¡Qué ganas tenía de volver a escribir aquí!
Echaba de menos dedicarme un tiempo para pensar, repensar y compartir cómo han ido estos últimos meses con la tesis. Apenas he tenido tiempo de escribir sobre ella en este espacio. Bueno, ni de ella ni de nada porque he estado un poco desaparecida por aquí. Aunque he pensado en post para publicar.
De la tesis ya hablaré cuando lo tenga todo más claro, porque cuando creo que lo tengo claro aparece una nube que me nubla la vista. En fin, fases de la tesis y luchas conmigo misma como investigadora.
El caso es que una de las facetas que más estoy desarrollando en las últimas semanas es la de profesora de clases particulares de Secundaria y Bachillerato. El contenido me da un poco igual, aunque parte de lo que hago en las clases particulares es resolver dudas sobre contenidos conceptuales de Matemáticas y Física y Química, lo que más me interesa en las clases es cómo conecto con ellos y ellas y hasta qué punto me dicen o no me dicen si saben hacer algo o no.
La relación siempre está de fondo, dependiendo de cómo estén ellos y ellas, generalmente la relación se hace más explícita o menos. Por ejemplo, en periodo de exámenes la relación pasa a un segundo plano y priorizan los contenidos conceptuales, pero también son sesiones en las que sienten más inseguridad y están un poco tensos conmigo, por lo que intento siempre que ambos tengamos en cuenta cómo nos encontramos anímicamente para afrontar los exámenes.
Les planteo un examen en clase, que lo llamo simulacro de examen, incluso a algunos les gusta que les ponga "nota", cosa que nunca hago y siempre lo han ellos según su criterio.
Me sirve sobretodo porque veo cómo realizan el examen porque interactúo con ellos de la misma manera que interactuarían con sus correspondientes profesores, pero les da seguridad saber que estoy yo en el examen. Muchos/as me proponen que sea su profesora en el instituto e incluso que haga los exámenes por ellos o ellas. Ante todo me sirve para que sean conscientes de cómo van y cómo están, que es lo más importante para mí.
No me gustan que dependan tanto de mí para hacer los deberes, muchos/as vienen con los deberes sin hacer no porque no sepan hacerlos, sino porque les da seguridad tener a alguien que les acompañe durante el proceso. Además yo misma hago los deberes a la misma vez que ellos/as. A algunos/as les gusta que lo haga a la vez, a otros/as no les gusta tanto y me sujetan el brazo para que no pueda escribir y terminar antes que yo (no les gusta que yo termine antes) y para comprobar que lo hacen bien tengo que ver cómo lo están haciendo y aun así se enfadan porque les corrijo y me dicen que no les diga nada; hay otros/as que se me quedan mirando mientras hago un ejercicio que teníamos que hacer a la vez o se quedan mirando la hoja esperando a que yo termine...
Podría estar escribiendo una tarde y una noche sobre esas experiencias que no sé yo hasta qué punto les parecen interesantes a mis alumnos/as, pero hubo una conversación de hace unas cuántas semanas que me llamó la atención y que da nombre a este post.
Cada alumno/a es diferente en cuanto a su manera de hacer los deberes y relacionarse conmigo: se centran en la tarea y me buscan como comprobante de que vayan bien; se centran en hablar conmigo y evitan hacer los deberes; mientras hacen los deberes hablan conmigo; interactúan poco conmigo y con la tarea... Así que no me aburro durante las clases porque cada hora de cada día es diferente, con sus aspectos positivos y negativos.
En concreto esa pregunta me la planteó una alumna mientras hacía unos ejercicios de matemáticas. Y por la cara que puso con mi respuesta a su pregunta, creo que se piensa que soy un bicho raro.
Obviamente, a la pregunta de qué prefiero estudiar o trabajar, respondí estudiar. Su respuesta fue "¿tienes fiebre?" y acto seguido me reí. Le contesté que no y que tampoco me había dado un golpe en la cabeza. Y me volvió a preguntar "¿pero por qué? Si estudiar es muy aburrido". A lo que le respondí " Para mí estudiar no es lo mismo que para ti"
No le debió quedar clara la distinción que le hice entre lo que para ella era estudiar y trabajar en comparación a lo que significaba para mí porque a la sesión siguiente me volvió a preguntar lo mismo.
Es curioso lo que para ella significa estudiar, como un sinónimo de obligación, imposición y no como una posibilidad de aprender. O al menos creo que pierde el potencial de lo que está aprendiendo. Está aprendiendo pero no sé hasta qué punto lo está haciendo para ella misma. El aprendizaje bien entendido, o tal y como lo entiendo yo, no es aburrido. Otra cosa es que lo relacionemos con un hecho aburrido o impuesto.
Me gustó mucho la conversación sobre lo que para ella era estudiar sobre todo porque llegué a comprender porqué pensaba de la manera que lo hacía, pero no sé si ella comprendió porqué yo pensaba de la manera que lo hacía.