Hay un refrán que dice "no hay peor ciego que quien no quiere ver"... Pero ¿y si no sabes ver? ¿o crees que no sabes ver? ¿o no sabes lo que tienes que ver? No es que no quieras ver, sino que no sabes ver o crees que no saber ver o no sabes lo que tienes que ver. ¿Qué es eso de ver? ¿Con qué tiene que ver eso de ver? ¿Veo lo que veo? ¿Veo lo que quiero ver? ¿Veo lo que estoy dispuesta a ver? ¿Veo lo que estoy sensibilizada a ver? ¿Veo aquello que aún no sé lo que es?
Desde hace unos meses, como parte de mi formación como investigadora, y quizá como parte de la tesis, comencé a asistir a algunas clases de la universidad como observadora. Leyendo al padre del apego, John Bowlby, una de las actividades que realizaba en su trabajo con adolescentes era observarles en sus relaciones, sobre todo en el qué hacían y el cómo lo hacían. A veces conocía el historial familiar y escolar del adolescente y a veces no, aunque estas experiencias solían ser el foco de sus comportamientos. En ese momento, Bowlby no había llegado a esa conclusión, pero tenía indicios de que esa podría ser una posible causa.
Años más tarde, cuando su sensibilización a observar ciertas conductas estaba más desarrollada, comenzó a elaborar lo que actualmente se conoce como teoría del apego de una manera más pura y más limpia. Con pura y limpia no me refiero a que los avances en estos 30 años desde que la formuló no hayan permitido una serie de cambios hacia una concepción más amplia y densa del concepto, sino que tengo la sensación de que a lo largo de los años se han ido perdiendo ciertos rasgos y características que defendía el propio Bowlby.
Por mi experiencia leyendo a Bowlby en comparación a mi experiencia leyendo a autores que habían leído a Bowlby (de primera, segunda o tercera generación), los matices y los detalles que se obtienen no son los mismos, o al menos para mí no lo son. Los primeros meses que leía sobre apego, leí libros, tesis y artículos de autores que no eran él. Autores con una gran experiencia en el tema del apego, con un gran número de publicaciones y que habían realizado muchas aportaciones relevantes a dicha teoría. Pese a eso, desde mi punto de vista, trataban el apego desde su propia perspectiva partiendo de la propuesta por Bowlby.
Justamente, eso era lo que yo quería construir, dar sentido, dar significado, adoptar como propio. Pero en ese momento no era capaz de diferenciar la perspectiva de quien había redactado el documento que estaba leyendo y la de quien realizaba las aportaciones a partir de las cuales el redactor del texto había reflexionado. Cuando fui consciente de que yo misma estaba construyendo mi propia teoría del apego a partir de lo que leía, fui capaz de diferenciarlo, de diferenciarme.
Para mí, fue relativamente fácil diferenciar mi punto de vista con el de los demás autores y el de los propios autores entre sí, pero no lo fue tanto cuando tuve que definir que era eso de ser observadora. ¿En qué consiste ser observadora? ¿Qué lo diferencia de una profesora de prácticas? Profesora de prácticas porque para mí era lo más parecido a lo que yo había hecho en parte durante mis periodos del prácticas.
Tenía claro que tenía que empezar a sensibilizarme con el hecho de observar, pero no caí en que para observar el primer paso es saber qué observar y eso no lo tenía aún definido. Había leído poco sobre observación, las experiencias de Bowlby, y menos la observación en el aula que tiene unas peculiaridades asociadas. En concreto, la observación en el aula en las que he realizado las observaciones, han tenido y tienen una característica especial: mantenía una relación profesional y/o personal fuera del aula con el profesor o profesora.
Es un aspecto que me ha ayudado mucho a la hora de observar por contar con mayor información de las características personales de los profesores y su posible efecto en los alumnos como consecuencia de la interacción entre los dos. La red de relaciones es más compleja porque también estoy yo como observadora y tanto los profesores como los propios alumnos se relacionan conmigo de manera más o menos explícita.
De ahí, mi segundo dilema porque creo que estoy perdiendo mi propio rol como observadora o siento que a veces lo pierdo. No puedo evitar tener apego, ni tampoco ser invisible a los demás, pero sí creo que puedo limitar mi activación con la tarea mientras realizo la observación.
Aunque en todas las clases en las que realizo la observación estoy activamente haciendo inferencias y conexiones, reconozco que me costaba y a veces me cuesta centrarme en mi rol como observadora. Bien porque ve la tarea que presenta el profesor como algo atrayente como alumna, bien porque la tarea la vea desde el punto de vista del profesor, bien porque me evada en mis propios pensamientos o bien porque analice la situación desde un punto de vista que nos incluya a todos los que estamos ahí en ese momento. Aparentemente este último forma parte de rol como observadora, al menos para mí, pero no estoy haciendo el tipo de observación que a mí me gustaría hacer.
El hecho de estar físicamente en el aula mientras realizo la observación no siempre resulta cómodo para los profesores y para los alumnos. A lo largo de estos meses he notado cierta molestia por algunos profesores pero no tanta por parte de los alumnos. Molestia tanto física como protagonística en el aula. Es un tema complicado tener un observador en el aula porque puedes sentirte evaluado y coaccionado por una tercera persona que no debería estar ahí en condiciones normales. Por mi experiencia, esta incomodidad ocurre durante las primeras semanas de observación y paulatinamente va desapareciendo a lo largo de las sesiones. Infiero que puede estar relacionado con no saber qué voy a hacer como observadora en el aula y qué implicaciones tiene para el propio profesor y para su relación con los alumnos.
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