miércoles, 26 de julio de 2017

Llegar a saber sabiendo lo que sé (ahora)

¿No tienes otra cosa mejor que hacer?

Por tener, tengo que hacer cosa pero no quiero hacerlo, prefiero escribir.

¿Por qué?

Porque quiero.

Así que antes no escribías porque no querías.

No quería o no podía o una mezcla de las dos.

Con lo tranquilo que estuve estos meses sin que pasases por aquí...

Lo que echaba de menos escribir por aquí...

Si no lo hiciste, fue porque no quisiste.

¿No me lees?

No especialmente.

Quise escribir pero no tuve tiempo.

Eso son excusas.

No, ahora tengo tiempo y escribo.

Sólo lo haces por joderme.

Puede que lo haga por eso. Una pregunta...

Ya estamos...

¿Por qué hay veces que me preguntas cuando estoy escribiendo un post y otras no?

¿Y me lo preguntas a mí? Como si pudiera elegir hablar contigo...

Si no quieres, no lo hagas.

Ñe... Ya puestos... Así me dejas de molestar durante unos meses.

Tú tampoco eres fácil de tratar. 

¿Vamos a discutir otra vez sobre eso?

Tú sacaste el tema...

Pues lo guardo otra vez. ¿Y ese título?

¿No te gusta?

¿No es un tanto lioso?

¿A ti te lo parece?

¿A ti no?

Me parece que está incompleto.

No tiene ningún sentido la frase.

Quizá no para ti...

¿Qué sentido tiene para ti?

Las limitaciones que muchas veces nos ponemos a nosotros mismos nos permiten ver y aprender desde un único punto de vista.

¿En serio?

¿No es evidente?

En tu mundo sí, en el de los demás...

Lógicamente, cada uno está en disposición de saber o llegar a saber lo que puede, quiere, necesita o pretende saber condicionado por muchos factores.

¿Cómo?

No es tan complicado.

No lo dudo pero creo que estás haciéndolo más complicado de lo que realmente es. No es la primera vez que te pasa.

Ni será la última.

¿Cómo sabes lo que sabes?

Sé que lo sé.

Pero no siempre sabemos lo que sabemos.

Sé lo que sé, pero no puedo saber lo que no sé. Cuando lo sé, dejo de no saberlo. 

Pero mi duda es, ¿puedo saber algo sin saber que lo sé?

Sí, puedes saber aquello que estás en disposición de saber, y no, porque no es tan fácil con aquello que está "fuera de tu alcance".

Entonces no te predispones siempre de la misma manera para saber porque no siempre sabes lo mismo. 

Eso es.

Otra vez la misma pregunta ¿cómo sabes lo que sabes?

Hay muchas maneras de saber y ninguna es estática ni pura. Existen muchas corrientes epistemológicas pero no dejan de ser senderos distintos para explicar la teoría del conocimiento. Una de mis favoritas en el instituto cuando di Filofosía era la Teoría de las Ideas de Platón. 

O sea que no sabes cómo sabes lo que sabes.

Claro que lo sé. Pero no es algo fácil de explicitar ni de generalizar porque según lo que quiera saber, lo hago de una manera u otra. Por ejemplo, dos conceptos que se relacionan con el saber son enseñar y aprender. Cuando doy una clase sobre algo que sé, sé cómo he llegado a saber ese algo pero también sé que la otra persona o personas no necesariamente van a realizar el mismo proceso que yo para llegar a saber ese algo porque no tienen porqué saber lo que yo sé. 

Pero si tú enseñas algo, el otro o los otros aprenden ese algo.

O no.

Se supone que sí.

Ahí estás asumiendo que sí pero no es así. De ser como tú dices la vida sería más fácil y aburrida. Todos podíamos llegar a saber lo mismo, en el mismo espacio de tiempo, a la misma edad, en cualquier lugar del mundo. No existirían distintas maneras de enseñar ni entender el proceso de enseñanza-aprendizaje de ser así. Por suerte no ocurre.

¿Suerte?

Me gusta pensar que cada persona es única y que cada proceso que lleva a cabo, por el hecho de ser proceso, también lo es. 

martes, 18 de julio de 2017

14x16



Si no sabes sumar, no sabes restar. Si no sabes sumar, no sabes multiplicar. Si no sabes sumar ni restar, no sabes dividir. Porque la resta es la operación inversa a la suma. Porque multiplicar es una suma sucesiva de un mismo número. Porque dividir es sumar sucesivas veces un número sin pasarte para llevar a otro y restarlos. Al menos eso dice la teoría. En la práctica no siempre es así. 

Sumar un número sucesivas veces es algo relativamente más fácil que sumar distintos números. Por ejemplo,  multiplicar 1x1458970000 es relativamente más fácil que sumar 1458979999+1. Aunque a nivel teórico la multiplicación sea más compleja que la suma, no siempre ocurre así. Pero es cierto que la relación entre suma y multiplicación te permite comparar y desarrollar las estrategias que llevas a cabo para resolverlas, sobre todo porque los procesos que te permiten obtener el resultado son progresivamente más complejos. Con lo cual puede resultar difícil establecer la diferencia entre 2+2 y 2x2 porque el resultado es el mismo, aunque la manera de operar en cada caso sea muy distinta. 

Igual que hay estrategias a nivel de contenido, hay estrategias a nivel de procedimiento y actitud.

Por ejemplo, ¿cuánto es 14x16? No hace falta que lo mencione pero es preferible que se haga a mano o mentalmente, sobre todo por dos motivos. Primero porque generalmente aprendemos a operar por automatismos y no siempre nos centramos en el proceso que realizamos  y si se puede realizar el proceso de manera más simple sin necesidad de hacer la operación en sí, sino otras. Segundo porque trabajando con adolescentes me he dado cuenta de que su recurso por excelencia es el móvil o internet para absolutamente todo, con lo que pensar deja de tener importancia al darte todas las respuestas que quieras. Internet tiene muchas respuestas a una misma pregunta  y generalmente se suelen quedar con la primera respuesta al buscar en Google. 

Así que, ¿cuánto da? Me da absolutamente igual lo que os dé. 

¿Cómo lo habéis hecho? La operación a la que estamos acostumbrados desde pequeños o de otra manera. No me importa mucho el resultado porque un número cualquiera, será por números. Pero sí que es importante para mí cómo se hace. La primera vez que hice la operación fue como me enseñaron a hacerlo en el colegio. Justamente pensando en cómo quería escribir el post me he dado cuenta de que hay otras maneras de resolverlo. 

[(14x30)/2] +14
[(16x30)/2] -16
...
...


Hay más, pero de entrada se me ocurren esas. Recuerdo repasando las tablas de multiplicar con un niño de 2º de Primaria que me pasó una cosa muy curiosa. Tenía que hacer 3x9  y había empezado a recitar la tabla entera. Con lo que para ayudarle de dije que cuánto era 3x10 y me contestó que así no valía. Me sorprendió mucho su respuesta pero me dio mucho en lo que pensar acerca de cómo se ele estaba enseñando a operar. Sobre todo porque desde mi punto de vista se pierde una parte esencial del aprendizaje y de la manera de desarrollar estrategias para aprender de otras formas y qué sentido tiene aprender de maneras distintas.

Quizá a simple vista parezcan operaciones más complejas que la inicial pero el resultado no deja de ser el mismo. Si priorizamos el resultado, da igual el proceso que sigas mientras el resultado esté bien. Hay muchos profesores que priorizan este hecho y pierden una gran cantidad de información. Por ejemplo, me hace mucha gracia los problemas que vienen con las soluciones abajo porque limitan la manera de pensar, al menos a mí me pasaba. El problema estaba bien si conseguías llegar a ese número, daba igual que no entendieras lo que estabas haciendo con la información que tenías del ejercicio, aprobabas o suspendías si llegabas a él o no. Eso sí, aprender no es que aprendieras mucho, al menos desde mi punto de vista.

Hace unas semanas, en la última sesión de una de las clases particulares antes del parón de vacaciones, me pasó una cosa muy curiosa justamente con esta operación. En el caso de las matemáticas suelo implicarme mucho en hacer yo también las operaciones por dos motivos: hacer la operación con ellos y evitar que usen la calculadora o cualquier instrumento que les impida hacer la operación y observar cómo operan para saber si tienen dificultades a la hora de realizarlas. 

En esa sesión, hubo una dificultad: que no la hizo directamente. Con lo que se valió de que la había hecho yo y al preguntarle cuánto le daba, me dijo el mismo resultado que yo había obtenido. 

Eso me hizo pensar en si lo había hecho él o me lo había visto a mí. Hay veces que se queda muy pensativo y de repente suelta la respuesta. Pero en ese caso no me fiaba del todo sobre todo porque sabía que tenía dificultades a la hora de operar por números de dos cifras. Asi que comprobé.

En la siguiente operación, que no recuerdo cuál era, hicimos lo mismo: yo hice la operación en una hoja y él la hizo mentalmente. Mi manera de comprobar fue hacerlo mal y él volvió a decir mi resultado pero en este caso le dije que no me daba eso. Por lo que él mismo empezó a hacer la operación en la hoja que le había dado al principio de la clase pero que no había utilizado. Sin decirle nada. ya estaba todo dicho. Su cara al decirle que no me daba eso era un poema y me sirvió para que se diera cuenta de que no tenía que fiarse de mí y que me estaba dando cuenta de lo que estaba haciendo. 

Hay veces que me hago la tonta y hago como que no me entero, sobre todo las primeras veces. Normalmente, ellos se dan cuenta y no tengo que hacer más explícito lo que ha pasado en parte porque no suelen ser muy sutiles haciéndolo y en parte porque con la práctica estoy logrando cierta sensibilidad a notar este tipo de procesos y a generar un tipo de cambio en ellos que no suelo explicar cuando ocurren, si no lo considero oportuno, pero sí que lo hago en algunas ocasiones. 

sábado, 15 de julio de 2017

¿Vas a venir mañana?



La docencia no deja de sorprenderme y espero que lo siga haciendo por muchos años. Es cierto que cada año de carrera aprendí distintos contenidos conceptuales, actitudinales y procedimentales, distintas maneras de entender la relación entre alumno-profesor, las distintas facetas o roles profesionales que conlleva ser profesor, maneras de afrontar situaciones disruptivas tanto con alumnos como compañeros de trabajo y la influencia que tiene el contexto, el lugar y el tiempo en el que ocurren, la forma en la que se interpreta y considera el trabajo que cada uno realiza, es decir, lo que forma parte de su trabajo y lo que no, lo que antes sí se incluía puede que ahora no se incluya y viceversa y eso implica cierto margen de maniobra o no en la docencia, y en cualquier profesión. 

Hay veces que realizas tu trabajo porque te sientes en la obligación de hacerlo pero no es el trabajo que te gustaría hacer, otras veces porque te gusta lo que haces y no lo ves como una obligación sino como algo que deseas hacer incluso hay otras veces que no es ninguna de las dos opciones porque existen matices en cada una de ellas. No todo es blanco o negro, no es todo o nada, sobre todo en ese ejemplo porque lo que importa eres tú.

A nivel personal, y siendo consciente de la influencia familiar y social que tiene para mí el concepto de trabajo, tal y como entiendo la docencia ahora mismo, de manera muy distinta a cómo la entendía antes, durante y después de la carrera, no considero que mi trabajo sea de profesora. Soy profesora pero no trabajo como profesora. 

Para mí el trabajo contiene una connotación negativa en cuanto a que lo relaciono con la obligación de hacer algo que no quiero aun sabiendo que voy a salir beneficiada. Trabajar implica recibir un salario, en el mejor de los casos. Yo no trabajo de esa manera. No como profesora al menos. 

Ser profesora me ha permitido darme cuenta de cómo entiendo yo mi trabajo, que no depende exclusivamente de mi progreso y mi proceso sino también el de mis alumnos, el de los profesores que me han ayudado a  entender la docencia desde otro punto de vista y el de otras personas que han sido importantes para mí en otros ámbitos de mi vida. 

Pero sin duda el aprendizaje más valioso que he aprendido tanto directa como indirectamente es que nunca doy dos clases iguales. Uno de mis mayores miedos al iniciar la carrera de magisterio era que consideraba que la profesión de profesor se caracterizaba por ser rutinaria y estática, visto desde fuera o desde la vista de alumna. Los contenidos eran los mismos, el centro era el mismo, los compañeros y los alumnos variaban pero no había grandes diferencias en cuanto a su manera de afrontar su trabajo. Lo veía fácil y sin mucho sentido por ser repetitivo. ¡Qué ilusa era!

Ese aspecto es el que más me gusta de la docencia, esa variedad de matices que hay entre lo que soy capaz de controlar y la incertidumbre, entre lo que sé y lo que puedo llegar a saber, entre lo que soy y lo que puedo llegar a ser, entre lo que quiero y lo que puedo llegar a querer... Sé la profesora que soy, que quiero y que sabe ahora y sé la profesora que quiero llegar a saber, lo que quiero llegar a saber en este momento, pero también sé que no va a ser lo mismo que quiera ser y saber en unos años porque yo voy a ser distinta a la que soy ahora, mi experiencia va a ser distinta a la de ahora, lo que sé y lo que desconozco va a variar. Ahí reside la fortaleza de ser profesora, al menos para mí. 

Si lo que me hace ser profesora ahora mismo, que es respetar los procesos de aprendizaje atendiendo a las necesidades específicas de cada uno, lo hago de la misma manera a lo largo de mi carrera profesional, sabré que algo he hecho mal, no lo he llegado a comprender o no tengo los suficientes recursos como para hacerlo de otra manera. Puede que los tenga pero que no los sepa utilizar o no quiera utilizarlos. 

Si de algo me he dado cuenta estos meses, es que mi formación profesional empezó hace 5 años, no sé si al mismo tiempo que mi carrera profesional, pero ahora no entendería ambos procesos de manera aislada. Haga lo que haga, me dedique a lo que me dedique el aprendizaje y el desarrollo profesional y personal son procesos dinámicos que siempre me van a acompañar. 

Me encanta la docencia porque está llena de matices y de pequeños detalles que marcan la diferencia tanto para un alumno como un profesor. Un mismo hecho se interpreta de maneras muy distintas según la disposición ante la situación, la relación con la otra persona, el momento en el que estés y los procesos paralelos que cada uno de ellos están llevando a cabo.

Siempre me refiero a dos personas en el proceso de aprender porque normalmente doy clases particulares, lo que es una gran limitación a la hora de atender a una clase entera pero que me permiten tener cierta sensibilidad a notar procesos muy sutiles que en una clase de 30 o 100 personas pasan desapercibidos. O al menos pierdes información y perspectiva cuando tienes más alumnos que cuando tienes uno o dos solamente.

Este año recuerdo especialmente dos experiencias similares donde yo era alumna y profesora. Ambas situaciones las viví en un corto periodo de tiempo en la que tenía mucho estrés por tener que compaginar las clases particulares y el final de las clases del máster, todo ello acompañado del estrés de los meses anteriores. Eran dos momentos distintos  de evaluación de unas sesiones en cada uno de los contextos de clases particulares y de clases de máster.

La evaluación de las sesiones de las clases particulares es uno de los momentos clave, sobre todo por el momento en el que elijo hacerlas y cómo las hago. Evalúo a la vez que me evalúan pero no cuantitativamente. Lo que me permite conectar con los alumnos de otra manera y poder contrastar con ellos cómo han ido las clases particulares no en función de los resultados obtenidos, sino en función de  nosotros mismos. Tener un espacio y un tiempo para hablar de las propias sesiones, de cómo hemos ido realizando las clases condicionado principalmente por épocas de exámenes o trabajos u otros aspectos que hayan podido influir en cómo hemos trabajado y compartirlo. 

Desde mi experiencia es algo que empecé a hacer de manera más o menos improvisada pero que me gustó mucho hacer en vivo y en directo porque como alumna no he tenido muchas oportunidades de hacerlo y creo que el hecho de compartir los procesos que ocurren simultáneamente y comprobar lo que uno pueda pensar del otro es positivo para la relación entre ambos. 

Y así fue hace un par de semanas. El chico no quería dar clases particulares y eso lo notaba por lo que decidí hablar sobre eso en la sesión.  Al principio lo negó pero luego reconoció que era por su bien.

En cambio, la segunda evaluación de una de las últimas sesiones de una asignatura del máster fue distinta por dos motivos: no me resultó tan desafiante como las sesiones previas, por lo que la evalué con puntuaciones bajas, y porque generé un cambio que no quería en mi profesor, porque no se esperaba que mi evaluación fuera así. 

Para mí esa sesión fue distinta a las demás, al igual que para mi profesor, pero desde mi punto de vista fue mucho más sencilla porque estoy acostumbrada a percibir lo que entendí que él quería enseñarnos ese día, motivo por el cual mi evaluación fue la que fue. Es curioso porque mi profesor no suele explicitar ese tipo de cuestiones, lo que no deja de ser algo significativo, y me llamó la atención que en ese momento sí que lo hiciera y en las otras sesiones donde había puntuado alto en ese mismo cuestionario a las sesiones previas que para mí habían sido más densas que esa. ¿Por qué en las otras sesiones no lo había considerado importante y en esa sí?

Estos son algunos de los misterios de la docencia que me encantan...