domingo, 19 de julio de 2020

Mar de experiencias

¿Qué merece ser contando? ¿Qué sí y qué no? ¿Por qué sí y por qué no? ¿Para qué sí y para qué no? No será porque no han pasado cosas en los últimos meses tanto en la tesis como en la academia y a nivel personal... 

Parece que quedan lejos las semanas de confinamiento. aunque visto lo visto igual no queda tan lejano... Semanas en las que no es no quisieras salir sino que no podías; semanas de incertidumbre, de miedo, de ansiedad, de inquietud, de no saber, de no tener y de no poder pero tener que confiar en que terminaría en algún momento. De no creer en lo que estaba pasando, de no ser capaz de asimilar lo que estaba pasando y aún así seguir adelante... No son todas las posibilidades de lo que hemos vivido, pero son las posibilidades en las que yo lo he vivido y lo he sabido gestionar en cada uno de los ámbitos o roles que tenía: alumna de doctorado, profesora de clases particulares, compañera de piso, amiga, nieta, hija, hermana y persona en conjunto que me desarrollo en cada uno de los contextos en los que participo.

Aunque han sido semanas muy duras emocionalmente, he sentido que era el momento propicio para arriesgar con la tesis, para acompañar en la medida de lo posible al alumnado de la academia que seguí teniendo desde marzo hasta junio y, sobre todo, para conectar conmigo misma como elemento presente y activo en cada uno de los contextos en los que me desarrollaba. Parece lógico pensar que una siempre está presente y activa en un sitio por el simple hecho de estar físicamente, pero si algo he aprendido en estas semanas es a estar de otra manera, a conectarme de otra manera, a relacionarme de otra manera, al menos a ser consciente de cómo estaba, cómo me conectaba, cómo me relacionaba tanto de manera individual como en sintonía con la otra persona. El darme cuenta de lo que estaba haciendo yo para estar, conectar y relacionarme con las personas y conmigo misma. 

Para mí es mucho más fácil atender a cómo estoy, me conecto o me relaciono con otra persona que conmigo misma. Es más, soy más consciente de cómo estoy, me conecto o me relaciono cuando estoy con alguien que cuando estoy sola, O eso me creía. No sé hasta qué punto eso es un sesgo de lo que estoy viniendo estudiando desde hace ya varios años como resultado de mi proceso de sensibilización con el tema del apego y de las vinculaciones afectivas y nuestras maneras de relacionarnos, pero he comprendido la teoría a partir de dar sentido a las observaciones de las experiencias relacionales que tenemos de manera natural. 

Soy muy crítica con aquello que leo sobre un determinado tema, sobre todo si son temas en los que tengo cierta soltura o siento que tengo cierto grado de conocimiento que me permiten reflexionar e indagar en un tema específico. Como resultado de mis, pocos, años de formación investigadora esos temas son el burnout y el apego. Creo que he desarrollado una comprensión amplia de ambos conceptos como para poder reflexionar e indagar sobre ellos teniendo en cuenta las propias perspectivas que constituyen cada uno de los temas. Uno de los resultados del confinamiento ha sido poder avanzar en mi propia tesis en lo que he denominado modelo relacional de alumnado y profesorado con los que he sido y sigo siendo igual de crítica y reflexiva. Y lo que me queda. Pero esa es la clave del enfoque de la tesis, lo que pueda aportar al propio campo de investigación a partir de mis observaciones en el aula.

En este sentido, las clases particulares online, tanto las de la academia como las de Universitarios  contra la pandemia, me sirvieron para darme cuenta de dos cuestiones: me encantan las clases particulares por la calidad relacional que se genera en comparación a las clases con el grupo-clase y me despertaron mis ganas de ser profesora de Primaria porque quiero trabajar desde el otro lado y no como profesora de clases particulares. Me gustan ambos roles, pero el de profesora de un grupo-clase no lo tengo tan desarrollado como me gustaría y es una experiencia que quiero vivir. 

Julio y agosto son mis peores meses porque apenas tengo alumnos y alumnas, son meses que me sirven para desconectar de las clases y ante todo para reflexionar sobre mi propia práctica. Recuerdo las experiencias que he compartido con cada uno de mis alumnos y alumnas e indago en ellas como si nadase en el mar que hemos vivido, un mar que fluctúa y al que siempre vuelvo para reconectar conmigo misma. 


sábado, 29 de febrero de 2020

"¿Qué prefieres?¿Estudiar o trabajar?"

¡Qué ganas tenía de volver a escribir aquí!


Echaba de menos dedicarme un tiempo para pensar, repensar y compartir cómo han ido estos últimos meses con la tesis. Apenas he tenido tiempo de escribir sobre ella en este espacio. Bueno, ni de ella ni de nada porque he estado un poco desaparecida por aquí. Aunque he pensado en post para publicar.

De la tesis ya hablaré cuando lo tenga todo más claro, porque cuando creo que lo tengo claro aparece una nube que me nubla la vista. En fin, fases de la tesis y luchas conmigo misma como investigadora.

El caso es que una de las facetas que más estoy desarrollando en las últimas semanas es la de profesora de clases particulares de Secundaria y Bachillerato. El contenido me da un poco igual, aunque parte de lo que hago en las clases particulares es resolver dudas sobre contenidos conceptuales de Matemáticas y Física y Química, lo que más me interesa en las clases es cómo conecto con ellos y ellas y hasta qué punto me dicen o no me dicen si saben hacer algo o no. 

La relación siempre está de fondo, dependiendo de cómo estén ellos y ellas, generalmente la relación se hace más explícita o menos. Por ejemplo, en periodo de exámenes la relación pasa a un segundo plano y priorizan los contenidos conceptuales, pero también son sesiones en las que sienten más inseguridad y están un poco tensos conmigo, por lo que intento siempre que ambos tengamos en cuenta cómo nos encontramos anímicamente para afrontar los exámenes. 

Les planteo un examen en clase, que lo llamo simulacro de examen, incluso a algunos les gusta que les ponga "nota", cosa que nunca hago y siempre lo han ellos según su criterio.

Me sirve sobretodo porque veo cómo realizan el examen porque interactúo con ellos de la misma manera que interactuarían con sus correspondientes profesores, pero les da seguridad saber que estoy yo en el examen. Muchos/as me proponen que sea su profesora en el instituto e incluso que haga los exámenes por ellos o ellas. Ante todo me sirve para que sean conscientes de cómo van y cómo están, que es lo más importante para mí. 

No me gustan que dependan tanto de mí para hacer los deberes, muchos/as vienen con los deberes sin hacer no porque no sepan hacerlos, sino porque les da seguridad tener a alguien que les acompañe durante el proceso. Además yo misma hago los deberes a la misma vez que ellos/as. A algunos/as les gusta que lo haga a la vez, a otros/as no les gusta tanto y me sujetan el brazo para que no pueda escribir y terminar antes que yo (no les gusta que yo termine antes) y para comprobar que lo hacen bien tengo que ver cómo lo están haciendo y aun así se enfadan porque les corrijo y me dicen que no les diga nada; hay otros/as que se me quedan mirando mientras hago un ejercicio que teníamos que hacer a la vez  o se quedan mirando la hoja esperando a que yo termine...

Podría estar escribiendo una tarde y una noche sobre esas experiencias que no sé yo hasta qué punto les parecen interesantes a mis alumnos/as, pero hubo una conversación de hace unas cuántas semanas que me llamó la atención y que da nombre a este post.

Cada alumno/a es diferente en cuanto a su manera de hacer los deberes y relacionarse conmigo: se centran en la tarea y me buscan como comprobante de que vayan bien; se centran en hablar conmigo y evitan hacer los deberes; mientras hacen los deberes hablan conmigo; interactúan poco conmigo y con la tarea... Así que no me aburro durante las clases porque cada hora de cada día es diferente, con sus aspectos positivos y negativos.

En concreto esa pregunta me la planteó una alumna mientras hacía unos ejercicios de matemáticas. Y por la cara que puso con mi respuesta a su pregunta, creo que se piensa que soy un bicho raro. 

Obviamente, a la pregunta de qué prefiero estudiar o trabajar, respondí estudiar. Su respuesta fue "¿tienes fiebre?" y acto seguido me reí. Le contesté que no y que tampoco me había dado un golpe en la cabeza. Y me volvió a preguntar "¿pero por qué? Si estudiar es muy aburrido". A lo que le respondí " Para mí estudiar no es lo mismo que para ti"

No le debió quedar clara la distinción que le hice entre lo que para ella era estudiar y trabajar en comparación a lo que significaba para mí porque a la sesión siguiente me volvió a preguntar lo mismo. 

Es curioso lo que para ella significa estudiar, como un sinónimo de obligación, imposición y no como una posibilidad de aprender. O al menos creo que pierde el potencial de lo que está aprendiendo. Está aprendiendo pero no sé hasta qué punto lo está haciendo para ella misma. El aprendizaje bien entendido, o tal y como lo entiendo yo, no es aburrido. Otra cosa es que lo relacionemos con un hecho aburrido o impuesto. 

Me gustó mucho la conversación sobre lo que para ella era estudiar sobre todo porque llegué a comprender porqué pensaba de la manera que lo hacía, pero no sé si ella comprendió porqué yo pensaba de la manera que lo hacía.