Sopla el aire, sopla el viento, sopla el tiempo...
Soplar y soplar y soplar...
Llevaba mucho tiempo sin sentir los momentos previos a publicar un post sin saber justamente sobre lo que quiero escribir. Tantos temas pendientes, tantos temas sin definir, tantos temas de los que querer escribir, tantos y tantos que han ocurrido en tan poco tiempo, o puede ser que el tiempo se me haya hecho pequeño para concentrarlos o grande para analizarlos.
Hace unas semanas fui a lo que ha sido mi primer congreso en el que compartí el resultado de los tres primeros años de investigación. Aunque siempre pensé que iría con la persona que hizo posible que empezara con la investigación, el hecho de que no estuviera presente físicamente me ayudó a afrontar la presentación de la comunicación de manera diferente.
Curiosamente, en las exposiciones que he hecho sobre el tema de la investigación siempre ha estado presente, salvo en las entrevistas que he realizado a los profesores. En esos momentos también le tenía presente pero de manera simbólica.
¿Qué lo hizo diferente? Creo que fui yo quien lo hizo diferente. No lo creo, lo sé. Lo sé porque uno de los aprendizajes más valiosos que me llevo de haber sido alumna suya en estos casi 6 años es aprender a construir mi propio camino, mi propio sentido y mi propio significado acerca de lo que es ser profesora y persona. No me refiero al hecho de lo que él me ha enseñado o me ha querido enseñar y de la manera que ha querido hacerlo, sino haber desarrollado la capacidad de aprender sobre mi propia manera de aprender y de enseñar mientras aprendía y enseñaba. Para mí, eso va más allá de enseñar un contenido o una habilidad. Incluso más allá de lo que inicialmente consideraba que era ser profesora, un aprendizaje y una enseñanza no centrada en un único momento, en un único lugar, en una única situación, en un único contexto, sino que transciende de él, o al menos te facilita ir más allá de él.
Algo relativamente fácil de explicar, pero que requiere de capacidad y entrenamiento tanto para el que lo imparte como para el que recibe. Lo más sencillo se vuelve complejo. Facilidad y dificultad unidas. Es difícil hacer fácil lo difícil, sin capacidad para hacerlo y sin entrenamiento suficiente. Es aparentemente sencillo y simple, pero no lo es si no lo practicas, si no desarrollas habilidades para hacerlo.
La novedad de este año, es que además de mi director de tesis, cuento con un tutor que me ayuda a tener una visión diferente del tema de la tesis. Un visión tan diferente que en algunos casos es casi opuesta a la de mi director pero en muchos casos necesaria. Es muy escéptico y eso, en algunas ocasiones, me ayuda a cuestionarme sobre asuntos que no había tenido en cuenta o enfocar la tesis de otra manera diferente. Es complicado compaginar los puntos de vista de los dos pero necesitaba trabajar con alguien que me proporcionara el tipo de cambios que mi director no me puede proporcionar.
Uno de mis criterios a la hora de querer trabajar profesionalmente con mi tutor de la tesis justamente fui lo que me había hecho sentir mi director de tesis cuando fui alumna suya. En ambos casos, salía descolocada de las clases de Psicología Social y de Psicología del Desarrollo. Un descoloque tanto con el contenido como con el profesor. Las maneras de plantear las asignaturas son muy distintas pero me generaban la misma sensación de cuestionarme personal y profesionalmente. Aunque estaba en distintos momentos vitales en cada asignatura, la sensación era similar, mucho más intensa en Psicología Social porque mi capacidad de identificar mis propios procesos introspectivos estaban más desarrollados que cuando cursé Psicología del Desarrollo.
La capacidad que empecé a desarrollar en Psicología del Desarrollo, o al menos empecé a ser consciente de ella, me ha permitido generar cierta sensibilidad a identificar ciertos cambios aunque no sea capaz de definirlos o concretarlos o etiquetarlos, si es que eso tiene sentido. No sé si lo tiene porque aunque no sepa definirlos, soy capaz de trabajar con ellos, intervenir en ellos, incidir en ellos en cierta medida. Trabajo con ellos porque son la base de los procesos de aprendizaje, o al menos una de las claves de su engranaje, pero no sé si son causa o consecuencia del proceso. Sé que participan activamente en él pero no sé el papel que ejercer. O creo que no lo sé. O dudo que lo sepa.
Uno de los aprendizajes más importantes de este primer año de doctorado, ha sido darme cuenta de las limitaciones que tengo a nivel de formación que no tendría que tener para ser profesora. Me considero profesora, pero en proceso. Un proceso que no termina al obtener un título, ni tener experiencia como profesora, sino un proceso que se autoconstruye, autodefine y autoevalúa a sí mismo en la medida en la que yo me hago partícipe de dicho proceso, me involucro con él y me sitúo en y con él.
Acorde con esto, esta semana he empezado un curso online sobre Primeros Auxilios Psicológicos y hubo un tema que me llamó la atención. Tratando el tema del duelo, proponían puntos de vista de distintos autores y la diferencia que hacía entre dos, radicaba, según el/la escritor/a, en que uno consideraba proceso de duelo y otro tareas de duelo. La diferencia la marcaba el hecho de que se consideraba que el proceso de duelo era una consecución de fases en las que el tiempo parecía ser el causante de que el proceso alcanzase su objetivo, mientras que las tareas del duelo incluían acciones que se debían hacer para superar el duelo. En cuanto lo leí, pensé "Lo he leído mal". Pero la segunda lectura me ayudó a corroborar mis dudas al respecto. ¿De qué sirve el tiempo en un proceso? ¿Cuánto tiempo? ¿Tiempo para qué? ¿Tiempo por qué? ¿Un proceso no implica tareas? ¿Las tareas no implica un proceso?
Hace unos meses, vi un diente de león y se lo enseñé a mi sobrina. Soplé un poquito para que viera lo que pasaba y le dije que soplara ella. Pero se lo intentó meter a la boca. El segundo intento de soplar el diente de león fue mejor aunque se rió y se asustó un poco cuando volaron los dientes. Bonita metáfora de un experiencia de aprendizaje.
En estos meses, he visto volar muchos dientes de león: algunos los he soplado sola, otras con personas que están cerca, otras con personas que aún estando lejos estaban muy cerca, otras con personas que aún estando cerca estaban muy lejos, otras con personas nuevas, otras simplemente disfrutando del efecto del viento...
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