Hace unos días, hablando con mi padre sobre un tema que no tenía nada que ver con la educación, salió el tema de las notas. No recuerdo qué tema estábamos hablando pero para mi padre cualquier tema tiene una única solución: la educación.
No sé cómo salió la conversación pero llegó un punto en el que me dijo "Tú tienes que saberlo bien porque un niño que tiene un 6 sabe menos que uno que tiene un 8". A lo que le respondí que no tenía nada que ver la nota que tuviese con lo que supieran cada uno, el niño que tiene 6 ha podido aprender más que el que tiene un 8 porque no estás teniendo en cuenta desde donde están empezando a aprender. Él me contestó que me estaba poniendo muy profunda en ese tema y que, de siempre, un niño que saca un 6 sabe menos que uno que saca un 8.
Me resulta muy curioso la facilidad con la que se evalúa cuantitativamente un proceso que en sí es complejo pero que sólo se puntúa aquello que se ve, es decir, aquello que se plasma en un papel en un momento determinado y no se presta atención a otros factores que están interviniendo en el proceso, bien porque no es fácil darse cuenta de esos procesos que están ocurriendo durante el aprendizaje y que facilitan o dificultan el proceso o bien porque sería "profundizar en el aprendizaje".
Uno de los grandes problemas de evaluar, tanto para profesores como para alumnos, es que se entiende como el resultado final de un aprendizaje, como si fuera la meta del aprendizaje obtener un resultado que sea aceptable socialmente. Por ejemplo, tener una buena nota en una asignatura conlleva que has trabajado y aprendido mucho durante ese tiempo y se te reconoce por medio de una buena calificación. Por el contrario, obtener una nota baja supone que no te has esforzado lo suficiente durante ese tiempo y no has llegado a aprender lo mismo que tus compañeros. Al menos este sería el planteamiento que defiende mi padre.
Por desgracia, este planteamiento sigue estando presente en la educación y eso genera una serie de limitaciones a los alumnos. Si mi amigo tiene de media un 8 es más inteligente que yo y tiene más valor socialmente que yo que tengo un 4 de media. Esto implicaría que hay una regla que puntúa, clasifica y segrega a los alumnos en función de sus resultados académicos. Es decir, para aprobar necesitas saberte ciertos contenidos y como no los sepas no apruebas.
En este sentido el aprendizaje no tiene cabida porque no es lo que aprendes tú, sino lo que aprendes tú en función de lo que se supone que tienes que saber en un momento determinado. Eso que tienes que saber en un momento determinado no deja de ser una construcción generalizada de un conjunto de conocimientos que alguien decidió que fuesen así entendiendo el aprendizaje como algo que los niños de cierta edad deberían saber pero que no tienen por qué saber.
Por ejemplo, estos meses pasados estuvimos dando geometría espacial en las clases particulares. La niña está en 2º de la ESO y de geometría no ha dado más que los cuadriláteros y los triángulos porque en los libros de Matemáticas esos temas siempre están atrás y nunca se dan, porque lógicamente tienes que seguir un libro de texto y el orden que tiene ese libro de texto. Pero la profesora de este año ha decidido dar primero esos temas. Así que en apenas 3 meses nos hemos aprendido las pirámides, los prismas, las figuras geométricas, los conos, los cilindros y las esferas y sus respectivas fórmulas del perímetro, del área y del volumen.
En las primeras sesiones vi que nos costaba comprender ciertas concepciones básicas de la geometría plana. Algo que por otra parte no m extraña porque el tema de por sí es complicado si no se le dedica el tiempo suficiente y se dan las fórmulas para que se memoricen y no para que se aprendan.
Además, el orden del libro no facilitaba las cosas, sino todo lo contrario. Así que decidimos hacer nuestros propios apuntes y eso nos permitió suprimir información que no era relevante y a tener la información suficiente en una sola hoja, en lugar de 2 temas enteros de unas 25 páginas del libro. A partir de esos apuntes que hicimos resolvimos la hoja de problemas de repaso. Usamos alguna de esas preguntas como ejemplos en los apuntes, pero la mayoría de los ejercicios los hizo sola a partir de los apuntes que hizo. En esa práctica tuvo todos los ejercicios bien y además tuvo un positivo por ello.
El problema vino con el examen porque tenía que saberse todas las fórmulas que había aprendido a utilizar haciendo los apuntes y la hoja de repaso y saber aplicarlas en cada caso. Lo segundo sabía hacerlo pero lo primero resultó más complicado por la gran cantidad de fórmulas. El resultado de la evaluación fue un muy merecido 5.
Uno de los motivos por los que me encanta dar clases particulares es que me permite profundizar en el aprendizaje propio y ajeno como una manera de explorar los procesos que intervienen en él, los aspectos que los que puedo mejorar, aquellos que puedo controlar y los que no. De hecho, en las clases particulares la mayoría de las veces no sé lo que voy a hacer y eso me permite estar más pendiente de los procesos que están teniendo lugar, vivirlos, experimentarlos y sentirlos de una manera diferente a cuando sé qué es lo que voy a hacer.
Por ejemplo, la semana pasada quería hacer una revisión de los contenidos de inglés del primer trimestre pero no sabía cómo hacerlo. Así que le pregunté que quería hacer y me respondió que yo le dijera frases y ella las escribía. Me pareció muy buena idea porque así podía introducir el listening a la dinámica y porque me permitía que ella también participara en la dinámica.
Es curioso porque cuando era estudiante de la ESO, en Primaria tampoco estudiaba tanto o no tengo recuerdo de estudiar tanto como en la ESO, aprendía de una manera totalmente distinta, aprendía por memorización y así me fue. Entendía que tenía que aprender todo lo que pudiera y fuera como fuera y no sentía que estaba aprendiendo, al menos no como lo siento ahora. Lo que quería era aprobar los exámenes, no aprender, quería terminar la ESO y el Bachillerato. De hecho, cuando terminé Bachillerato hice selectividad por hacerla pero ni siquiera estudié primero porque quería hacer un grado superior y con el Bachillerato ya lo podía hacer y segundo porque no quería ir a la universidad. Pero mira por dónde hoy estoy haciendo un máster en Educación Secundaria.
Me gusta ser profesora porque todos podemos aprender: no a mismo ritmo, no en el mismo tiempo, no a la vez, no en el mismo contexto, no con las mismas personas pero tenemos la capacidad de aprender.
Y es que de hecho, todos los días estamos aprendiendo, desde que nos levantamos hasta que nos acostamos.
ResponderEliminarMe parece genial eso que haces en tus clases, y creo que es muy importante, porque más allá de estar aprendiendo ambas técnicas nuevas, tu alumna está siendo protagonista y dando sentido a ese proceso de aprendizaje.
Yo recuerdo que mi etapa en ESO en cuanto a mi forma de aprender tuvo dos épocas: una primera a la que no le daba sentido a muchas cosas de las que aprendía y estaba caracterizada por eso que tu dices, memorizar, estar presente y poco más. Sin embargo, hubo una segunda y se produjo gracias a profesores por los que merecía la pena asistir a clase e intervenían como tú describes.
Mucha suerte con tus clases. (Dentro de nada tenemos las prácticas!!:))
Muchas gracias por comentar, Coral.
ResponderEliminarLo cierto es que yo también tuve buenos profesores pero mi manera de aprender seguía siendo más o menos igual. Me costaba menos aprender pero seguía aprendiendo por memorización principalmente. Pero con la carrera fui mucho más consciente de lo que es aprender y de los procesos que tienen lugar en él de manera simultánea.
Algo que, por otro lado, no se suele priorizar cuando se está aprendiendo y limita mucho la capacidad de aprender. Es importante qué se aprende como también lo es el cómo se aprende.
Por eso, entre muchas otras cosas, me gusta ser profesora.