Mañana empiezo las prácticas en el instituto y ,como siempre que tengo que hacer algo nuevo, por una parte estoy deseando empezar y por otra estoy deseando terminar. Empezar porque creo que es una buena oportunidad para aprender en un contexto en el que no estoy acostumbrada a trabajar y por tanto del que sin duda voy a aprender y disfrutar. Terminar porque no me gustan las despedidas y porque la carga de trabajo que vamos a tener en estas semanas va a ser importante.
Cuando estaba en la carrera, el periodo de prácticas era el que más me gustaba. Primero porque era el espacio que se iba a convertir en tu futuro trabajo y el hecho de empezar a tener contacto con él, te permitía saber si verdaderamente querías eso o no. Segundo porque podías aplicar lo que habías aprendido durante la carrera, sobre todo en las asignaturas más instrumentales. Tercero comenzabas a entender y a dar sentido a aquello que estabas aprendiendo paralelamente en la carrera, aunque algunas veces esos contenidos eran más una limitación que una ayuda.
Uno de los problemas que veía en el grado es que las supuestas planificaciones y metodologías que aprendíamos muchas veces no las podíamos llevar a cabo en el colegio, bien por falta de tiempo, de espacio y de recursos materiales o bien por falta de preparación del profesorado. No todos los profesores estaban dispuestos a que participara en las clases y eso era una gran limitación a la hora de dar sentido a qué hacía allí, qué valor daba a lo que estaba haciendo e iba a hacer durante esas semanas y tener que adaptarme a lo que ese profesor deseaba que hiciera.
A veces era frustrante porque para mí las prácticas era la oportunidad perfecta para comprobar si las planificaciones que había hecho en algunas asignaturas podrían llevarse a la práctica o no. Porque queda muy bonito atender a la diversidad cuando de 25 niños tienes a un TDAH, por ejemplo. Escrito queda muy bonito e idílico pero la realidad es mucho más complicada. Siempre he intentado no estar atada a los tiempos que me marcaba porque es difícil temporalizar lo que quieres hacer si nunca lo has hecho.
Además las clases de la universidad principalmente eran magistrales, algo paradójico viendo de profesores que te dicen que la educación debe cambiar. Tenía poco margen de maniobra a la hora de actuar porque no tenía la suficiente experiencia en metodologías donde los alumnos estaban más implicados y participaban más en la dinámica de la clase, al menos no en la práctica.
Parecía como que el trabajo del profesor era prepararse las clases punto por punto y hacerlas tal y como se las plantea. Pero cuando das clases te das cuenta de que no es así, ni mucho menos. Puedes hacerlo, eso está claro, pero la planificación (teoría) y la actuación (práctica) generalmente no tienen por qué tener relación. Y eso es un aspecto a tener en cuenta a la hora de planificar y actuar.
También es necesaria una capacidad de poder actuar ante situaciones que no entraban en la planificación. No me refiero sólo a cuestiones relacionadas con la gestión del tiempo, sino a aquellas situaciones disruptivas que inicialmente no habías tenido en cuenta pero que te "rompen" la planificación. Lo más importante para mí en este momento es cómo te encuentres tú ante esa situación y qué puedes hacer cuando eso ocurre. Porque van a ocurrir, no siempre puedes predecirlas pero están ahí.
Estas situaciones no son casos puntuales, quiero decir, se generan a partir de situaciones previas que no has sabido controlar o no has podido y no siempre puedes controlarlas. Gracias a eso aprender a gestionarlas de otra manera, las analizas en profundidad tomando cierta distancia del problema y de ti también.
La planificación es una parte importante pero no condicionante de un profesor, de la misma manera que lo es la actuación. No es fácil equilibrar la balanza entre la teoría y la práctica porque para hacerlo necesitan tener muy clara la teoría y cómo te encuentras tú ante esa planificación en la práctica.
En mi práctica docente, doy más importancia a aquellas situaciones que no llego a controlar donde la práctica supera la planificación porque no he sido capaz de controlar la situación que aquellas en las que sí lo he hecho. Creo que no es tanto por el poder que se supone que tengo como profesora como la inseguridad y desconfianza que me generan ese tipo de situaciones. Siempre me queda la duda de si estoy haciendo lo correcto o no.
Por ejemplo, en dos situaciones me pasó que estaba haciendo dos actividades y como no me hacían caso me puse a recoger los materiales que estábamos utilizando para hacer la dinámica. Generalmente lo hago cuando hay demasiado ruido que no se puede trabajar o porque no me hacen caso. Cuando se dan cuenta de que estoy recogiendo, el grupo empieza a darse cuenta de que estoy cabreada porque no me hacen caso y se dan cuenta de que no vamos a seguir con la actividad. Los murmullos de "han empezado ellos" o "callaros que nos va a castigar" los oigo desde fuera, pero por dentro lo que oigo es diferente "¿estaré haciendo lo correcto?" o "¿cómo podía haberlo evitado?".
Ante esas situaciones lo que te sale es gritarte a ti misma por no haber sabido actuar de otra manera y es cuando actúas de otra manera. Ese pequeño espacio de tiempo en el que estoy cabreada conmigo misma me permite darme cuenta de que no estaba actuando bien, y aunque quisiera irme no puedo, y no me queda otra opción que actuar de la mejor manera que se me ocurre. Además, cuando termino de recoger, les explico a los niños, que son con los que me ha pasado ambas situaciones, lo que quiero conseguir con la actividad y cómo me he sentido cuando no me hacían caso. Después siempre dejo un tiempo de reflexión para mí y para ellos y luego les pregunto si quieren seguir con la actividad y de ser así las reglas de la clase cambian.
La clase en general cambia: ellos notan que estoy enfadada y si he recogido los materiales una vez lo puedo volver a hacer y ya no se juega más y da la clase la profesora mientras que yo no estoy tan enfadada como al principio de recoger los materiales y empiezo a notar como la clase se autorregula sola hacia un nivel de excitación menor al que me hizo tomar la decisión de recoger.
Cuando empiezo a darme cuenta que la clase se está empezando a excitar porque las actividades que propongo son muy dinámicas y son ellos realmente quienes dirigen la clase, comienzo a mandar callar y aviso de que tenemos que hablar más bajo, pero cuando eso no funciona, comienzo a recoger los materiales. Mi problema sé que está ahí, en la manera en la que no soy capaz de hacerme con el grupo o creo que no lo soy.
Pero el hecho de recoger las cosas y estar en silencio durante un rato me hace sentir que lo estoy haciendo bien, al menos percibo que ellos entienden que la situación a la que habíamos llegado de ruido cuando estábamos haciendo las actividades dificulta la actividad en sí. No quiero que trabajen en silencio ni mucho menos porque son actividades que necesitan obligatoriamente la comunicación entre todos pero también es importante saber establecer límites, empezando por mí misma.
Gracias a ese tipo de situaciones me siento más unida a ellos, al menos siento que me consideran una más del grupo. Entiendo que no están acostumbrados a ese tipo de situaciones en las que la profesora les cuenta cómo se siente ante una situación que acaba de pasar, que no grita y que intenta hacerles pensar sobre lo que acaba de ocurrir sin buscar culpables sino soluciones. Pero creo que son procesos y situaciones de las que todos podemos aprender.