lunes, 3 de junio de 2019

Inicios en investigación etnográfica

¡Qué bonitos recuerdos cuando pensaba que investigar era pasar unos cuestionarios! ¡O cuando pensaba que observar era simplemente eso, observar!



Aún recuerdo mis primeros trabajos en "investigación" que no era más que transcribir en un Excel unos cuestionarios. Una montaña entonces de lo que ahora no es más que un granito de arena. Ahora las montañas son otras...

Es curioso porque mis comienzos en investigación no tenían mucho que ver con la parte cuantitativa (con eso de pasar cuestionarios), sino más bien con integrar las entrevistas muy muy muy centradas en las preguntas y nada nada nada o muy muy muy poco centradas en cómo encajaba aquello que encontraba con las investigaciones que había al respecto. Pero empezaba a vislumbrar cómo podía encajar aquello con las historias que recibía en las entrevistas realizadas. 

Era un puzzle que no era consciente que existía, ni que estaba en construcción hasta mucho tiempo después de su presencia. Para mí era dibujar con los ojos vendados: todos me decían que estaba empezando a notar, a identificar, a diferenciar, a llevar a cabo ciertos procesos de los que no era consciente que los estaba utilizando pese a estar activados... 

Recuerdo con cierta frustración que cuando quedaban 3 semanas para entregar el TFG, mi antiguo director del trabajo me dio un artículo de una de las autoras en la que posteriormente basé mis siguientes trabajos de investigación sobre burnout. Mi descoloque era triple: el texto estaba en inglés; planteaba un análisis estadístico que daba como resultado un modelo de desarrollo de burnout en profesores utilizando un mapa conceptual en el que había muchos números, muchas flechas y muchos signos que en ese momento desconocía; y, por último y más desconcertante para mí, mi director del trabajo no me había dado ninguna indicación al respecto sobre el artículo. 

El hecho de que el texto estuviera en inglés era lo que menos me importaba. Lo que más ansiedad me generaba era que en tan poco tiempo tuviera que descifrar ese artículo en cuanto a que implicaba tener ciertos conocimientos sobre investigación que desconocía. Sí que había leído sobre investigaciones cuantitativas, pero nunca había visto un artículo en el que se generara un modelo teórico a partir de dicha investigación. Y tengo que reconocer que siempre me leía la parte de la introducción, de la revisión teórica y de las conclusiones y/o discusión de la investigación y no justamente lo que era más relevante: los resultados de la investigación en sí. De ahí mi dificultad para hacer frente al artículo. 

Sorprendentemente para mí, logré descifrar parte del modelo, al menos la parte más evidente, separando la información presente en el artículo en base a las conclusiones a las que llegaba la autora. Lo contrario a lo que se suele hacer en investigación: supe analizar los resultados a partir de las conclusiones a las que llegaba y no al revés. Ya no eran flechas y números y signos aleatorios, sino que tenían cierta coherencia con las conclusiones; mejor dicho las conclusiones tenían sentido con el modelo propuesto. 

Ese momento fue un punto de inflexión en mi desarrollo como investigadora. ¡Benditos descoloques!

Mi segundo punto de inflexión como investigadora, en el que todavía estoy sumergida, comenzó hace unos meses cuando me planteé empezar a hacer observaciones en el aula a profesores que conozco de la universidad, con el fin de empezar a sensibilizarme a qué significa eso de observar. 

Trabajar cuestiones relacionadas con vinculaciones afectivas es todo un reto desde la perspectiva de la investigación etnográfica. Independientemente del tipo de observación que realice como investigadora y/u observadora, el aspecto relacional siempre va a estar presente, en mayor o menor medida, pero para observar algo tienes que estar presente; de manera física o virtual pero estás. Hay un intruso que está observando, interactúa o no, pero está. Y ese hecho genera cierto efecto en el profesorado y en el alumnado, en caso de la observación que estoy llevando a cabo. Hablar sobre la propia relación que un profesor o una profesora tiene con sus alumnos o alumnas también es una manera de ser intrusiva. Aunque el observador o la observadora no haya entrado en el aula.

Ese sesgo que para mí es evidente que tiene cualquier observador u observadora independientemente del rol que desempeñe con el grupo que observa, tiene mucho que ver con la manera en la que se relaciona tanto con el grupo en sí como con cada uno de los miembros del grupo. Una de las ventajas como observadora que tengo es mi equilibrio entre la relación con los profesores y con los alumnos, quizá más con estos últimos porque trabajo con profesores que han sido mis profesores y aún les cuesta relacionarse conmigo como profesora y/o como investigadora (o al menos siento que hay cierto descoloque inicial con los profesores que me han tenido como alumna en comparación con aquellos que no hemos tenido ese tipo de relación). 

Estos días estoy redactando y explicitando lo que he estado trabajando en estos meses en base a la metodología que he utilizado, el tipo de datos que tengo, cómo los he secuenciado y estructurado y qué tipo de información tengo al respecto. La utilidad que tenga para mí dicha información, el análisis que sea capaz de hacer va a ser uno de los ejes clave de la tesis. El hecho de decidir compartir con mi director de tesis dicha información también lo será y es algo que me estoy replanteando porque él es uno de los profesores que forma parte de la investigación y que a día de hoy no sabe lo que estoy buscando, analizando, deduciendo, induciendo, abduciendo e infiriendo. De ahí que sea una etnografía. Ningún profesor con el que trabajo sabe sobre lo que estoy trabajando, ni siquiera mi director de la tesis.

Empecé a observar igual que empecé con el artículo; a ciegas. Con la diferencia de embarcarme sola en la aventura y sin haber leído sobre cómo realizar la observación, ni en qué consistía, ni en los tipos... Poco a poco se va difuminando la niebla sobre todo en base a mi experiencia con cada uno de los profesores y profesoras con las que he ido trabajando en estos meses y cómo lo que he estado haciendo estos meses encaja con lo que es la etnografía, lo que es la observación y la importancia de las vinculaciones afectivas y con cómo nos relacionamos funciona o no como un puente entre ambos conceptos, así como su posible efecto en el proceso de enseñanza-aprendizaje.

Estoy en un momento de la investigación en la que para mí es evidente que hay un efecto directo entre la manera en la que nos relacionamos los alumnos y alumnas con los profesores y profesoras y viceversa en el propio proceso de enseñanza-aprendizaje. Ha sido muy estudiado el efecto que tiene el nivel de activación con el nivel de aprendizaje con la U invertida. Estudios recientes en neuropsicología lo corroboran. Pero desde un punto de vista etnográfico es más complicado demostrarlo, dar evidencias que ayuden a la validez y fiabilidad de dichos resultados. De nuevo, los sesgos juegan un papel crucial en el proceso.

Como observadora e investigadora tengo claro que mi investigación va a estar sesgada, al igual que lo están todas las investigaciones. Quien redacta, quien lee, quien escribe, quien investiga, quien observa, quien vive tiene sesgos, sea consciente o no, pero los tiene.