Hace unas cuantas semanas estuve haciendo un trabajo en la universidad donde hice el grado. Había pasado mucho tiempo desde la última vez que estuve allí, al menos más que en los últimos años.
La penúltima vez que estuve fue para defender el TFG y lo cierto es que me parecía un día largo y corto en el tiempo a la vez.
He pasado casi 4 años yendo a esa universidad pero muy pocas veces me sentí sola. Y si lo he estado no me he sentido así.
No sé si es porque ha pasado el tiempo suficiente como para asimilar, entender y concebirme a mí misma como profesora, pero me sentía desubicada. Estaba allí pero no tenía porqué estarlo, lo podíamos haber hecho en otro sitio. Pero esa sensación de no saber qué hacía ahí y por qué me sentía así me alegraba y entristecía a la vez.
Quizá sea porque siento que estoy en un punto de mi carrera profesional en la que estoy encontrando mi sitio, mi lugar, mi espacio, mi tiempo, mi futuro. O al menos lo que quiero que sea mi sitio, mi lugar, mi espacio, mi tiempo y mi futuro que será muy diferente, o no, de lo que realmente sea mi sitio, mi lugar, mi espacio, mi tiempo y mi futuro.
En las últimas semanas no he tenido tiempo de escribir, aunque sí he tenido muchas ganas porque para mí el hecho de hacerlo significa analizar, revisar, procesar, aprender y comprender lo que hago, el modo en lo hago y el motivo por lo que lo hago.
Lo he ido haciendo pero no de la manera en la que me gustaría haberlo hecho. En parte se debe a falta de tiempo porque he dejado apartadas temporalmente temas que son trasversales a mi formación, o al menos durante este tiempo han sido menos importante.
El lunes, en una sesión de tutoría con los de 2° de ESO estuvimos viendo los posibles alumnos que podrían ser buenos perfiles para acceder al Programa para la Mejora del Aprendizaje y el Rendimiento. Me llamó la atención que la tutora del grupo de PMAR explicitara que ese tipo de clases, con dinámicas y evaluaciones centradas más en las caracteristicas individuales de cada uno de los alumnos, las daba un maestro.
Me pareció curioso porque justamente nunca he sabido la diferencia entre profesor, maestro y docente. En algunas ocasiones se consideran que son sinónimos en cuanto a que se refieren al mismo profesional, pero en otras se diferencian en quiénes son los alumnos. Por ejemplo, los maestros son de Infantil y Primaria, los profesores de Secundaria y los docentes de Educación superior. Algo que también podría estar relacionado con el reconocimiento social que se tiene de la figura del profesorado en los distintos niveles educativos y/o la categoría que posea. O puede que solo sea una manera de organizar y diferenciar entre estos conceptos.
Etimológicamente entiendo que son diferentes, al menos desde un punto de vista denotativo. A las concepciones que tengamos cada uno... Es otra cosa.
En mi caso, nunca me había parado a pensar en esa distinción principalmente porque los considero sinónimos y me siento identificada con cada uno de ellos en la medida en la que entiendo y concibo lo que es ser profesora.
Indudablemente, no existe un profesor sin sus alumnos pero entiendo que la docencia es distinta en cada curso educativo así como en cada etapa educativa, en cada grupo, en cada curso académico. Entiendo que el hecho de estar en una clase determinada, en la que asumes ciertas premisas, puede ser una limitación a la hora de dar sentido a lo que hago, a cómo me relaciono con los alumnos y sobre todo a cómo soy capaz de unificar de alguna manera ambas cuestiones. Para mí, esa es una de las claves de la docencia, o de cómo la concibo yo en este momento.