domingo, 30 de abril de 2017

Distinciones lingüísticas



Hace unos meses, estudiando con mi niña para un examen de Música, estábamos respondiendo a las preguntas. Las respondía ella mientras observaba lo que respondía y cómo lo estaba respondiendo. 

En la primera pregunta, se pedía que explicara lo que es el canto gregoriano. Ella lo entendió como dar una definición, la que daba el libro, y así lo hizo. Cuando quiso ponerse a responder a la siguiente pregunta, le pregunté qué significaba un concepto que estaba implícito en la definición y para mi sorpresa me dijo que eso no había que explicarlo porque no lo pedía el enunciado de la pregunta.

Buena contestación pero no a la pregunta que le había planteado. Insistiendo le volví a preguntar sobre qué significaba y se puso a buscar. Tras encontrarlo, supimos a lo que se refería. Y su duda fue qué incluir en la respuesta; el concepto o el significado de concepto. Decidió hacer una pequeña puntualización de cada concepto que fue apareciendo. 

De entrada, preguntarle sobre esos conceptos que estaban implícitos dentro de la definición que había dado inicialmente le hizo pensar sobre ello y de ahí tomar la decisión de ir más allá de la definición del libro de tal modo que entendiera lo que estaba explicando. 

A lo largo de estos meses, hemos ido trabajando en este tipo de conceptos que tienen conceptos implícitos y sobre todo porque es capaz de entenderlos y darles sentido, e incluso elaborar sus propios conceptos a partir de los aparecen en el libro o en los apuntes que le proporcionan los profesores. 

La primera vez que estuve en la asignatura de Counselling fue hace un par de años, cuando estaba en la carrera y el modelo que estuvimos viendo esta semana no era nuevo para mí, de hecho me he dado cuenta de que no lo entiendo igual ahora que antes, al menos no le doy el mismo significado que cuando lo vi por primera vez, sobre todo porque creo que estoy en una posición diferente para entenderlo y dotarle de sentido que años atrás. Y eso es algo que variará con el tiempo, pero principalmente por mí.

En mi experiencia anterior, estaba trabajando cuestiones relacionadas con el nivel de detalle a la hora de explorar en el ámbito educativo. No deja de ser un ejemplo de una exploración sobre cómo se organiza para aprender algo y para darle un sentido u otro. 

Para explorar lo que McWhirter puede considerar como asuntos, inquietudes o crisis desde un punto de vista educativo, es esencial que aquellos que se aprenden sean conscientes de que están aprendiendo, al menos para mí la clave es esa. Para mí una evidencia de que se está aprendiendo es ser capaz de ir más allá de un libro, de un punto de vista, de una perspectiva, de una concepción "objetiva" de un hecho y comenzar a construir tus propias concepciones. 

Por ello, para comprender los asuntos, las inquietudes y las crisis se pueden utilizar varios niveles de exploración que tienen como objetivo obtener la mayor cantidad de información relativa al caso en concreto. 

Quizá sea porque ya tengo muy interiorizado y asumido el modelo de exploración por haber participado directa o indirectamente en dicho él, ya sea conmigo misma o con otra persona, pero durante las sesiones de esta semana, he notado que me ha resultado relativamente fácil el modelo, aunque es cierto que hace unos años no habíamos entrado en las conexiones entre las equivalencias complejas y las inferencias y en su influencia en los juicios. 

Los juicios suelen ser o están influídos y contextualizados en las creencias, los valores, las interpretaciones, las expectativas y los ámbitos sociales más cercanos en los que se desarrolla la persona: familia, amigos, pareja sentimental, compañeros de trabajo, figuras de referencia, personas consolidadas socialmente, etc... Se tiende a pensar que los juicios son estables e inmutables pero normalmente no ocurre así.

De hecho, el otro día leyendo sobre aprendizaje transformacional a lo largo de la vida, explicaban que la mayor parte de los cambios por los que pasamos en nuestra vida las realizamos intuitivamente y no como consecuencia de un proceso de reflexión crítica. Lo que nos puede llevar a construir juicios inestables que no solemos ser conscientes de que los tenemos hasta que los exteriorizamos. En la asignatura de Psicología Social lo denominábamos disonancias cognitivas y se relacionaban justamente con las dificultades de interpretar la realidad. Se produce una alteración entre lo que sentimos o pensamos y nuestro comportamiento. 

Para mí, este tipo de situaciones en los que actúas de una manera diferente a la que piensas o sientes es un síntoma de un juicio inestable. Gracias a eso, podemos contextualizar el asunto (nivel de detalle), conocer el alcance y la influencia de la experiencia (nivel de ámbito) y establecer los significados y las relaciones de los elementos implicados en el caso (nivel de conexión). 

Tenemos y elaboramos juicios constantemente, pero no todos los afrontamos de la misma manera ya que no siempre contamos con la suficiente información como para poder indagar en ellos. Al tratarse de ciertos juicios que se encuentran contextualizados en ámbitos tan personales y a veces inaccesible hace que trabajar con ello sea más complicado de lo que parece a simple vista.

Hay juicios más estables que otros, más duraderos que otros, más fuertes que otros, más explorables que otros, más inaccesibles que otros porque justamente desmontan nuestra manera de entender el mundo en cuanto a relaciones sociales, a cómo me sitúo yo dentro del mundo, cómo me influye a la hora de relacionarme con las personas, a cómo me defino yo como persona en cada ámbito de mi vida. Es ese cambio, ese desequilibrio que se puede generar o esa manera que tenemos de percibir, afrontar, dar sentido e interpretar el cambio el que nos permite o nos limita a la hora de trabajar con el juicio. 

No sé hasta qué punto los juicios son irracionales o tienen una base racional inicial a partir del cual se va construyendo el juicio desde los modelos que asumimos como propios pero que generalmente son aprendidos y considerados como inmutables e inaccesibles y se pueda interpretar que un cambio de esos juicios conlleve dejar de ser quien uno es, asumiendo que uno siempre será como es y como ha sido. 

sábado, 15 de abril de 2017

Conversaciones inconclusas



Hace un par de semanas, mi padre quiso hablar conmigo. Hablar habló largo y tendido, de eso no tengo la menor duda. Lo que no sé es qué pretendía con esa conversación, o lo que él estaba entiendo como una conversación.

La "conversación" empezó porque en un programa de televisión estaban hablando sobre la educación, más concretamente en cómo aprenden los alumnos. O al menos esa era la información que tenía de partida. Una de las personas que hablaban sobre el tema era un profesor de Matemáticas de una universidad y una cómica que se había formado como profesora y tenía familiares que se dedicaban a la docencia.

El argumento que defendió el profesor de Matemáticas es que para que los alumnos aprendan algo deben esforzarse, ya que sin esfuerzo no hay recompensa. Mi padre apoyó aferrimamente este comentario porque estaba dando por sentado primero que la premisa era cierta y segundo que la recompensa era aprobar. Lógicamente, para él, aprobar es una consecuencia de estudiar y esforzarse. 

Como pensé que era una conversación, le dije que esa frase parte de un planteamiento educativo, a lo que él me respondió que nadie puede aprender nada sin estudiar ni esforzarse y que no le dijera nada que él no comprendiera.

En ese momento, me di cuenta de varias cosas: ya comprendí porque estaba de acuerdo con ese planteamiento y realmente no quería hablar, sino convencerme de que estaba en lo cierto él y equivocada yo pese a no querer escuchar mis argumentos. 

Su argumento "irrefutable" era que la educación no ha cambiado porque sólo hay una manera de aprender. Lo que me llegó a cuestionarme qué se piensa que he estado haciendo durante estos casi 3 años que llevo con la investigación en el ámbito educativo y en mi periodo de formación como profesora de más de 4 años. 

Entiendo que lo perciba así porque él apenas estuvo 10 años en el colegio y salió del sistema educativo sobre el año 1973. En esos años, la escuela era muy diferente a la actual y desde su punto de vista comprendo que tenga sentido el argumento de quien no estudiar ni se esfuerza no aprueba y que sólo se aprende de una determinada manera.

Mi padre con 14 años empezó siendo aprendiz de un sastre y le pregunté cómo había aprendido a coser, a hacer patrones, a hacer marcadas, a diferenciar entre los distintos tipos de telas y colores que hay y que tuvo que aprender para convertirse en quien es actualmente. Eso lo tuvo que aprender pero no a través de un libro ni en el contexto escolar.

Pero ese argumento no le convenció porque, según él, yo le estaba llevando a mi terreno. En ningún momento le dije que ese planteamiento estuviera mal, sólo le dije que era un punto de vista diferente al que tengo yo como profesora. 

Me resultó curioso que quisiera mantener una conversación conmigo pero ni siquiera se esforzara por saber mi opinión.  De ahí que no entendiera  que estábamos manteniendo una conversación. No sé si eso tenía que ver con que rebatiera su punto de vista, que no estuviera de acuerdo con lo que decía o que le molestase que pudiera tener razón en lo que estaba diciendo.

Una de las ventajas que tenemos la mayoría de nosotros es que hemos recibido una formación académica, sea del nivel que sea. Podría decirse que hemos sido alumnos. Y tenemos experiencias directas e indirectas de lo que es la educación, al menos desde nuestra postura como alumnos. 

Otros también hemos recibido formación como profesores de distintos niveles educativos, algo que mejor o peor nos proporciona una visión diferente de lo que implica ser profesor tanto dentro como fuera del centro educativo y que nos identifica como docentes. 

Incluso se puede realizar una formación para los formadores de los profesores de las distintas etapas educativas, para lo que se necesita adquirir y desarrollar cierta complejidad cognitiva, social, emocional, psicológica e intelectual, al igual que en las anteriores formaciones. 

Gracias a esa formación que recibimos los profesores, damos sentido a lo que hacemos, cómo lo hacemos y los motivos que nos llevan a ello. La docencia no es fácil, de igual forma que tampoco lo es aprender ni mucho menos enseñar.

Constantemente estamos aprendiendo aunque no siempre seamos conscientes de ello. Podemos darle un sentido u otro, pero no podemos renunciar a aprender a lo largo de la vida. 

viernes, 14 de abril de 2017

Fracasos que se convierten en experiencias generativas



Hace un par de semanas viví lo que interpreté, durante y sobre todo después, como un fracaso no sólo profesional sino personal. Es curioso porque sufrí y padecí la situación como si fuera algo negativo, al menos más de lo que realmente fue, lo que sin duda fui consciente mucho después.

No era la primera vez que no conseguía mantener en silencio una clase, pero en las anteriores ocasiones había logrado que su actitud cambiara con la mía. Además lo había hecho yo sola, sin que ningún otro profesor tuviera que ayudarme. Algo que no pasó esa vez y quizá por eso me lo tomé más a lo personal y le di más relevancia de la que realmente tenía. 

Me enfadé conmigo misma por muchas razones: no ser capaz de calmar al grupo, tener la sensación de que me estaban vacilando y no poder haber hecho nada al respecto, utilizar castigos con los que no estoy de acuerdo como profesora, no haber sido capaz de controlarme a mí misma ante ese tipo de situaciones, que me llamaran la atención directa e indirectamente y haber salido de la clase de la forma en la que lo hice.

Salí de clase porque fue la única opción que me planteaba en ese momento, y actué como actué por la misma razón. A partir de ahí decidí actuar de otra manera, evitando esas situaciones. Durante las siguientes sesiones no estaba en clase a no ser que estuviera alguien. Aquella vez no fue la única que estaba sola con los chicos pero no quería tener una experiencia similar a la vivida primero porque no sabía conectar con los alumnos, segundo porque tampoco había interactuado mucho con ellos y tercero porque no contaba con los suficientes recursos para hacer frente a esa situación y no estaba dispuesta a exponerme de nuevo.

Había un detalle que pasé por alto: la manera que tenía de calmar al grupo lo había utilizado en Primaria pero no contaba con la experiencia en Secundaria. Pese a ser de 1º la estrategia no funcionó. La siguiente vez que estuve en clase con ese grupo fue diferente tanto por su parte como por la mía. 

De hecho, la última clase a la que fui en las prácticas fue con ese grupo. Y como era mi último día, la profesora propuso que me escribieran una carta de despedida. Me llamó la atención la idea, sobre todo porque algunos dieron su opinión acerca de lo que pasó: unos me pidieron perdón por cómo se comportaron, otros me dijeron que había sido demasiado estricta, otros que les había conocido en un momento malo y el resto, la mayoría, ni siquiera mencionó lo que pasó. 

El motivo principal por el que interpreté el incidente como un fracaso fue por cómo reaccioné durante y después de lo que sucedió. Cuando entró la profesora y les dijo a los alumnos que estaban montando mucho jaleo, asumí la culpa porque entendía que yo era la responsable de lo sucedido y decidí irme. Al principio sólo me fui de la clase pero luego me fui del instituto sin despedirme de la profesora. Me sentí frustrada e impotente al mismo tiempo y necesitaba irme. 

Luego la profesora me llamó para darme las gracias por haber cuidado a la clase y yo la pedí perdón por lo sucedido. Pero aún así, su llamada no me hizo sentir mejor porque sabía que no había actuado correctamente. No sé si tiene sentido el término de "actuar correctamente", actué de la mejor manera que supe en ese momento, otra cosa es cómo evalúe la manera en la que lo hice. 

Pero la evaluación inicial fue muy distinta a la que hago actualmente. Primero porque cuento con más información que antes. Segundo porque el hecho de haberlo vivido me da cierta perspectiva de lo que hice, cómo lo hice y por qué lo hice. Tercero porque eso generó un cambio en mí y en los alumnos. Cuarto porque lo vi como una oportunidad para aprender a utilizar los recursos y aprender nuevos para las siguientes experiencias similares. 

Como me enfadé con ellos porque no se callaban, les mandé copiar aprovechando que estábamos en la biblioteca. Algo que iba en contra de lo que considero que es la educación, pero que hicieron mientras hablaban. Quería que rompieran la hoja pero entró la profesora y no continuamos con lo que estábamos haciendo. 

Para mí lo importante no fue, ni es, encontrar los recursos para solucionar el problema, principalmente porque creo que la base inicial era no tener una relación con los alumnos a partir de la cual trabajar y sentir que no tenía el rol de profesora en ese momento. Sino qué podíamos aprender todos de esa situación, más allá de las percepciones que tuviéramos cada uno de lo que sucedió. Y eso era algo que quería explorar mientras que estaba sucediendo y que hicimos durante esa sesión. No sé hasta qué punto lo conseguimos pero al menos fue un comienzo para analizar este tipo de situaciones.