, de relacionarse con la tarea? ¿por qué decidí actuar? ¿qué me hizo actuar? ¿podía haber actuado de otra manera? ¿actué como consecuencia de sus actos? ¿actuó para complacerme por ser su profesora? ¿actué para complacerle por ser mi alumno? ¿qué nos hace actuar como actuamos? ¿actuamos de la misma manera ante unos que ante otros? ¿por qué?

El hecho de haber estado leyendo sobre estas cuestiones relacionales entre alumnos y profesores desde su propio estilo de apego y ver la posible justificación que tienen estos modelos internos y externos partiendo de los antecedentes causales  y su repercusión en las atribuciones causales, en las emociones, en las expectativas y en última instancia en las conductas, me hacen tener una serie de estructuras nuevas para explicar, organizar y gestionar estas situaciones con mis alumnos y con mis tutores de tesis. Sobre todo porque no actúo de la misma manera si asumo el rol de profesora a si asumo el de alumna. ¿Por qué? ¿Depende sólo del rol que asuma? ¿Depende de la capacidad de controlar la situación, de conseguir cierta estabilidad durante la misma, de mi las causas son internas o externas?¿Dependen de la propia dependencia que cada uno tiene hacia los demás? ¿Depende de la incomodidad en la intimidad? ¿De la confianza que tengas en esa persona? ¿del tiempo que lleves conociendo a esa persona? ¿De lo que sepa de ti? ¿De lo que pueda hacer con lo sabe de ti? ¿De qué?



sábado, 10 de marzo de 2018

Experiencia efímera

Ser capaz de escribir con palabras aquello que sientes, sentiste o sentirás, es complicado, al menos para mí. No sólo porque requiere cierta habilidad con procesos de indagación reflexiva que son diferentes en función del punto de vista desde el que lo analice ya sea siendo actriz y observadora, sino porque hay veces que no encuentro las palabras para expresar ciertos momentos. Quizá porque no las haya encontrado, quizá porque no las haya buscado o quizá porque no esté en disposición de buscarlas o encontrarlas...

Recuerdo salir de clase un viernes a las 21:00 horas y encontrar una llamada perdida, y al poco tiempo un mensaje informándome de la "oferta de trabajo". No me lo pensé demasiado, pensando en que él se pudiera echar para atrás en dicha oferta. Durante las semanas siguientes sentí mucha incertidumbre pero me sentía cómoda con ella. Lógicamente me impedía dedicarle el tiempo suficiente a otras actividades del doctorado, pero lo veía tanto como una oportunidad como como un desafío. 

Era la primera vez que estaba en la universidad asumiendo el rol de profesora. En mi experiencia como alumna siempre me llamó la atención cómo se viviría la experiencia desde ese punto de vista. Y, aunque intentaba imaginarme cómo sería, la primera sesión fue única. Realmente, fueron 12 sesiones únicas e irrepetibles. 

No me preocupaba en exceso el contenido, aunque me inquietaba no tener la seguridad de saber dar respuesta a las dudas que surgían en clase. Me preocupaba más el cómo: ser, estar presente, hacer participar, implicar, motivar, comprometer. Centrándome sobre todo en la relación entre ellos y yo. 

Aunque sabía que la relación sería esporádica y no tenía más responsabilidad que aquella que yo misma me imponía. Responsabilidad mía y, sobre todo, ante ellos. Posiblemente porque estaba asumiendo un rol de profesora, como si ya fuera su profesora por el hecho de estar ante ellos o haber estado con ellos durante 6 semanas. 

La primera vez que me despedí de ellos, en la segunda semana, el vínculo estaba pero no era tan fuerte como las dos siguientes despedidas. De hecho, la segunda despedida no fue siquiera una despedida, al menos no fue como la primera. Pero la tercera, y  definitiva, sí que fue distinta. La primera me despedí yo de ellos, la segunda nos despedimos todos y la tercera se despidieron más ellos de mí que yo de ellos. 

Justamente, creo que el hecho de haber tenido tantas despedidas hizo que la relación cambiara, o al menos mi actitud después de la primera despedida no fue la misma que antes. Posiblemente, porque ya no estaba atendiendo a los mismo procesos que las primeras semanas o porque tenía más información de la clase en sí y de cómo era y estaba yo en relación a ellos, y supongo que ellos en relación a mí, y tener esa información hizo que fuera diferente en sí. 

Cuando era estudiante del grado, recuerdo que lo que más me gustaba y lo que me permitió crecer profesionalmente eran los debates. No participaba demasiado pero sí que recuerdo que me movían internamente. Y durante la suplencia lo hice, sobre todo tras la primera despedida. Y eran las partes que más disfrutaba primero porque me gustaba que participaran y creo que a ellos también. Segundo porque se generaba un espacio y un tiempo para que pudiéramos escucharnos y comprender distintas perspectivas (aunque la disposición del aula nos lo ponía difícil). Y tercero porque esos espacios de reflexión e indagación son esenciales para fomentar el pensamiento crítico y trabajar cuestiones como el respeto y la escucha activa. Son procesos que se aprenden enseñando y se enseñan aprendiendo.

Supongo que la primera semana, después de seis, es normal que note que me falta algo. Sobre todo porque siento que el proceso sigue su propio curso. En una de las entrevistas que hice relacionadas con mi investigación, una profesora hacía referencia justamente a este hecho, tema que también salió en el curso de verano del año pasado: una profesora que ve inacaba su tarea porque los alumnos siguen su propio curso y la profesora sólo está presente durante un tiempo limitado. Utilizaba la metáfora de un cuadro sin terminar que nunca sabes cómo va a continuar.


Tan pronto como  llegó, se fue...