sábado, 30 de julio de 2016

Serendipia

Cuando era estudiante, al menos antes de entrar en la universidad, no me imaginaba una asignatura sin exámenes porque pensaba que era la única manera de evaluar. Aquello que se saliera de lo estrictamente establecido era raro para mí, incluso estaba de acuerdo con la manera de evaluar, no conocía otra. Era eso o esperan a que "me aprobasen".

En Bachillerato tuve una profesora que daba clases sin un libro de texto en el que apoyarse, tenía sus propios apuntes y los demás nos limitábamos a copiar, o al menos eso creíamos. No nos dejaba copiar nada si no lo entendíamos primero. No era una asignatura precisamente fácil, no para mí, pero sí que fue una muy buena experiencia que me acercó a participar  e implicarme en lo que estaba aprendiendo y en cómo lo estaba haciendo. 

A los poco meses, empecé la universidad y tuve como profesor a un hombre similar a mi profesora de Bachillerato pero en su caso eran mucho más subjetivas, arbitrarias y fáciles sus clases, o eso pensaba yo. Recuerdo que al principio tenía la sensación de no aprender nada que no supiera, o al menos estaba segura de que estaba aprendiendo a la primera y eso me producía cierto descoloque. 

Precisamente eso fue lo que me hizo darme cuenta de lo que era para mí la docencia. No estaba en mis planes de futuro hacer magisterio, en gran medida porque menospreciaba la labor docente por mi experiencia siendo estudiante. No quería convertirme en aquello que tengo odié y repudié. Pero no me di cuenta que eso me sirvió para aprender cómo no quería ser cuando fuera profesora. 

Lo que me descolocó totalmente fue el examen que hizo este hombre. Eso no era un examen. ¿Cómo va a ser un examen unas preguntas que contestas en casa sin prisa, sin agobio y que luego tú te ponías una nota? ¿Cómo me iba a poner yo una nota? ¿Qué sentido tiene que me evalúe yo a mí misma? A la primera pregunta no obtuve respuesta hasta hace relativamente poco y tuve la suerte de que no era una pregunta del examen, pero la segunda sí que era una pregunta de examen a la cual no quise responder la primera vez. La segunda no tuve escapatoria.

Gracias a ese descoloque, y otros muchos, entiendo la docencia como la entiendo actualmente. De hecho, hace unas semanas hice con mi niña una sesión de evaluación. Como  deberes de vacaciones del 1º Trimestre le pedí que rellenara una encuesta en la que tenía que evaluar cualitativamente tanto a ella como a mí. Durante y después de dar clases me evalúo en función de varios parámetros y uno de los más importantes para mí es si entiende lo que explico, si después de explicarle algo se queda con dudas y si tiene sentido para ella lo que le estoy explicando. 

Siento una gran carencia de pedagogía y didáctica en mi formación, al menos teóricamente, pero creo que cuento con algo más valioso que eso: tengo experiencia como alumna de riesgo de exclusión por no estar en el umbral que se considera normal. Es muy discutible el umbral normal, del que no voy a hablar. pero en el instituto no destacaba precisamente por ser una buena estudiante, de hecho en 3º de la ESO me iban a meter en Diversificación, algo que sin duda te etiqueta y repercute muy negativamente en cómo te ven los demás y en cómo te percibes tú misma a la hora de enfrentarte a tu vida cotidiana. 

A lo que iba es que pasé la encuesta porque no me dio tiempo a hacerlo en clase, quería dedicarle una sesión completa, o al menos una hora para debatirlo con ella. Pero me acordé de mí misma cuando me tuve que evaluar cuantitativa y cualitativamente en la carrera. La autoevaluación estaba dirigida directamente a mí pero indirectamente a mi relación con los compañeros y con el propio profesor. Quiero decir, uno no es capaz de aprender de la nada, siempre tiene como referencia algo que haya leído o que haya escuchado, aprende de alguien, aprende con alguien, aprende en un contexto determinado, en una época determinada y en un momento evolutivo determinado. 

Así que tras la evaluación cuantitativa en la que ella se puntuó con un 7 y a mí me puntuó con un 9,9 ,  decidí dedicar una de las últimas sesiones de junio a evaluarnos conjuntamente. Primero escribimos las cosas buena de la otra y lo compartimos, después las cosas que la otra persona tiene que mejorar (este paso le costó un poco más) y al final realizamos unas propuestas para mejorar en las siguientes ocasiones. Para mí esto es una evaluación. Independientemente de las notas que tuviera, que son muy buenas, creo que esa conversación es necesaria tanto para ella como para mí. 

Me sorprendí mucho al ver las puntuaciones de diciembre porque no entendía la gran diferencia entre su nota y la mía, sobre todo porque la evaluación que yo hice era con otros valores en la que ella tenía mejores resultados que yo. Tras la sesión de evaluación lo comprendí. Ambas habíamos notado lo mismo, contábamos con la misma información pero no la puntuábamos de la misma manera. Lo que sí me quedó muy claro es que para una alumna lo más importante es su profesora y para una profesora lo más importante es su alumna. 


martes, 26 de julio de 2016

Profecía no autocumplida



Bueno, ¿qué?

¿Qué de qué?

¿No tienes nada que contarme?

¿Tendría que contarte algo?

Tú sabrás...

No lo sé, por eso te pregunto.

¡Qué bien disimulas!

Será porque no tengo ni idea de lo que se supone que te tengo que contar.

Tú sabrás  lo has hecho...

No tengo tiempo para jugar contigo.

Ese es el problema.

¿Que no quiero jugar contigo?

No has escrito eso. Una cosa es que no TENGAS TIEMPO y otra es que no QUIERAS.

Igual no quiero jugar contigo porque no tengo tiempo para hacerlo. 

Ah, o sea que es una pérdida de tiempo hablar conmigo.

No quise decir eso...

Pues lo hiciste.

Ahora voy a tener yo la culpa de cómo interpretes lo que escribo. 

Está claro que la culpa es mía. Pues ponte a hacer lo que estabas haciendo y deja de perder el tiempo conmigo.

¿Qué tiene que ver lo estaba haciendo antes de ponerme a escribir con todo esto?

Es muy normal que te organices la agenda con las fechas para lo que va a ocurrir dentro de 2 meses.

Peor sería que no lo hiciera. En agosto no voy a poder hacerlo y en septiembre menos, así que prefiero tenerlo claro ahora para que no se me pase ninguna fecha. 

Pues ves organizando la tesis porque veo que no llegas a tiempo.

Antes de eso tengo el TFM que veremos a ver.

No ves, no tienes solución.

¿Por qué te molesta tanto?

Una de las cosas por las que te quejaban en OELD era que no disfrutabas de lo que hacías mientras lo estabas haciendo y el problema es que te preocupas demasiado por lo que va a ocurrir en lugar de preocuparte por lo que está ocurriendo.

...

¿Qué pasó con la defensa del TFG?

Eso fue distinto.

¿Qué pasó?

Que pensé que saldría mucho peor de lo que salió. 

¿Y qué más? 

Bueno, la última vez que lo hice la disfruté mucho más que las anteriores.

Y eso se notó. 

Lo noté, pero me había tomado una tila y no había dormido la noche anterior. No sé si hablé alto o bajo, rápido o lento; cuando me quise dar cuenta estaba terminando. 

No fue para tanto, fue peor lo que te imaginabas que iba a pasar que lo que realmente pasó. Fomentabas aquello que no deseabas que ocurriera. Estabas nerviosa porque no querías equivocarte y te equivocabas porque estabas nerviosa. 

Ya, el primer simulacro fue desastroso y el segundo no se quedó atrás. Tenía ganas de defenderlo pero no quería que saliese mal. Por más que lo evitaba no servía de nada. Pero cuando llegó la hora de la verdad no me quedaba otra y tenía que hacerlo sí o sí. 

martes, 19 de julio de 2016

Objetividad

Uno de los motivos por los que me encanta la docencia es la subjetividad. En realidad todo está sujeto a ella. Nada existe si no hay alguien que le dé sentido subjetivo. Para cada uno de nosotros dicho sentido es individual, único y exclusivo, pero no por ello generalizado, inmutable y excluyente.

Ayer, vi una noticia que decía algo así como que la mitad de los españoles tenían prejuicios ante la gente gitana y musulmana. Estadísticamente, claro. Después de leerlo varias veces, y siendo consciente de que a mí no me habían preguntado, pensé " Si no saben lo que pienso, ¿cómo me han incluido o excluido?" Sigo dándole vueltas y sigo sin encontrarme.

No era la primera vez que no tenía muy clara la validez de algo que estaba leyendo. Antes me limitaba a dejar de leer lo que estaba leyendo y si era algo que tenía que entregar, lo leía pro encima y hacía un resumen. Pero estos últimos meses me he dado cuenta que no sirve de nada calificar algo si no lo evalúas.

El hecho de que varia gente piense de la "misma"manera no convierte ese algo en objetivo. Y mira que es raro que se piense de la "misma" manera. Es como pretender educar a todos de la misma manera. Aunque haya alguno que se esfuerce por hacerlo, es imposible. Ni los que reciben la clase son iguales como tampoco lo es quién la imparte. 

Considero que hay cuestiones en las que deberíamos ponernos de acuerdo pero no lo hacemos y otras que son menos importantes sí que lo hacemos... Pero eso es lo que pienso yo que no es ni bueno ni malo, ni válido ni inválido, ni positivo ni negativo, ni mejor ni peor...

Reconozco que muchas veces he intentado imitar algunas dinámicas que he recibido como alumna en las prácticas o en las clases particulares. Pero el resultado no fue bueno, no me salió como "original". Y me alegro. Me alegro de no ser igual que mis profesores, eso no quita que no me han influido en mi manera de entender la docencia, la relación alumno-profesor y la metodología. Me alegra porque no soy ellos y ellos no van a estar cuando yo dé clases, al menos físicamente. 

Como docente creo que tengo una serie de características que debo limar. Me considero seria a la hora de explicar, en realidad soy seria de por sí, pero no soy tajante, ni estática. Creo que parte de esa limitación reside en que estoy acostumbrada a dar clases particulares y, salvo alguna actividad que llevo preparada, las dudas que van saliendo día a día son esporádicas, lo que requiere cierta implicación por mi parte a la hora de entender, procesar y analizar las dudas y conectarlo primero con si lo sé, segundo con cómo lo he sabido y tercero si tengo experiencia previa como profesora ante esas dudas.

Así, por ejemplo, el verano pasado di clases a un chico de 1º de la ESO que tenía problemas a la hora de operar con las ecuaciones. El problema no era que no entendiera las ecuaciones , sino que no era capaz de entender las operaciones básicas de los números enteros. Por lo tanto, este año con mi niña, una alumna que llevo año y medio dándola clases particulares, hice más hincapié en eso cuando tocó ese tema. 

Pero si hay algo que me gusta cuando soy docente son las salidas de guion que me permito. Soy seria cuando tengo que serlo, pero cuando veo que sobra un poco de tiempo o cuando puedo aportar algo interesante, cuento cosas graciosas o curiosas que no siempre se cuentan a los niños. El otro día, repasando el aparato digestivo a un niño de 5º de Primaria, me acordé de la última vez que di ese tema en el instituto y hubo una cosa que me encantó porque era muy curiosa. El caso es que le pregunté: "¿Sabes por qué la mierda huele mal?" (Con perdón, pero esa fue la pregunta literal). Por la cara que puso el niño, no era la pregunta que él se esperaba. Me miró y se rió y me dijo  "Pues no". Fue una situación bastante graciosa primero porque no pensé que esa pregunta iba a generar esa respuesta y segundo porque el niño se interesó por saberlo. 

Lo mejor de todo es que cada vez que hago un comentario se sonríe, esperando a que diga algo por el estilo. Hay veces que tendría que pensarme las cosas antes de decirlas. 



miércoles, 13 de julio de 2016

Todos los cuadrados son rombos pero no todos los rombos son cuadrados



No sé el motivo pero lo cierto es que me gustan las matemáticas. Puede que sea porque me resultaban relativamente fáciles y desafiantes, porque tuve unos profesores que me enseñaron a que me gustaran o si simplemente me gustan. Sea como sea, no es la primera vez que doy clases de matemáticas, y espero que no sea la última.

Precisamente en una de las asignaturas de matemáticas de la carrera, uno de los profesores dijo que todos los cuadrados son rombos pero no todos los rombos son cuadrados. Para comprender este razonamiento hay que tener en cuenta muchos aspectos pero quizá el más importante es el aprendizaje previo que se tiene para ello.

Si no entiendes las diferencias y las semejanzas entre un rombo y un cuadrado, si no entiendes qué es un rombo y qué es un cuadrado, si no entiendes qué es un paralelogramo, si no entiendes qué es un cuadrilátero o si no sabes nada de geometría, no te preocupes. Algo sabes, nadie parte desde 0 y nadie nace aprendido. 

No tiene nada que ver con las matemáticas, pero el otro día enseñando a un niño de 5º de Primaria el tema de la Inquisición, le pregunté si sabía cómo identificaban a los judíos o musulmanes para saber si eran considerados herejes. Para mi sorpresa me dijo que no. La sorpresa del niño fue mayor porque no tenía ni idea de lo que le estaba hablando. Aunque no entendí, y sigo sin entender, el motivo por el que no se tienen en cuenta la diferencia entre las religiones, las costumbres y las tradiciones que sigue cada una, pero me puedo hacer una idea, creo que de nada servía aprenderse que ciertas personas eran perseguidas por sus ideales religiosos si no sabía cómo los identificaba. Al menos para mí, ese planteamiento está incompleto.

Siguiendo con el tema de los cuadrados y los rombos, considero que uno de los mayores problemas a la hora de enseñar matemáticas es que se prioriza el aprendizaje memorístico y no tanto la comprensión de lo que se hace. Por ejemplo, todos conocemos que el Teorema de Pitágoras dice que:

Pero, ¿qué significa? Muchos sabemos esa ecuación pero no siempre entendemos lo que implica y lo que significa. Simplemente nos limitamos a aceptar que esa ecuación es verdad. Damos por hecho que es cierta sin siquiera cuestionarla y justificarla. En estos vídeos hay varias demostraciones:





El Teorema de Pitágoras y la premisa inicial, al igual que gran parte de los razonamientos matemáticos, se encuentran estrechamente relacionados. Esta característica es la base de las matemáticas, al menos para mí. Claro que todos tenemos conocimientos previos de esta materia, o de cualquiera, no partimos desde 0 cuando aprendemos algo nuevo. Eso sí, no todos tenemos los mismos conocimientos, no todos sabemos lo mismo, no todos aprendemos de la misma manera, no todos aprendemos en el mismo periodo de tiempo, no todos aprendemos a la misma edad, pero todos aprendemos. De eso no hay duda.

Como mencionaba en el primer post, tanto para aprender como para enseñar es esencial ser consciente de lo que se transmite y de cómo se transmite. Para mí, la docencia no es dar una serie de recetas para que los alumnos lo apliquen, de nada sirve que sepan resolver algo si no entienden lo que hacen. 

Por eso creo que quien quiere aprender encuentra un medio para ello y quien no busca una excusa. 


jueves, 7 de julio de 2016

Presentación

¿Y ese nombre?

¿No te gusta?

Lógicamente no.

Pues lógicamente se va a quedar así. 

Era de esperar... ¿Y se puede saber por qué ese nombre?

Padawan porque siendo profesora de Primaria, y quién sabe de qué más, sé que aquel que enseña es el que más aprende y, por tanto, nunca dejaré de ser un aprendiz, un padawan. Y descalza porque el aprendizaje está muy vinculado con las sensaciones, los sentidos y los sentimientos, al menos tal y como entiendo yo el aprendizaje.

Y por esa razón dejaste oasis entre las dunas.

¿Cuál?

NINGUNA.

El hecho de que no estés de acuerdo con mis razones no me va a hacer cambiar de opinión.

A la vista está. Mira el blog.

No hay nada escrito, salvo este post.

¿Y el otro?

Está lleno.

Entonces, ¿por qué te fuiste?

Sabes muy bien que oasis fue una herramienta que me sirvió a lo largo de la carrera tanto para reflexionar sobre las asignaturas, de hecho su origen fue en una de ellas, mi transición de estudiante a profesora y ayudarme a analizar mi labor en las clases que he tenido la oportunidad de dar, cuando me han dejado. 

Pero los últimos meses fueron muy intensos personalmente y en más de una ocasión me arrepentí de publicarlos, hechos por los que te enfadaste conmigo, si no recuerdo mal. Arriesgué demasiado contando cuestiones personales que nada tenían que ver con el objetivo del blog, o al menos al principio sí que tenía muy definidos los límites de aquello que quería explicitar en el blog. No lo veía como algo público, sino como algo privado que solo cierta gente pudiese leer. Pero me equivoqué. En su momento no lo vi como algo negativo, al revés, pero es necesario establecer unos límites, aunque no siempre sea fácil.  

Además, creo que hay ciertos temas que no se tratan como deberían y gracias a esos post que tanto me he arrepentido me han hecho darme cuenta de ello. Creo que por ese motivo he decidido comenzar el máster de orientadora educativa en el instituto. Nunca quieres que nadie pase por lo mismo que has pasado porque sabes cómo se siente uno en esa situación, cómo actúa, cómo se relaciona. En parte por eso quise cambiarme de carrera el primer año.

Escribiendo esto me doy cuenta de la gran diferencia entre la Silvia que comenzó a escribir en OELD y la que soy ahora. El contexto es totalmente diferente: mientras que al principio me limitaba a resumir lo que hacíamos en clase, poco a poco me fui adueñando del blog hasta llegar a ser una parte necesaria como docente. 

Hay una cosa que no entiendo, si vas a seguir escribiendo sobre lo mismo ¿por qué cambiar?

Los objetivos que tenía al principio de la carrera no son los mismos que ahora. De hecho no son ni parecidos. Cuando empecé la carrera no tenía ni idea de lo que era enseñar. Pensaba que un profesor se limitaba a explicar a los alumnos, a corregir exámenes, mandar ejercicios, cobrar bien y tener los fines de semana y los meses de vacaciones enteros para ellos solitos. Vamos que si conseguía ser profesora iba a vivir de miedo trabajando poco. 

Pero un profesor me enseñó que eso no es ser un profesor. Un profesor no deja de existir fuera del aula, son personas normales y corrientes que comen, beben, duermen e incluso se ríen. La docencia conlleva mucho más que saber la materia que tienes que dar, no es tan importante el qué sino el cómo. 

Para mí ese cambio es suficientemente grande como para saber que estoy preparada para empezar una nueva etapa en mi vida profesional, condicionada por las experiencias vividas en las anteriores etapas, sin duda. 

OELD no ha terminado, al menos no para mí. Es cierto que no voy a volver a escribir un post en ese blog porque tenía la necesidad de cerrar una etapa y comenzar otra. Más bien continuar una muy buena etapa de mi vida hacia otra que me va a ayudar tanto o más que la anterior personal y profesionalmente. 

¿Y qué es lo que esperas de esta nueva etapa que comienza?

Mi objetivo desde hace unos años es ser profesora de universidad, pero visto lo visto mi objetivo en los próximos años es formarme profesionalmente en el ámbito de la docencia y en aspectos relacionados con la investigación, como vengo haciendo desde hace unos años. 

Lo que más me gusta de la docencia es el sentido que le dan los alumnos a una misma explicación. Puedes explicar lo mismo a dos personas diferentes y cada una de ellas obtener conclusiones diferentes y coherentes. Esa es la mayor riqueza que te puede aportar la docencia, al menos en mi caso.

Bueno y hasta que empiece el máster ¿sobre qué vas a escribir?

Por el momento en 10 horas me voy de vacaciones, así que hasta dentro de 2 semanas no estaré por aquí.

Y será verdad. O sea que creas el blog para presentarte y no volver en dos semanas.

Sí.

Ah pues muy bien, muy lógico.

Sólo van a ser dos semanas...

Joder, pues haberlo escrito dentro de dos semanas.

Pero es que tenía ganas de escribir ahora. Además, así descansas tú también y te vas amoldando al nuevo color y al nuevo nombre.

Hay cosas que nunca cambian...